Aunque mi aspecto es el de un hombre de sesenta años, y casado, no es verdad; débese ello a mi condición y sufrimientos, pues soy soltero y sólo tengo cuarenta y un años. En el estado en que me veis, difícilmente creeréis que ahora sea más que una sombra de lo que fui, ya que apenas hace dos años era yo un hombre fuerte y rebosante de salud (un hombre de hierro, ¡un verdadero atleta!); y, sin embargo, ésta es la cruda realidad. Pero más extraño que este hecho es todavía el modo como perdí mi salud. La perdí una noche de invierno, vigilando una caja de fusiles en un viaje de 200 millas en ferrocarril. Es la pura verdad, y voy a contaros cómo sucedió.
Así comienza el relato en el que el protagonista nos cuenta cómo cumplió el deseo de su viejo amigo John Hackett, que había muerto el día anterior, y que en sus últimas palabras había manifestado el deseo de que su antiguo compañero de escuela y mejor amigo, llevase sus restos mortales a sus pobres padres ancianos,que vivían en Wisconsin.
Sin embargo, un desgraciado error, hará que en realidad acompañe una caja de rifles y no la que contiene los restos de su amigo, que ha sido confundida con la anterior. Él no sabe nada, pues no sospecha el fatal cambio, y menos con el hedor que parece salir de la caja y que les acompaña a él y al conductor del tren, durante todo el trayecto ¿A qué será debido tan insoportable olor?
Esto del invalido y los rifles parece muy interesante.
ResponderEliminarSaludos amigo Trecce.
Es un divertimento del genial autor.
EliminarBonito argumento. Ya veo que eres un gran lector de Mark Twain.
ResponderEliminarEn realidad, muchos de ellos, son relatos cortos, parece que le estoy leyendo mucho, pero no es tanto en realidad.
EliminarAsí es cómo se gana a un lector: estupendo arranque.
ResponderEliminarSaludos.
Es cierto que tiene un comienzo de esos que te atrapan.
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