El dramático y heroico final de Numancia frente a las legiones romanas tuvo un cronista de un valor excepcional, el historiador Polibio, compañero y consejero de Escipión en los días decisivos del cerco y de la destrucción de la ciudad.
Desgraciadamente, el relato que escribió Polibio sobre estos acontecimientos se ha perdido, pero fue copiado por otro historiador, Posidonio, y resumido por un tercero, del siglo II, Apiano.
En Roma estaban bastante hartos de la situación, con una pequeña población enfrentada al todopoderoso Imperio que se veía incapaz de reducirla.
Escipión fue enviado al lugar y para ello se rodeó de un nutrido grupo de amigos y clientes. Lo primero que hizo, fue tratar de poner orden en aquella especie de maremagnum, pues el cerco (o como se quiera llamar a aquella situación), se había enquistado de tal manera, que ya era algo natural y aceptado, habiéndose establecido en la zona una suerte de población precaria compuesta por comerciantes, prostitutas y todo tipo de personajes que proliferan en estas situaciones. Ordenó desalojar a todos aquellos que fueran prescindibles y vender animales y carros, excepto los que quedaron para uso del ejército.
En lugar de presentar batalla, algo a lo que invitaban los numantinos, y de lo que Escipión temía sacar poco provecho en caso de vencer y mucho desprestigio caso de salir derrotado, decidió sitiar la ciudad de manera férrea, elevando un cinturón amurallado con torres cada cierto trecho, de manera que nadie pudiera abandonar el cerco y esperar a que el hambre hiciera su trabajo, lento, silencioso e inexorable, como así fue.
Los sitiados enviaron una comisión encabezada por una de sus caudillos, Avaro, al que acompañaban cinco hombres, para tratar de convencer al romano de que aceptara unas condiciones de rendición benignas para ellos, pero Escipión, advertido por sus espías de la verdadera situación de los numantinos, rechazó todo lo que no fuera una entrega incondicional.
Así refiere Apiano, en base a la crónica de Polibio, la situación: Los numantinos, que hasta entonces habían sido de natural violentos, por su total libertad y la falta de hábito de aceptar órdenes, se encolerizaron mucho más por sus desdichas cuando se les informó de la respuesta de Escipión, y, comportándose de un modo desconocido en ellos, asesinaron a Avaro y a los cinco embajadores que con aquél habían ido por ser mensajeros de malas noticias y haber tratado tal vez su propia seguridad en la entrevista con Escipión. No mucho después, como hacen algunos en momentos críticos de la guerra, comenzaron a lamer pieles cocidas ante la total ausencia de comestibles, de trigo, ganado y yerba. Mas, cuando aquéllas también faltaron, comieron carne humana cocida, comenzando por la de los muertos, que cortaban en pedazos en las cocinas; luego no tuvieron ningún aprecio por la vida de los enfermos y finalmente los más fuertes usaron de su fuerza contra los más débiles. Ninguna depravación se echó en falta en unos hombres cuyas almas se llenaron de cólera a causa de los alimentos ingeridos y cuyos cuerpos en nada se diferenciaban de los de las bestias, a causa del hambre, de sus cabellos y del tiempo. Así se encontraban cuando se entregaron a Escipión, que les dio la orden de llevar sus armas en el día a donde les había señalado, y, al día siguiente, acudir a un lugar distinto. Los numantinos excedieron el plazo del día, al convenir que muchos aún disponían de la libertad y querían darse muerte. Así pues, solicitaron un dia para preparar su muerte. El amor a la libertad y la valentía de la pequeña ciudad bárbara fueron tan grandes. Pues, aunque contaba con 8.000 hombres en tiempo de paz, ¡cuán número de derrotas y de qué importancia sufrieron a manos suyas los romanos, qué tratados establecieron con ellos en igualdad de condiciones ellos, que no habían ofrecido a ningún pueblo antes de ellos pactar en tales condiciones, cuán grande era el último general, que los puso asedio con 60.000 soldados, a pesar de lo cual en numerosas ocasiones los numantinos le invitaron a pelear! Mas Escipión estaba más avezado que ellos en el mando del Ejército y no llegó a las manos con aquellas fieras, sino que los sometió por hambre, un mal contra el que no se puede combatir, y que, además, era el único medio con el que se podía vencer a los numantinos, y el único con el que se les venció.
Me ha impulsado a relatar estos acontecimientos que tuvieron por protagonistas a los numantinos la consideración de su corto número y de su resistencia ante la adversidad, sus muchas acciones bélicas y el largo tiempo que duró su resistencia. En primer lugar aquellos que quisieron se dieron muerte, cada cual por el procedimiento que le plugo, mientras que los restantes partieron al tercer día al lugar ordenado, ofreciendo un espectáculo enteramente difícil de contemplar y extraordinario: sus cuerpos estaban sucios, sus uñas largas, cubiertos de abundante pelo y llenos de inmundicia, y despedían un fortísimo hedor; colgaban de ellos vestidos mugrientos y además malolientes.
La victoria lograda mediante un cerco por hambre, al menos antiguamente, era considerada como poco honrosa y generales hubo en la historia que se negaron a someter al enemigo a tal ardid, prefiriendo retirarse antes de conseguir doblegarle por ese medio que, en cierto modo, a pesar de la derrota, dotaba a los vencidos de cierto aura de heroicidad, al preferir en muchas ocasiones la muerte, antes que la capitulación.
Este general, Escipión Emiliano, sobrino de Escipión El Africano (el que derrotó a Anibal en Tunez), tenía muy claro que a aquellos celtiberos no había forma de derrotarlos con sus legiones y tácticas de combate habituales.
ResponderEliminarPor ello sometió a la ciudad al cerco más brutal que ha habido en la Historia y sucedió lo que cuentas : se comían los unos a los otros.
Aquella victoria de Escipión supuso el fin de las derrotas romanas en Hispania y llevaban ya muchas con Consules que terminaban bajo las horcas celtíberas. En las casi dos décadas, desde Roma desfilaron una ingente cantidad de cónsules por Hispania. Todos ellos, con el objetivo de destrozar a los sublevados al precio que fuese. Pero a cada cual más torpe que el anterior.
El colmo de la incapacidad llegó de las manos de Cayo Hostilio Mancino en el 137 A.C. Este gobernante no solo no logró conquistar Numancia, sino que se vio obligado a rendirse cuando tan solo 4.000 numantinos rodearon su campamento y amenazaron con aniquilar a sus hombres. La humillación fue tal que Roma le obligó a desfilar desnudo frente a las murallas de Numancia para castigarle por su torpeza.
Magnífico complemento a la entrada.
EliminarLos numantinos supieron escribir una página de la historia, jamás superada por ningún otro pueblo. Los todopoderosos romanos tuvieron que utilizar el hambre para doblegar a ese pueblo indómito. Los mismos romanos tuvieron que reconocer su extraordinario valor y ellos mismos les ensalzaron tanto que terminaron convirtiéndolos en un auténtico pueblo mítico. Después vendría Cervantes, que son su extraordinaria tragedia EL CERCO DE NUMANCIA acabaría de entronizar a este pueblo celtibérico
ResponderEliminarSe convirtieron en un mito por méritos propios.
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