Frances Halladay (Greta Gerwig), de veintisiete años, originaria de Sacramento, California, está tratando de triunfar en la ciudad de Nueva York como bailarina y, a pesar de que ya no es una cría, está como suplente en una compañía de danza moderna, donde también ejerce de tutora de niñas.
Aunque son heterosexuales, ella y su mejor amiga Sophie (Mickey Sumner), que fueron juntas a la universidad en Vassar, se consideran como una pareja de lesbianas maduras, como si estuvieran casadas, solo que no mantienen relaciones sexuales entre ellas.
Frances sufre continuos tropiezos en unas u otras situaciones, tanto en su vida profesional como personal, en sus expectativas y en sus habilidades, no siempre coincidentes entre sí. En algunos aspectos se mantiene fiel a sus sueños ligeramente alterados al no tener conciencia clara de que no tiene las habilidades para cumplir con ellos.
Cuando su amiga se va a vivir con su pareja, Frances se encuentra con que no pude pagar sola el alquiler del apartamento y va cambiando de una domicilio a otro, casi siempre compartiendo piso, hasta acabar en una residencia para estudiantes, como si no se diera cuenta de que tiene que trabajar para sobrevivir en la costosa Nueva York, y que no puede confiar indefinidamente en sus padres para ese apoyo financiero que necesita. La pregunta entonces es si Frances podrá encontrar el equilibrio adecuado para continuar su vida en Nueva York, pues aunque vive con alegría y cierta ligereza, aspira a tener más de lo que tiene.
La película tiene un tono que en ciertos momentos recurre a un lenguaje vulgar, y se desarrolla en un ambiente de los llamados culturetas, y algo sofisticado.
Sin profundizar demasiado en ello, el film nos habla de esos jóvenes que no quieren darse cuenta de que los años van transcurriendo y sus sueños, no es que no hayan llegado, es que están cada día más lejos.
Madurar no siempre es fácil, requiere de renuncias. Renuncias a la protección de los padres que resuelven todos tus problemas, muchas veces renuncias a tus sueños y decides agarrar la oportunidad que se presenta para ganarte un sustento, aunque ello suponga trabajar en algo que no te realiza... Sin embargo hay personas que, por forma de ser, o por circunstancias de la vida, siguen de manera indefinida en la etapa anterior, no por vagancia, sino porque no dan el paso y los años van pasando y te los encuentras, después de tiempo sin saber nada de ellos, anclados en esa búsqueda de su lugar en el mundo.
Esa es Frances que, en cierto momento, como ocurre en la vida real, se da cuenta, con cierta perplejidad, de que las personas que componen su círculo, han ido cambiando, se han casado, tienen hijos, tienen un trabajo remunerado, mientras ella sigue en pos de algo que se nos antoja no va a conseguir.
A todo esto nos acerca el film, envuelto en un aire de comedia, a base de diálogos que quieren pasar por profundos, aunque muchas veces no lo sean y en un tono claramente vitalista al que contribuye la sensacional actuación de Greta Gerwig que, además colaboró en el guion.
Brillante fotografía en blanco y negro de Sam Levy y una no menos espléndida banda sonora de George Drakoulias, completada con varias canciones muy significativas, como “Modern Love”, de David Bowie, que suena como fondo de la que es quizá la mejor escena del film, con la protagonista haciendo cabriolas por las calles de la gran ciudad.
La película nos trae remembranzas del cine de la Nouvelle Vague o los films neoyorkinos de Woody Allen. Habrá quien vea en ella un retrato de cierta juventud de nuestra época, cuya etapa de Peter Pan cada vez se dilata más en el tiempo, esos que no quieren, no pueden o no saben madurar y a quienes criticamos precisamente por ello, por inmaduros. Sin embargo, otros verán con cierta comprensión, incluso con envidia o admiración, la forma de afrontar la vida de Frances, porque observarán un punto de inconformismo y un mucho de perseguir lo imposible cueste lo que cueste, sin duda subyugados por el carisma del personaje.
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