José Luis Rodríguez (Nino Manfredi) es un trabajador de una funeraria que vive en un hogar pobre junto a su hermano, su cuñada y los hijos de estos, y que desea emigrar a Alemania para aprender el oficio de mecánico para prosperar. Un día, en una prisión, conoce a Don Amadeo (Pepe Isbert), un anciano verdugo a punto de jubilarse y que tiene una hija, Carmen (Emma Penella). José Luis se enamora de Carmen, el padre los descubre cuando acaban de salir de la cama, y se casan forzosamente, cambiando así las expectativas de futuro del primero.
Los recién casados quieren comprar un piso, pero no pueden hacerlo ya que es necesario que José Luis acredite trabajar en un empleo que le permita acceder a una vivienda como funcionario del estado y se ve obligado a aceptar el empleo más bajo del momento: el de verdugo. El pobre hombre, ahora un padre de familia, intentará huir de Don Amadeo y de Carmen, escurrir el bulto para no ejecutar a nadie…
El final que vemos en la película no se corresponde con el final pensado por Berlanga en un primer momento. Fue Ennio Flaiano el artífice del culmen de la historia que vemos en la pantalla. En el final original propuesto por el director, el protagonista vuelve al barco después de su primera ejecución y le dice a su mujer Carmen que comprará una muñequera la próxima vez. Finalmente en la película no es esto lo que vemos. El protagonista le dice a su suegro: “No lo haré más, ¿me entiende? No lo haré más”. A lo que Amadeo contesta: “Eso mismo dije yo la primera vez”.
Se dice que esta película es un alegato contra la pena de muerte, y lo es. Entonces ¿qué la hace diferente a otras que han tratado sobre el mismo asunto?, porque estamos acostumbrados a ver films, sobre todo norteamericanos, girando habitualmente sobre un argumento similar: un asesinato poco clarificado, la detención de un sospechoso (en muchos casos, un inocente), un juicio injusto o incompetente, un fallo judicial dramático, la condena a muerte (a partir de la cual se desarrolla el sufrimiento de familiares y amigos), las luchas para cambiar la pena, y, en algunos casos, las carreras después de la constatación de la inocencia para detener al verdugo. Todo esto ha devenido en una serie de tópicos que caracterizan el subgénero, pero Berlanga no es hombre de tópicos y nos ofrece una reflexión sobre el asunto desde una perspectiva totalmente distinta y original, seguramente más dramática incluso.
Si Berlanga hubiera tratado directamente de estas cuestiones, seguramente, no hubiese alcanzado el mismo nivel artístico. En todo caso, la cinta, a pesar de no estar circunscrita a elementos de la realidad, no deja de mostrar conexión con la realidad histórica, lo que la convierte en un filme de doble adscripción: por un lado activa la memoria histórica gracias al reflejo social de elementos propios de la dictadura franquista; por otro, resulta una obra atemporal que refleja la utopía de la libertad individual.
La historia del viejo verdugo a punto de retirarse y del verdugo novato, desprende un regusto macabro y un tufillo acre y mordaz. Es una historia de perdedores, pero más cruel y amarga de lo habitual.
Como en otras ocasiones, Berlanga se queja de la intromisión de la censura, en este caso, hasta el embajador español en Roma puso pingando a la película cuando se presentó en el Festival de Venecia.
Aunque el italiano Ennio Flaiano colaboró en el guión, Berlanga señala que su talento poético quedó aplastado por la mala leche de los dos españoles (él mismo y Rafael Azcona), a los que el hecho de vivir bajo la bota del tirano, aportaba una dosis de hiel suplementaria.
A diferencia de otros films de Berlanga, no tiene planos secuencia, ni es coral, lo que le va muy bien a los brillantes diálogos, al centrarse en planos medios sobre los actores. Sin embargo, es curioso que al repasar la nómina de quienes intervienen, nos encontramos a gran cantidad de nombre muy conocidos de la escena española, es cierto que muchos de ellos con apenas una frase y apareciendo en una sola secuencia (aparte de los protagonistas, ya mencionados, José Luis López Vázquez, María Luisa Ponte, María Isbert, Julia Caba Alba, Erasmo Pascual, Xan das Bolas, José Orjas, José María Prada, Antonio Ferrandis, Lola Gaos, Alfredo Landa, José Sazatornil, Agustín González, Chus Lampreave, José Luis Coll, Emilio Laguna, Valentín Tornos, Elena Santonja...).
A Berlanga no le gustaba el adjetivo de humor negro, un término importado de Inglaterra, él decía que esto era humor español, algo que aquí llevábamos haciendo toda la vida, incluso antes de los clásicos del Siglo de Oro y que está más emparentado con la picaresca.
La música es de Miguel Asins Arbó y acompañando a los títulos de crédito se escucha el Twist "El Verdugo" de Adolfo Waitzman. Es una de las películas de las que el realizador levantino estaba más contento por el resultado final, destacaba lo bien que le había ido con todo el mundo, técnicos incluídos y lo bien que todos lo habían hecho. Hablaba de Nino Manfredi, demasiado galán guapo y de Emma Penella, de quien en un arranque de cruel sinceridad decía que engordaba unos kilos cada día, para añadir a continuación que ambos suplían posibles inconvenientes con su indudable talento.
De Pepe Isbert ¡qué decir!, genial, como siempre.
Estamos ante una de las joyas del cine español, sin duda, una obra maestra.
Es una OBRA MAESTRA desde el principio hasta el final.
ResponderEliminarDescribes con acerado detalle el contenido de la peli y de las circunstancias e incluso de los actores secundarios.
Enorme entrada la que pones hoy.
Aquella España franquista la viví durante muchos años y todo lo que se ve en la peli (salvo las ejecuciones o los verdugos) eran bien conocidos del público que como yo habiamos sufrido aq los guardiasibiles y a los curas de la época.
FELICITACIONES.
La película sabe trasladar muy bien cómo eran algunas cosas entonces, aquellos funcionarios que daban miedo y eran desabridos con la gente y muchas otras cosas de la vida diaria que, afortunadamente para ellos, las nuevas generaciones no han vivido.
EliminarEs la mejor película española de todos los tiempos, en mi humilde opinión.
ResponderEliminarNo seré yo quien lo discuta.
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