Juan Marés (Imanol Arias), un xarnego que creció en un barrio de la zona alta de Barcelona, de familia pobre, conoce por casualidad a Norma (Ornella Muti), una mujer que procede de una familia de la alta burguesía catalana y que trabaja como traductora en un departamento de la Generalitat para la inmersión lingüística. Juan y Norma se casan y para él comienza una nueva vida, ya que sus problemas económicos quedan resueltos gracias a su matrimonio, pero al tiempo se ve inmerso en un mundo que, no sólo no es el suyo, sino que le desprecia por sus orígenes.
Hasta que un día Juan descubre a su esposa en flagrante adulterio con un limpiabotas, Juan sabe que no es la primera vez, ella tiene una especie de debilidad fetichista por los xarnegos de humilde extracción (camareros, taxistas...). Norma decide poner fin a los cinco años de matrimonio y abandona a Juan, dejándole que habite el piso que compartían. Durante unos disturbios callejeros, un cóctel molotov estalla ante la cara de Juan y le deja desfigurado, con una imagen totalmente diferente, que le hace irreconocible, trata de acercarse a Norma, de la que no consigue olvidarse.
La película es una coproducción hispano-italiana que adapta la novela del mismo título de Juan Marsé, que hace un juego de letras con su propio apellido para fabricar el del protagonista.
El film es una doble parodia, por una parte de las políticas gubernamentales tendentes a la constitución de una única y homogénea identidad catalana, que los defina y distinga como pueblo y comunidad, frente al resto de España. Por otra la repercusión que tiene en el personaje de Marés la vida en un ambiente en el que no acaba de encontrar su lugar, tanto por razones socioeconómicas, como de índole cultural.
Está lleno de simbolismos, comenzando por el propio lugar donde vive el protagonista, el antiguo domicilio conyugal, que se encuentra en el edificio Walden-7, construido hacia 1974 por el famoso arquitecto Ricardo Bofill y que representa uno de los diseños más pretenciosos del Taller de Arquitectura, grupo de trabajo interdisciplinario conformado por ingenieros, psicólogos, filósofos y arquitectos. El edificio, como la vida del propio Marés, se desmorona, los azulejos de la fachada se desprenden, las cañerías hacen ruidos... ¿Quizá también como la propia política de uniformidad cultural catalana, que a su pesar, se ve obligada a convivir con un idioma más potente y con unos inmigrantes que no acaban de adaptar su modo de vida a lo que se pretende?
El film, con el tiempo, ha perdido bastante de la actualidad que su propuesta tenía en su momento y queda por ello un tanto lejano al espectador, habiéndose convertido más en testimonio documental de una época ya pasada, aunque muchos de sus problemas sigan vigentes, pero desde otras perspectivas.
Tiene unos cuantos momentos de cierta brillantez, algunos apoyados en los diálogos que se basan en el texto de Marsé, me pareció genial la llamada que hace el protagonista al departamento encargado de la normalización lingüística, para que le traduzcan algunas palabras de los productos que dice vender en la mercería de la que es dueño (es una excusa que se inventa para hablar con su ex-mujer) y al final, le pregunta que cómo se dice tubo de escape y Norma pregunta a sus compañeros, que se ven un aprieto y para salir del paso, uno de ellos responde: dile que se dice tub de fuita, en tanto otra chica aclara, mientras mira una especie de cartel: No, no, aquí dice tub d'escapament.
No creo que esté tan desfasada como parece, quizás solamente en la estética.... y quizás ni en eso. Marsé sabe muy bien ridiculizar y criticar la sociedad que le rodea.
ResponderEliminarMarsé los tiene calados a esos chalados burgueses nacional-católico catalanes desde el primer día. Lástima que ya no se le lea tanto como antes, o con la misma atención, especialmente desde la rama izquierda de nuestros políticos.
Tanto el autor de la novela, como Vicente Aranda, director del film, han sufrido en sus propias carnes el afán excluyente de la política nacionalista.
ResponderEliminarLa novela de Juan Marsé, como novela no es una cosa del otro mundo; pero como crítica a la política suicida de la inmersión lingüística es bastante acertada. La película, sin embargo, no creo que esté muy acertada en la manera de criticar esa misma realidad. Para mi gusto, recargo demasiado las situaciones que describe
ResponderEliminarQuizá un espectador de hoy no pueda captar toda la ironía con que está tratado el asunto de la inmersión.
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