Uno de los miedos más curiosos que tiene el ser humano de hoy es el de reconocer su propia responsabilidad cuando las cosas no van del todo bien. Si no encontramos rápidamente un culpable de las cosas que nos ocurren, somos capaces de responsabilizar a cualquiera.
Cuando empezó la crisis, la culpa era de la banca norteamericana. Luego, al menos en España, comenzamos a darnos cuenta de la enorme responsabilidad de las entidades financieras, grandes empresas y los gestores políticos nacionales. Hubo una fase en que la principal culpable era Merkel e incluso la UE y el euro y últimamente hay quien directamente culpa al capitalismo pero en general la dinámica siempre es la misma: localizar la culpa y la responsabilidad lejos de nosotros mismos. Tiene sentido, individualmente poco podemos hacer y se supone que los grandes dirigentes mundiales están ahí para mejorar nuestra calidad de vida y no para empeorarla. Pero quizás estemos exagerando al echar todos los balones fuera en lo que se refiere a la gestión de nuestras cuentas individuales, porque en mi vida de ciudadano de a pie, he conocido gente, lo mismo novatos que con cierta experiencia, que han comprado acciones (por poner un ejemplo), pero que siempre encuentran una excusa ajena para justificar que les haya ido mal la inversión. Es algo muy común el auto-exculparnos (siempre son los demás los que pagan pocos impuestos, siempre son los demás los que ven los programas basura, siempre son los demás los que están enganchados al móvil…), pero en estos años es un fenómeno que se ha extendido: la culpa de no poder pagar es del banco que me concedió la hipoteca; no sabía que podía perder dinero con las preferentes; ¿quién iba a pensar que ese político al que voté fuera un corrupto?… Y lo cierto es que la mayoría de las personas paga sus hipotecas, no contrató preferentes y suponemos que una buena parte de los políticos no son corruptos.
No digo que los bancos o los políticos sean inocentes, ni mucho menos, pero no podemos escudarnos en factores externos para justificar actos que están en nuestra mano como por ejemplo la prudencia financiera. De hecho, es de suponer que si esta crisis ha servido para algo es para que la gente no se confíe, sea más cauta -como de hecho lo fueron muchísimos- y asuma más control en las decisiones que afectan a su vida mirando más hacia el largo plazo y hacia la posibilidad de malas rachas. Y que conste que este fenómeno, por una vez, no es sólo español contra lo que pudiera parecer.
El miedo a este compromiso es de tal magnitud que sólo pensamos en la responsabilidad como una exigencia para los demás: mi pareja, mi jefe, el gobierno, el neoliberalismo, etc… Todo y todos, menos yo; soy perfecto y no soy responsable de nada.
Pensar, sentir y actuar en estos términos es la manera mas sencilla de pasar por encima los problemas, sin embargo, asumir la responsabilidad por las acciones significa en realidad el admitir que participamos, para bien o para mal.
Muy de acuerdo, y además en España particularmente alcanza cotas inimaginables junto con la envidia, la culpa es siempre de otro, puro infantilismo.
ResponderEliminarSobre todo quienes están al frente, pero en el fondo nos afecta a todos.
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