Ester (Ingrid Thulin), su hermana Anna (Gunnel Lindblom) y su sobrino Johan (Jörgen Lindström) atraviesan en tren un país extranjero y sombrío, probablemente en guerra. Los tres vuelven a casa, pero tienen que interrumpir el viaje y detenerse en una ciudad a descansar en un hotel de amplias estancias y con un aspecto algo decadente, ya que Ester, que sufre una crisis vital, se ha puesto enferma. Mientras Ester trata de reprimir los sentimientos que le inspira Anna, ésta sale en busca de sensaciones que la liberen del tedio y la angustia. La total incomunicación entre las dos hermanas hace que su relación sea una extraña mezcla de odio exacerbado y patológica dependencia, situación a la que asiste como testigo mudo el niño.
El silencio como sinónimo de incomunicación es lo que preside el discurrir de este film, polémico en su momento, sobre todo en paises anglosajones, en los que el hecho de que un niño duerma la siesta compartiendo cama con su madre desnuda es motivo de escándalo, aunque no lo sea que su papá le lleve a disparar unos tiros para hacer puntería. El caso es que también en este aspecto abrió camino dando paso a que las censuras, al menos las occidentales, se fijaran menos en el sexo o las imágenes que pudieran sugerirlo y pusieran el acento en otras situaciones que pueden ser más perjudiciales, como por ejemplo la violencia gratuíta.
La presencia del niño, que para algunos puede resultar perturbadora, y las dos hermanas que se refugian cada cual dentro de si, una escribiendo o dándose placer a sí misma, la otra buscándolo en relaciones ocasionales sin una pizca de emotividad, reflejan esta falta de comunicación.
Con levísimos toques surrealistas la película nos lleva a transitar por un mundo en el que las personas, no es que no tengan qué decirse, que también, sino que parecen que rehuyen el diálogo, conscientes de que de hacerlo, acabarán en reproches mutuos.
El cine de Bergman, al menos algunas de sus películas, suscitan opiniones encontradas entre el gran público, desde quienes ven obras maestras en todas y cada una de sus películas, hasta los que le tienen vetado por insoportable, aburrido o ininteligible. Esto no lo vamos a cambiar, es bueno incluso que cada cual aporte su opinión, ¡sólo faltaba!
Estamos ante una de esas películas del realizador sueco propicias a controversias de ese tipo, un film sin apenas diálogos, una manera, junto al hecho de que los protagonistas estén en un país extraño del que ni hablan ni entienden el idioma, de transmitir la falta de comunicación entre los personajes, porque Bergman acude a la narración cinematográfica para tratar de hacernos llegar lo que pretende con su historia.
¿Que no entienden lo que quiere el realizador? Tampoco yo voy a tratar de explicárselo, hay infinidad de tratados sobre el cine del sueco que ofrecen interpretaciones y pareceres, yo lo único que voy a hacer desde aquí es sugerir que se dejen llevar por su manera de hacer: Esto es cine, 24 fotogramas por segundos, que les diga más o menos, eso depende de los gustos de cada cual y del momento en que nos sentemos a ver la película. Pero sí les digo que, si al menos, cuando estén llegando al final se preguntan qué tiene este tipo para que con este film y otros por el estilo, nos tenga subyugados, pendientes de la pantalla, aunque no acabemos de sacarle el jugo a la película, les aseguro que están empezando a entender a Bergman y a su cine.
Bergman, como Antonioni por aquellos mismos años, indaga en torno a la incertidumbre que envuelve la existencia humana. Agravada por ese silencio de Dios que tan doloroso resulta para algunos de sus personajes.
ResponderEliminarUna constante de su cine en aquellos años.
EliminarHola Trecce!
ResponderEliminarPues me has despertado el interés por verla. También me ha intrigado la primera foto con esa cuadriga...
Saludos!
La cuádriga forma parte del espectáculo que representan ese grupo de diminutos, que, por cierto, figura que son un grupo de enanos españoles, que apenas tienen una o dos frases de diálogo que están en castellano en la versión original.
EliminarSiempre se ha ligado lo sueco con la desnudez.
ResponderEliminarEso llamaba mucho la atención en aquella época, vistas hoy, son secuencias que no tienen prácticamente morbo alguno y siempre muy elegantes.
EliminarNo recuerdo gran cosa de este título, que fue de los primeros que vi de Bergman. Supongo que tendré que recuperarlo un día de estos.
ResponderEliminarEs una película que, si conectas con ella, logra embelesar.
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