Este submarino de la marina norteamericana que participó en la Batalla del Pacífico en la Segunda Guerra Mundial, cuenta con algunos records en su haber, por un lado, en el verano de 1945, fue el primer submarino norteamericano en ser armado con cohetes, con los que atacó varias localidades japonesas; por otro, su comandante, el contraalmirante Eugene Bennet Fluckey, apodado Luckey Fluckey, fue el más eficaz de los comandantes de submarino estadounidenses, ningún otro superó las más de 95.000 toneladas enemigas enviadas por él y sus tripulaciones al fondo del océano.
Pero quiero detenerme en un hecho que es más que una anécdota, protagonizada por "Luckey" Fluckey y la dotación del USS Barb. A las cuatro de la mañana del 18 de julio de 1945, Fluckey fue convocado a una reunión en la que se le encomendó sabotear una línea de ferrocarril. Lo curioso es que no se trataba de transportar a ningún grupo de operaciones especiales, algo que ya habían hecho en multitud de ocasiones otros submarinos, sino que la tripulación del Barb, sería la encargada de ejecutar la misión.
El ataque en sí, dentro del peligro, era relativamente sencillo, bastaría con aproximarse lo más posible a la costa y aprovechando la protección de la noche, bajar a tierra y colocar explosivos bajo la vía del tren, para activarlos posteriormente. La cuestión más peliaguda, era hacer coincidir el estallido de las cargas con el paso de un tren, pues Lucker no se conformaba con volar solamente los raíles. Si quería asegurar los mínimos riesgos para sus hombres, hacerles esperar en tierra a que pasase un convoy para activar los explosivos, era un peligro máximo, pues puede que no les diera tiempo a regresar al barco.
El teniente Billy Hatfield, un experto en electricidad, miembro de la tripulación de Barb, recordó que cuando era niño, ponía nueces bajo las vías del tren, primero las colocaba sobre una piedra para que quedarán apenas a pocos milímetros de la parte inferior del raíl, que con el enorme peso que soportaba al pasar el tren, siempre se combaba ligeramente hacia abajo, lo suficiente como para cascar una nuez sin aplastarla, si estaba a la distancia adecuada.
Crearon un switch (un conmutador), que se activase al ceder el riel y la noche del 23 al 24 de julio, siete tripulantes solteros (condición impuesta por el comandante del submarino) y el teniente Hatfield, desembarcaron tras remar unos 20 minutos y colocaron las cargas sin problemas, pesar de que usaron unas palas de fabricación casera, pues demasiado tarde se dieron cuenta de que el submarino carecía de palas para cavar, utensilio inútil en un submarino donde nada de lo que va a bordo es superfluo por la escasez de espacio. Finalizado el trabajo, volvieron a la orilla y subieron a las balsas para regresar al submarino que Fluckey había acercado peligrosamente a la costa a fin de que el camino de vuelta resultara más corto. Cuando estaban a medio camino, se oyó a un convoy que se aproximaba por la vía, a pesar de que no esperaban ninguno hasta por la mañana, Fluckey gritó a sus hombres a través de los altavoces de a bordo que remasen como diablos, a pesar del riesgo de alertar a los vigías enemigos. El caso es que de repente, según relato del propio Fluckey en el libro que escribió años después, la noche se iluminó y una explosión acabó con el silencio reinante, dieciséis vagones saltaron por los aires y fueron a apilarse, uno tras otro, sobre la parte delantera del convoy, que se había convertido en un amasijo de chatarra.
El 2 de agosto de 1945, el USS Barb, entraba en el puerto de Midway, con una bandera en la que podía verse un extraño elemento: la silueta de un tren. El Barb añadía otro record a los que ya tenía: aquellos ocho marinos llevaron a cabo, cerca de Kashisho, la única acción de guerra terrestre que tuvo lugar sobre territorio realmente japonés en toda la Segunda Guerra Mundial y fue protagonizada por la tripulación de un submarino.
Cuatro días después, el 6 de agosto de 1945, el bombardero Enola Gay, lanzaba una bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima.
Magnífico relato. Y se lee como si fuera una novela de acción. Desde luego ya es meritorio ser submarinista y actuar como comandos especiales de tierra.
ResponderEliminarMis felicitaciones por este post.
Fue la única acción en toda la II Guerra Mundial, en que tropas enemigas pisaron suelo japonés propiamente dicho. El resto fueron ataques desde el aire o desde el mar, o en territorios que habían sido ocupados por los nipones.
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