SYDNEY

 

Sydney (Philip Baker Hall) es un viejo jugador, que ayuda a un hombre llamado John (John C. Reilly) que no tiene dinero para pagar el funeral de su madre, lo cual hace que forjen una amistad. Años después, John tratará de hacer lo mismo con la joven Clementine (Gwyneth Paltrow) que trabaja de camarera en los casinos de Reno, aunque un extraño suceso y la presencia de Jimmy (Samuel L. Jackson), el jefe de seguridad de uno de estos locales,  complicarán mucho las cosas.

Debut en la dirección de un largometraje de Paul Thomas Anderson, que no contó con el control absoluto sobre la película, ya que se montó sin su intervención e incluso el título (Sydney), fue cambiado por la productora por el que figura en la edición original: Hard Eight.

El film cuenta la historia de tres personajes atormentados, tres solitarios que encuentran en los otros dos un motivo de alivio. Rodada a base de planos largos, con un guión firme como fundamento y unas buenas actuaciones en las que destaca la sobriedad y el buen hacer de Philip Baker Hall.

Puede que en algunos momentos el discurrir de la narración sea un poco lento, pero eso no entorpece para que nos mantenga atentos al devenir de los personajes.

El viejo Sydney, como los otros personajes, guarda sus secretos, su turbio pasado que desea ocultar bajo la apariencia de ayudar a un desvalido, secretos que se irán desvelando al final de una película que tiene sus momentos a la altura del mejor cine negro, pero con un sello absolutamente diferente a las películas clásicas de este género.

Con un presupuesto bastante ajustado, a pesar de todo, ya podemos ver en el realizador que entonces contaba 26 años, tanto su evidente talento para la puesta en escena, como para la dirección de actores y los buenos diálogos.