Martín (Eduard Fernández), un español de mediana edad, con un pasado de compromiso político a sus espaldas, sale de la cárcel tras cumplir ocho años de condena, después de ser sorprendido por la policía en pleno asalto a un banco. Cuando recupera su libertad, viaja a La Habana para buscar a Julia (Ariadna Gil), que fue su compañera ideológica y sentimental y consiguió escapar de la policía con el botín de aquel atraco. Encontrar a Julia ocho años después no es tarea fácil para Martín, y mucho menos recuperar el botín desaparecido. La Habana en 1958 es una ciudad en plena convulsión política: los adeptos al régimen del General Batista se resisten desesperadamente a perder su poder. En su intento, chocan frontalmente con los guerrilleros que tejen en las sombras una red de colaboradores capaz de desestabilizar una sociedad en plena decadencia. El momento y el lugar son los idóneos para que todo tipo de gangsters y vividores se den cita en busca de su pedazo de tarta. La ciudad vive un tiempo de esperanza y de contradicción. De renovación, de pérdida y de confusión. Un tiempo de revolución en el que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. En La Habana y en su búsqueda, Martín encuentra el reflejo inesperado de su propio momento vital.
El guión se basa en la novela "Amanecer con hormigas en la boca", de Miguel Barroso, hermano del realizador del film.
Esta película brilla más por el envoltorio que por el contenido y es que, aunque la historia no está mal, el guión no ha logrado explotar su potencial e incluso en algunos aspectos a mí me parece un poco embarullado.
Otra cosa son los apartados técnicos y artísticos, con una conseguida ambientación que, por un lado se beneficia de haber sido rodada en gran parte en La Habana, con lo que la recreación de los ambientes de finales de los 50 resulta más sencilla que en otras localizaciones, al haber conservado Cuba (en buena parte contra su voluntad), la esencia de aquella época en sus calles, edificios, automóviles... Pero por otro lado, esta ambientación, maravillosa, en algunos aspectos también la consigue el film por la especial atención de Mariano Barroso a la hora de cuidar los detalles, incluso con mimo: lo que se escucha en la radio o se ve en la televisión, el vestuario (a cargo de Sonia Grande), etc., todo ello nos transporta a La Habana de la época y nos hace sentir que nos movemos por sus calles y plazas.
Estupenda también la fotografía de Javier Aguirresarobe, en colores cálidos que consigue captar la atmósfera de la isla caribeña y también a destacar la llamativa banda sonora de Xabier Capellas que incluye sones populares cubanos.
En cuanto al argumento en sí y a la historia que nos narra, ya digo que me parece un poco endeble, lo mejor, los actores y el final, que está bastante conseguido.
En aquella época poco le quedaba ya de jolgorio a los yanquis en tierras cubanas.
ResponderEliminarSalud Trecce
De hecho la película acaba cuando las tropas de Castro entran en La Habana.
EliminarTengo muy presente el recuerdo de aquel año 1958-59 en que todos en España e incluso en Usa estaban a favor de los guerrilleros de Sierra Maestra al mando de Castro.
ResponderEliminarY cuando llegaron a la Habana fueron recibidos en masa por la población en medio de un clamor glorioso. Un año después esos mismos salian para el exilio despojados de todos sus bienes.
El asunto salió rana.
EliminarYo sigo esperando una película acerca de dónde y cómo acabó el dinero del Dioni.
ResponderEliminarY el Bárcenas, el de Rato, Cachuli... Porque aquí nadie devuelve.
EliminarCreo que no hay presupuesto para tantas películas sobre estos sinvergüenzas.