Catherine Sloper (Olivia de Havilland), una muchacha que ya ha dejado atrás su juventud, vive con su padre, el Dr. Austin Sloper (Ralph Richardson) en Nueva York. Catherine es una mujer retraída, y poco agraciada, heredera de una renta de 10.000 dólares anuales que le ha dejado su madre y otros 20.000 que obtendrá de su padre cuando éste fallezca. Aparte de esto, ella no tiene ninguna cualidad especial, salvo la de saber bordar, como le dice su padre en uno de los diálogos del film.
Tras un viaje por Europa en el que se ha gastado una pequeña herencia de la que resultó beneficiario, ha regresado a Nueva York, Morris Townsend (Montgomery Clift), un joven sin oficio ni beneficio que anda picoteando por un lado y otro en busca de algún negocio provechoso que no le suponga gran esfuerzo. En una fiesta conoce a Catherine, de la que previamente se ha informado, Morris la corteja desplegando todos sus encantos, por supuesto, Catherine cae en sus brazos.
Lavinia Penniman (Miriam Hopkins), hermana del Dr. Sloper, vive temporalmente con su hermano y su sobrina y ayudará a ésta y a Morris en sus pretensiones de contraer matrimonio, algo a lo que se opone frontalmente el padre de la muchacha, que no quiere que un buscavidas se aproveche de la ingenuidad de su hija... y de su dinero.
Los autores del guión, Ruth Goetz y August Goetz, habían adaptado al teatro la novela de Henry James Washington Square y sobre esta base construyeron el libreto del film, consiguiendo una adaptación brillante que sostiene de forma sólida el posterior trabajo de dirección.
Me hace cierta gracia leer comentarios en los que se alaba la capacidad del director para contarnos una historia que al espectador le resulta más que interesante atribuyéndole todos los méritos de la misma. Seguramente quienes esto apuntan sin precisar más, jamás han leído la novela de James, ni tienen por qué hacerlo, añado por mi parte, pero deberían informarse un poco antes de emitir juicios de valor, porque en la obra de Henry James, están todos los mimbres para conseguir una brillante película.
Otra cosa es la habilidad del director para trasladar todo eso al lenguaje del cine y ahí sí que comienzan los méritos del realizador. En este caso, William Wyler hace su trabajo de manera excelente, se ve desde el inicio, que él sí ha leído a James y ha sabido captar a la perfección el espíritu del texto del escritor neoyorkino. Esta es una de esas ocasiones en las que quien no haya leído la novela, va a ver reflejado en pantalla, casi todo lo que está en el libro y al decir eso me refiero no sólo a la historia en sí, sino a la cantidad de matices e ideas que en ella hay y al estupendo retrato psicológico de los personajes que podemos encontrar bajo la brillante prosa del novelista.
Magníficas actuaciones de todos y cada uno de los intérpretes, con una Olivia de Havilland magistral que se llevó el Oscar bien merecidamente y Ralph Richardson, brillante, interpretando el mismo papel que hacía en el West End londinense.
Muy bien ambientada, con vestuario diseñado por la mítica Edith Heat y con una acertada partitura que toma como tema central la conocida canción francesa "Plaisir d'amour", compuesta en 1784 por el compositor clásico Jean-Paul-Égide Martini y que sirvió de base al hit de Elvis Presley "I Can not Help Falling In Love With You" escrito en 1961 para la película "Blue Hawaii".
Lo mejor del film, interpretaciones aparte, es la sabia dirección de Wyler que se nota en todos y cada uno de los detalles, desde la portentosa escena inicial, con la criada subiendo y la señorita bajando la escalera y ambas reflejadas en en inmenso espejo del rellano que nos permite verlas a ambas de frente, hasta la sutil manera de revelarnos la naturaleza de Morris, un papel para el que sabiamente se eligió a Monty Clift, en el apogeo de su belleza, que transmite de maravilla el aire de vividor con encanto y sin maldad, capaz de engatusar a una mujer para vivir de su dinero, pero con un lado tierno y educado que le hace caer bien entre las mujeres. Tiene pasajes realmente excepcionales, yo me sonreí mucho con la puesta en escena del encuentro a solas entre Morris y Catherine, con ella echándose hacia atrás cada vez que el otro se le acerca, todo hecho de manera muy natural por Olivia de Havilland, pero allí se ve la mano de un experto en la dirección de actores. Igual ocurre con los elementos que forman parte del decorado, como las escaleras o los espejos, o los sensacionales juegos de sombras y luces que llegan a tener entidad de verdaderos actores del film; todo, absolutamente todo está pensado y repensado por el director antes de que baje la claqueta.
Una planificación perfecta para una película que es una auténtica maravilla.
Buen cine clásico...
ResponderEliminarDe primera.
EliminarHola. Disculpa que no comente acerca de la película posteada pero es que llego con un poco de apuro. En realidad vine pues estaba buscabdo material para reseñar la película de los Chicos de Nueva Jersey y de lo que he leido hasta ahora tu blog es el que más me ha llamado la atención. Tengo que seguir investigando, de todas formas ten por seguro que aparecerás en los créditos además que al dar un vistazo en tu blog me doy cuenta que vale la pena seguirlo pues tiene cosas interesantísimas de manera concisa ¡Saludos desde Venezuela!
ResponderEliminarMuy agradecido.
EliminarMuy buena película Trecce, y seguro que eramos hasta más jóvenes, jajaja.
ResponderEliminarSaludos.
Algo más que jóvenes, Rafa, ni habíamos nacido.
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