Hace unos días, durante una comida familiar, uno de los varios "Alfonsos" que, para suerte mía, me rodean (en este caso el futuro abogado o como diría Robert de Niro en El cabo del miedo: ábogado, abogaaaadoo), comentaba que el inventor de los estuchados de azúcar en esta especie de cilindros de papel como los de la imagen, estaba "de los nervios", como decimos coloquialmente, porque él los había diseñado para abrirlos partiéndolos por la mitad y todo el mundo los abre cortando el extremo.
Al parecer el asunto de este tipo de envases va por otro lado y, como de costumbre en este mundo que vivimos, tiene connotaciones económicas. Voy a ver si soy capaz de dar una explicación, que no tiene por qué ser la verdadera, y lograr ser entendido:
La Directiva europea de envases y residuos de envases aprobada en febrero del 2004 obliga a todos los fabricantes a pagar una tasa, llamada “ecoembes”, que se rige por criterios medioambientales y que se destina al reciclaje de envases. Cuánto más peso y volumen ocupe el envase, más se paga. Ídem cuánto más difícil sea reciclar el material con el que está hecho. Ante esta legislación, son muchas las empresas que se han puesto las pilas para conseguir que sus envases sean más “ecológicos”. Sin duda, también ha influido la presión de las organizaciones ecologistas y la creciente sensibilidad de los consumidores hacia los temas medioambientales.
Hay varias vías para conseguir que los envases tengan un impacto más reducido y una de ellas es reduciendo el peso y el volumen. Los sobres cilíndricos de azúcar utilizan un 40% menos de papel que los rectangulares. Además, caben 1.600 en una caja donde sólo caben 1.000 de los otros. Se pueden hacer menos viajes y se emplea menos gasolina).
Yo creo que los tiros pueden ir por ahí, aunque la historia de abrir el paquetito por la mitad sea más llamativa.
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