Durante la que se conoce como Segunda Guerra Chino-japonesa, en octubre de 1937, el Ejército Imperial nipón, conquista Shanghai, para a continuación dirigirse hacia el norte, directamente hacia Nankín, la entonces capital de la China cuyo ejército dirigía el general Chang Kai-shek.
En un avance relámpago, los japoneses se presentan ante las murallas de Nanking, que se dispone a resistir al invasor, sin embargo, ante la aplastante superioridad del enemigo, muchos de los mandos del ejército chino, huyen a las primeras de cambio, sembrando el desconcierto entre la tropa, que sigue el ejemplo de los mandos, en una huida caótica. Únicamente unas pocas unidades resisten, aunque son conscientes de que aquella batalla está perdida, pues apenas disponen de material bélico para oponerse al imponente despliegue del ejército imperial, dotado de moderno armamento y de un número significativo de armas pesadas.
Finalmente, el 13 de diciembre de 1937, la capital cae y comienza uno de los episodios más vergonzosos de la historia de la humanidad, la conocida como "la masacre de Nanking", cuyas consecuencias siguen presentes en el imaginario colectivo de ambas naciones, suponiendo un punto de permanente desencuentro entre chinos y japoneses, para estos aquello fue, sencillamente "el incidente de Nanking".
Tercera película del realizador chino Lu Chuan, aunque hay que señalar que las dos anteriores son pequeños proyectos en comparación a este, por lo que arrastraba una falta de experiencia que, sin embargo, supera con cierta maestría. Quizá esa misma falta de experiencia, el no saber exactamente dónde se metía, le hizo tener la osadía que proporciona la ignorancia, que unida al sentido artístico que poseen los dotados, le permitió obtener un magnífico resultado.
Rodada en blanco y negro, el realizador explica que fue por dos motivos principales, uno para evitar el color de la sangre, que le resulta repulsivo y demasiado manipulador de sentimientos y otra porque pensaba que era una manera de mostrar el respeto hacia las víctimas.
De cualquier modo, añade que fue todo un privilegio poder convencer al productor para rodar en blanco y negro, algo que todos los directores desearían poder hacer al menos una vez en la vida.
Los actores no son demasiado conocidos, aunque, tal vez por ello, consiguen dotar a la historia de un especial realismo y credibilidad. Un grupo de ellos, eran actores japoneses, precisamente quienes interpretaban a los invasores. Hubiera sido muy complicado (tal vez imposible) que actores chinos estuvieran dispuestos a interpretar a "los malos", pero para los propios japoneses, no fue nada fácil pasarse varias semanas en China rodando y soportando críticas en su país. Lu Chuan, además de agradecerles su buena disposición, les califica de auténticos héroes.
Posiblemente el apartado más celebrado técnicamente, sea el montaje del film, por la dificultad que entrañaba, por un lado acoplar el material de archivo y, por otro, la unión de secuencias complicadas de coordinar, con cientos de actores interviniendo; un trabajo, sin duda, tan agotador como emocionante.
Algunas de las escenas logran un nivel que consigue emocionar al espectador, quizá la más impactante sea aquella de las chicas que se ofrecen voluntarias para prostituir su cuerpo y salvar de ese modo al resto.
También muy logrado el mensaje que transmite Xiaodouzi (Bin Liu), el niño cuya sonrisa se contrapone a la tragedia, significando el derecho y la capacidad de los más pequeños para el olvido y la felicidad.
El planteamiento de Lu Chuan, que quiso, dentro de lo posible, dotar a su relato de cierta objetividad, a través del personaje de Kadokawa (Hideo Nakaizumi), el soldado japonés cuyos sentimientos humanos hacen que sienta piedad por las víctimas, ocasionó no pocos problemas a la misma película, que fue examinada con lupa por los censores chinos y que hubo de sufrir tremendas críticas dentro de su propio país por dar ese tratamiento benévolo a quienes allí consideran, simple y llanamente, unos asesinos; toda una muestra de victimismo nacionalista que encuentra fácil eco entre aquellos a quienes va dirigido el mensaje.
Chuan, a pesar de no ahorrar imágenes espeluznantes que, al fin y al cabo, no hacen sino mostrar lo que ocurrió, en un ejercicio de coherencia, desea ir más allá de recrear la brutalidad, las violaciones, los fusilamientos indiscriminados, los enterramientos de personas vivas..., y bucea en el por qué de los sentimientos y motivaciones, en las razones de que seres humanos que tenían esposas, novias, hijos y madres esperándoles en un país al que estaban deseando regresar, se entregaran a esta orgía de sadismo y desenfreno.
Las imágenes son duras, rodadas cámara en mano y producen repugnancia, dolor e indignación, más cuando uno ha asistido a todo tipo de vejaciones y ves el orgullo con que los invasores celebran el primer aniversario de la toma de Nanking.
Al final, Ciudad de vida y muerte no es tanto un relato preciso de los acontecimientos de la vida real, como un retrato de la naturaleza humana.
A mí me ha producido mucha tristeza esta, por otra parte, espléndida película.
Me encanta el relato que haces de la peli y el argumento soberbio de una tantas iniquidades de la Humanidad. Además por Occidente desconcemos todos estos acontecimientos de los asiáticos en su larga historia de guerras y avasallamientos.
ResponderEliminarExcelente post.
Los asiáticos, su mundo y sus conflictos. Si los chinos se acuerdan de Nanking, habría que preguntar a los tibetanos qué opinan ellos de los chinos.
EliminarComo en la Sagrada Escritura, "el que esté libre de pecado..."
Imágenes crudas, en efecto, pero para nada efectista.
ResponderEliminarMuy buena y tremendamente dura, entre otras razones porque uno sabe que lo que se está contando sucedió en realidad, y que se cometieron atrocidades aún peores.
ResponderEliminarEs cierto, más duro fue para quienes hubieron de soportarlo.
EliminarBrutal y muy convincente
ResponderEliminarCreo que utiliza bien el lenguaje cinematográfico para trasladar al espectador aquellos horrores.
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