Lloyd Fellowes (Michael Caine), el director de una excéntrica compañía de teatro, está tratando desesperadamente de montar su producción, a pesar de los peores esfuerzos del elenco y del equipo. Seguimos la producción desde los ensayos finales hasta la noche del estreno en Nueva York, pasando por la gira previa. Como ocurre con cualquier grupo de actores que se ven obligados a trabajar en estrecha colaboración durante un período prolongado, es probable que surjan romances y discusiones. Muy a menudo, por más disparatado que resulte lo que sucede sobre el escenario, no es nada comparado con lo que ocurre entre bastidores.
El guión se basa en una obra de teatro del mismo título, escrita por Michael Frayn, estrenada en el Brooks Atkinson Theatre de Broadway, el 11 de diciembre de 1983, que alcanzó las 553 representaciones y estuvo nominada al Premio Tony de 1984.
Comedia disparatada donde las haya en la que el protagonista es la función teatral, lo que se ve en escena y, sobre todo, lo que no se ve, eso que los actores califican como auténtica locura, sin hallar explicación a cómo se logra que el espectador no note nada del desbarajuste que se vive entre bastidores.
Estructurada en tres actos, como dicta el canon teatral, en la primera parte asistimos al ensayo solo unas horas antes de la primera función; en la segunda, la representación propiamente dicha, pero en varios escenarios de distintas localidades, con diversos resultados y, en la tercera, la auténtica locura, la función en la que nada sale como debería, todo resulta mal y los actores dejan de interpretar la obra para dar rienda suelta a lo que llevan dentro, sus enfrentamientos, celos y envidias, con continuas improvisaciones y salidas de tono, de manera que el espectador que haya visto antes la obra, no la reconocerá.
Sin duda, lo más destacable es la dificultad de desarrollar todo este auténtico lío, porque aquello se convierte en un auténtico maremagnum, todo a un ritmo trepidante, con un continuo abrir y cerrar de puertas, fallos en el atrezzo, actores que olvidan lo que tienen que decir o hacer o que salen antes o después de tiempo a escena y, en el medio, el paciente y desquiciado director, un Michael Kane que está a la altura y que navega entre el desquiciamiento y la diplomacia con unos actores y un equipo técnico que saca de sus casillas a cualquiera.
Una comedia en la que los líos se encadenan sin solución de continuidad y todo un homenaje al teatro, a sus entresijos y a lo complicado que resulta sacar adelante cada función, aunque el espectador no sea consciente de ello.
¡Hola!
ResponderEliminarLa vi hace tiempo y no la recuerdo bien, solo que salía Christopher Erreves(pobre, qué pena) y que era entreteinda.
Después de leerte me ha apetecido revisionarla para captar ese homenaje al teatro.
Muy feliz finde..
Debe ser complicado interpretar papeles en los que haces ver que te estás equivocando todo el rato y eso es lo que hacen durante buena parte del film.
EliminarEs una de mis comedias favoritas de siempre, cada vez que la veo vuelvo a reírme a carcajadas.
ResponderEliminarA mí me encantó y me parece muy difícil de dirigir a los actores por los peculiares papeles que interpretan.
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