lunes, 7 de diciembre de 2020

BLACK COAL

 


En 1999 el policía Zhang Zili (Liao Fan) está al frente del grupo que investiga un caso en el que partes de un cuerpo humano aparecen en varias zonas distintas de una provincia. Tras encontrar la documentación del muerto y descubrir quien es la víctima, el caso se les va de las manos cuando detienen a dos sospechosos y se dejan sorprender por ellos, muriendo dos policías y resultando herido Zili y muertos los dos sospechosos. El caso queda sin resolver, hasta que cinco años después, el asesino vuelve a la carga y Zili, ahora ya fuera de la policía, trabajando como guarda de seguridad, decide investigar por su cuenta a la esposa del que fuera encargado de la báscula donde se pesaban los camiones de carbón, Wu Zhizhen (Gwei Lun-Mei), ya que parece estar relaciona con las nuevas muertes, muy similares a la de 1999.


Película que arrasó a su paso por el Festival de Berlín 2014, en el que se llevó el Oso de Oro y el Premio al Mejor Actor. 
Prácticamente todo el mundo coincide en que no estamos ante la típica película policiaca a pesar de que sigue, a grandes rasgos, la estructura del cine negro y lo cierto es que lo menos importante aquí es la trama policial que incluso puede resultar difícil de seguir, no porque no esté claro lo que ocurre o deja de ocurrir, sino por los giros de guión y otros detalles que la pueden hacer un poco increíble si te centras solo en eso a la hora de verla. Y es que la película y lo que su realizador, el chino Diao Yinan, pretenden transmitir con ella, es otra cosa, ni más ni menos que un retrato crítico de la China actual.


Un paisaje desolado, frío, carente de belleza, con personajes que deambulan por parajes solitarios y cuando hay gente, como en las escenas de la pista de patinaje o los autobuses o trenes, la multitud actúa como autómatas, como personajes inanimados que se mueven al ritmo de la corriente y que no se comunican entre sí. Un retrato del neocapitalismo deshumanizado en que se ha convertido la China actual, al menos las zonas más industrializadas, que se ha ido impregnado de esa soledad que invade a este tipo de sociedades y del que son reflejo muchas de las secuencias del film, con esos paisajes nevados, esa luz tenebrosa, incluso cuando hay claridad, hasta la nieve parece sucia y la cita que acaba en encuentro sexual entre los dos protagonistas a bordo de una noria de feria, resulta fría y carente de afecto y erotismo. 
Si a alguien le resulta llamativo e incomprensible que las autoridades chinas, no solo autoricen el rodaje de estas películas que critican el panorama socioeconómico del país, sino que las envíen a festivales extranjeros, piense que nada tiene de incoherente, pues en el fondo hay una especie de llamada a los valores de la Revolución, que consideran perdidos y que aún son defendidos por buena parte del establishment, aunque sea en plan retórico, queda muy bonito.




2 comentarios:

  1. Hola Trecce!
    Ha sido muy curioso pues al leer tu reseña me estaba precisamente preguntando eso a lo que respondes en el ultimo párrafo, me has dejado de una pieza...
    Por cierto, la ultima foto me recuerda a las pelis de David Lynch.
    Se agradece la recomendación, saludos!

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    1. Solo hay que mirar nuestra propia historia reciente. Aquí, durante la dictadura franquista, había sectores del Régimen que defendían la justicia social y, algunos, lo hacían de buena fe, hasta que les cortaban las alas, o eran reconducidos a los cauces "correctos".
      Igual que había artistas de reconocida oposición al Régimen, que llevaban sus obras a certámenes internacionales representando a España y ganaban premios que al propio Régimen le venían de maravilla como propaganda de aperturismo, aunque fuera a costa de alguna declaración considerada fuera de tono del autor.
      Un par de ejemplos (hay bastantes más, que conste): Antoni Tápies exponiendo en la Bienal de Venecia en 1952 (sí, sí, en el 52, cuando no había aperturismo ni nada que se le pareciera), o ganando el Gran Premio de Pintura de la Bienal de Sao Paulo el mismo año.
      El otro, es la película "La venganza", de Juan Antonio Bardem, con numerosos problemas de censura en España que, sin embargo, fue presentada en Cannes en 1958, y fue la primera película que representó a España en los Oscar.

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