martes, 7 de enero de 2020

CÁDIZ

Tras aparecer fugazmente al principio y al final del anterior episodio (Gerona), Gabriel Araceli asume de nuevo el absoluto protagonismo en el presente, en el que la ciudad de Cádiz se ha convertido en capital eventual del Reino, congregando a lo más granado de la política española que se reunirá en las famosas Cortes, adonde se trasladaron tras sus sesiones iniciales en La Isla de León (actual San Fernando).
Galdós nos presenta las apasionadas sesiones en las que liberales y absolutistas comienzan a enfrentar con el verbo sus radicales diferencias que se trasladan a la población y a un entorno del que forman parte los diarios y gacetillas de todo tipo y color político, así como a las tertulias y cenáculos en los que se alaba a unos y se pone de vuelta y media a los oponentes.
Al tiempo, se desarrolla una historia romántica con tintes de drama que tiene por centro la casa de la Condesa de Rumblar, sus hijas Asunción y Presentación y la joven Inés, el amor de Gabriel, a quien prácticamente tiene secuestrada la condesa, que la ha tomado bajo su tutela al enfermar la Marquesa de Leiva y que pretende casarla a toda costa con su hijo el casquibano don Diego, heredero de un mayorazgo que anda escaso de fondos y a quien le vendría muy bien este matrimonio.
Aparece un personaje, el inglés Lord Gray, un tipo alto, rubio, de impecable vestimenta, con dinero y que se desenvuelve de maravilla en los galanteos amorosos. Este Lord Gray, acabará siendo amigo de Gabriel, quien al principio le tiene cierta aversión porque cree que le hace la corte a Inés, cuando en realidad pretende a una de las hermanas Rumblar.
Aquí Galdós deja a un lado los episodios bélicos para dar mucha más importancia a esta historia de amor trágico-galante y a esa efervescencia que se vive en las Cortes y las disputas políticas que en ellas y fuera de ellas, se producen.
Con la prosa que nos tiene acostumbrados, D. Benito nos sumerge en el Cádiz del momento, cercado por los franceses y plagado de todo tipo de personajes pintorescos, desde pícaros hasta nobles, que le dan pie para pintar un retrato de la diversidad cultural y social de la España de la época.



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