Durante la II Guerra Mundial, una mujer yugoslava llamada Sonja (Yvonne Mitchell) desaparece y es dada por muerta, tras ser detenida por los nazis y deportada a un campo de concentración. Su hijo es llevado a un orfanato y adoptado por una pareja sin hijos, Inga (Cornell Borchers) y Franz (Armin Dahmen), en la creencia de que el niño es alemán.
Las primeras imágenes nos trasladan a 1952, una idílica escena en la que padre e hijo, descienden sobre sus esquíes por una suave ladera cubierta de nieve virgen en los Alpes Bávaros. Además del cariño que ambos padres adoptivos profesan al niño, somos conscientes de la sobreprotección que la mujer ejerce sobre él.
Toni (Michael Ray) se dispone a vivir y celebrar su décimo cumpleaños, pero en ese momento, el mundo que rodea a la feliz pareja, parece venirse abajo cuando reciben la noticia de que la madre biológica del muchacho, al parecer, aún vive y ayudada por las autoridades norteamericanas, ha localizado a su hijo, al que está dispuesta a recuperar.
Más allá de los naturales conflictos que se plantean y que todos podemos imaginar, ante este tipo de situaciones, entra el juego el pasado de los personajes, sobre todo del niño, a quien el tiempo que vivió entre los nazis ha dejado importantes secuelas que ahora afloran y que se debate, desde su perspectiva de niño y con su personalidad aún por formar, entre la persona que ahora le reclama y a quien ve como a una intrusa y aquella otra a la que, hasta ahora, ha considerado su madre, que le ha proporcionado el amparo, cobijo y amor que necesitaba tras sus traumáticas experiencias.
El caso acaba en los tribunales que deberán decidir a quien entregan el niño.
La justicia tendrá que decidir qué hace para dar satisfacción tanto a los derechos de esta madre biológica, que sufrió la pérdida de su marido y sus otras dos hijas, a manos de los nazis, como los de la madre adoptiva que lo cuidó y salvó de situaciones gravísimas durante la guerra. Y de este niño que, ya recuperado de sus traumas de guerra y abandono, tiene que volver a revivir la posibilidad de ser separado de los que quiere. Aunque en este caso para volver con alguien que también le quiere y que ahora sabe que es su "verdadera madre" (al que él llama su "otra madre", pues su "madre" es sólo una, la adoptiva).
La situación, tal y como la plantea el film, es muy dura, en la medida en que no podemos dejar de indentificarnos con las tres partes en conflicto y no queremos que sufra ninguna, pero todas han de sufrir algún tipo de desgarro. Ninguna solución es óptima. ¿Cuál será la decisión de los jueces?
Para ellos tampoco será fácil y sorprende oir en boca del primero de ellos, el concepto de mayor interés del menor (algo que no se tendrá verdaderamente en cuenta hasta décadas posteriores)
Ambas actrices que hacen de madres, fueron premiadas por su actuación con los premios BAFTA de aquel año: Mejor actriz británica (Mitchell) y extranjera (Borchers).
A base de flashback que no entorpecen el transcurrir de la narración, se nos van presentando las circunstancias que han llevado a sus protagonistas hasta el dramático presente. Los padres adoptivos, que se llevan al niño del orfanato en la creencia de que es un huérfano alemán, cuando su nuevo padre aún está movilizado por el ejército y desparecerá unos cuantos años en el frente oriental hasta que regresa a un hogar en el que el vínculo entre hijo y madre adoptivos se ha estrechado por las penurias sin cuento que han debido vivir y superar.
La tragedia de Sonja, que pierde a toda su familia a manos de los nazis y solamente encuentra al bebé que ella recuerda, cuando ya está a punto de entrar en la adolescencia y, además, este la ve como a alguien que llega para quebrar su plácida existencia con los que él, hasta ese momento, sentía como sus únicos padres.
Un grado de complejidad que, sin duda, ayuda a que presenciemos un drama de auténtica altura que Charles Crichton sabe trasladar al espectador para hacernos compartir todos los sentimientos y emociones de los personajes.
Efectos colaterales de una guerra cuyas consecuencias se vuelven especialmente crueles para quienes sufren situaciones tan dramáticas como esta, cuya solución traerá sufrimiento por más que la justicia trate de hallar una solución que, como el propio tribunal reconoce, en una de las escenas más llamativas de la película, es imposible, porque la Justicia, cuando de verdad lo es, pretende aliviar la injusticia cometida y premiar al inocente sobre el culpable. Aquí, solucionar la injusticia cometida con la madre biológica, conlleva una especie de castigo contra los padres adoptivos que lo único que han hecho es entregar su amor al niño.
Película muy interesante, que nos lleva a la reflexión sobre situaciones que fueron y son reales y que, una vez más, nos acerca al sinsentido de las guerras y las tragedias que ocasionan.
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