miércoles, 14 de noviembre de 2018

EL ÚLTIMO HURRA

Frank Skeffington (Spencer Tracy), un hombre amado y temido a la vez, es un viejo alcalde demócrata de origen irlandés, de una población de Nueva Inglaterra, en los Estados Unidos, que aunque nunca se cita, puede tratarse perfectamente de Boston. Debe hacer frente a su última reelección, lo que supone que es la quinta vez que se presenta, ya que después piensa retirarse.
El contrincante de Frank, es un don nadie, apenas un testaferro. Detrás de él se esconden Amos Force (John Carradine), propietario del más exitoso diario de la cuidad y famoso antagonista de Skeffington, y Norman Cass (Basil Rathobne), dueño del principal banco del municipio, que también es reticente al viejo alcalde por razones económicas. Este último pretende hacer pagar al banco de Cass el coste de la edificación de unas viviendas municipales. También entra en escena un joven periodista, Adam Caulfield (Jeffrey Hunter), sobrino y amigo de Skeffington, a quien su tío invita a que siga de cerca la campaña, según él, un trozo de historia.
Cuando comienza la campaña electoral, sus amigos le aconsejan que cambie sus métodos porque, aunque su rival es un joven incompetente, el hecho de contar con apoyos tan influyentes, pone en serio peligro la reelección de Skeffington, según ponen de manifiesto los sondeos electorales. Por ejemplo, le aconsejan utilizar métodos modernos, como la televisión, que actúa de forma impactante en la población. Sin embargo, él está convencido de que los métodos tradicionales le pueden dar la victoria, como ha ocurrido siempre.


Adaptación de una novela del mismo título de Edwin O'Connor, que constituyó un gran éxito en EE.UU. en 1956 y hoy es un clásico. Su protagonista, el alcalde Frank Skeffington, ha sido durante veinte años la principal figura política de su ciudad. Se trata de un populista inteligente y hábil, usuario habitual de todas las marrullerías y golpes bajos habidos y por haber, pero a quien hasta sus enemigos aprecian el trabajo hecho en beneficio de su pueblo o, para ser más exactos, de su comunidad, los emigrantes irlandeses que hasta su ascenso fueron olvidados sin piedad por quienes se consideran una especie de nobleza local (la sociedad protestante de Nueva Inglaterra), y a los que Skeffington ha brindado autoestima y mejorado sus condiciones de vida.


Transcurridos casi sesenta años de su estreno, la película no ha perdido vigencia en absoluto y, en algunos aspectos, vaticina situaciones que el tiempo ha confirmado.
Quien se acerque al film, asistirá a los manejos que rodean el mundo de los partidos, los candidatos, los poderes económicos y sociales y sus métodos para hacerse o continuar en el poder.
Como hace otras veces, Ford no profundiza demasiado en el tema de fondo, sino que se detiene más en los personajes, en sus determinadas circunstancias, aunque es cierto que a través de ellos, podemos seguir el rastro, por extrapolación de conductas más generales.
Hay unas cuantas escenas que llaman la atención sobre el resto, además de la escena final, con los amigos de Skeffington subiendo las escaleras y sus alargadas y pronunciadas sombras reflejándose en la pared, o la del desfile triunfal del candidato opositor, cruzándose con el solitario y derrotado protagonista. Me divirtió mucho la entrevista televisiva al rival de Skeffington, digna del mejor Wilder.
No todo el mérito del film está en la dirección, no hay que olvidar el extraordinario elenco de secundarios, todos ellos maravillosos y, sobre todo, la imponente actuación de Spencer Tracy. Hay un gesto suyo, muy comentado entre aficionados y profesionales de la crítica, cuando regresa a casa tras conocer los resultados y desde el vestíbulo mira hacia arriba, donde está el retrato de su difunta esposa y encoge los hombros, como diciendo ¡qué se le va a hacer!, acompañándolo con una media sonrisa que solo él sabía hacer, que vale por toda una carrera interpretativa.
Un film divertido, pero con unas cuantas cargas de profundidad al sistema y a quienes se valen de él.
Para acabar, un pequeño diálogo entre Skeffington y su sobrino:

—¿Y dónde están los mejores?
—Desde luego, no en la política.




4 comentarios:

  1. Estupenda película que debería ser de visión obligada para los políticos (y para todo el mundo). Las escenas que comentas con Tracy mirando el cuadro de la escalera recuerdan mucho a las de "La legión invencible" con Wayne en el cementerio, y a otras del mismo estilo en muchas de las películas de Ford. Magistral.

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  2. Que tal Trecce!
    Comparto la sugerencia de Ethan. Es una de mis peliculas favoritas de Spencer Tracy.
    Saludos!

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    1. Y es que si Ford lo hace bien, en esta película, Tracy está fenomenal.

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