Una pareja de ancianos viaja a Tokio para visitar a sus hijos, pero ninguno de ellos tiene tiempo para atenderlos, por lo que deciden enviarlos a un balneario. Cuando regresan, la madre pasa una noche en la casa de una de sus nueras, viuda del hijo que murió en la guerra. A diferencia de sus cuñados, Noriko (Setsuko Hara) muestra afecto por sus suegros y conforta a la anciana.
La historia tiene algo de reflejo de la propia sociedad japonesa, aún recuperándose de los recientes traumas y la destrucción sufrida durante la guerra. Una sociedad en pleno cambio en la que las formas han cambiado en muchos sentidos, entre otros en las relaciones familiares, centrados todos en el trabajo que les deja poco tiempo para otras ocupaciones, sin ser conscientes de que, a veces, en la vida, más importantes que el dinero o el éxito social, son las personas.
Diálogos profundos y composiciones de escena estudiadas y llenas de simbolismo, hacen de este clásico de Yasujirō Ozu, una delicia para ser degustada con la calma con que transcurren sus secuencias y aplicar, en la medida en que a cada uno nos concierne, la moraleja que encierra esta tierna y desgarrada historia.
La tengo para revisar. Una obra maestra, en cualquier caso.
ResponderEliminarCargada de delicadeza, como otros trabajos del gran realizador japonés.
EliminarHola Trecce!
ResponderEliminarPara películas como esta habría que crear una categoría especial. No me quiero poner trascendente pero a día de hoy la veo con otros ojos, y hasta ahí puedo leer...
Saludos!
La vida le va dando a uno otra perspectiva de las cosas, las relaciones humanas incluídas.
EliminarPalabras mayores, Ozu: grande entre los grandes.
ResponderEliminarNi más, ni menos.
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