Un monstruo marino, ha sido avistada por varios navegantes en los distintos océanos, en lugares muy alejados entre sí. Se decide organizar una expedición para acabar con semejante bestia. A bordo de la fragata estadounidense Abraham Lincoln embarcan el célebre profesor de Historia natural Pierre Aronnax y el experto arponero canadiense Ned Land. Cuando se encuentran por primera vez ante el monstruo, dos inmensas trombas de agua se ciernen sobre la cubierta del Abraham Lincoln, llevándose a Ned Land, a Aronnax y al fiel criado de éste, Conseil, que se ha lanzado al mar para rescatar a su patrón, sobre el lomo de la misteriosa bestia, que resulta ser un fabuloso submarino, el Nautilus.
A partir de ese momento, los tres se convertirán en prisioneros y huéspedes a un tiempo del Capitán Nemo, un sabio atormentado y desengañado de la raza humana, en el que confluyen el individualismo libertario y un exacerbado sentido de la justicia. A bordo del Nautilus recorrerán todos los mares del planeta, 20.000 leguas de viaje durante el cual tendrán el privilegio de conocer diversos elementos y avances científicos y descubrir diversos lugares que le permitieron a Verne cautivar aún más a sus lectores a través de la asombrosa descripción de los paisajes submarinos repletos de maravillosas criaturas.
En uno de los capítulos, el Nautilus toca fondo en la bahia de Vigo y allí el capitán Nemo, muestra a Aronnax los restos de la flota franco-española, que el vicealmirante Chateau-Renault, mandó hundir ante el acoso de la escuadra anglo-holandesa, para que no se hicieran con los tesoros que transportaban los barcos, cargados de oro y joyas desde América (En realidad, la dolorosa orden la dio el almiratne español Velasco y Tejada). Allí es donde Nemo se provee de los lingotes que le permiten mantener las necesidades del Nautilus y colaborar con diversas causas por la libertad.
Verne da una explicación a lo sucedido, achacando a las reclamaciones del puerto de Cádiz que tenía la exclusiva del desembarque de mercancía procedente de las colonias y que por eso no se habían desembarcado los tesoros que contenían los barcos cuando aparecieron los ingleses, la verdad es que aunque no está comprobado, se supone que la mayor parte del tesoro se había desembarcado a tierra cuando se intuyó el peligro, pero con el hundimiento de los barcos españoles, acabó la historia y comenzó la leyenda que le viene muy bien a Verne para situarnos en presencia de un inagotable tesoro submarino.
La novela que me convenció, a temprana edad, de que la lectura es una de las mejores cosas que uno puede hacer en esta vida.
ResponderEliminarEs impresionante el volumen de datos que nos da Verne en esta novela y como sabe engarzarlos con el relato en sí.
EliminarHace tiempo que lo leí.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Yo también lo lei hace mucho y ahora me dio por volverlo a hacer.
EliminarOsea que ya sabemos dónde se han inspirado los de Odyssey.
ResponderEliminarEl tesoro de esta expedición, supuestamente en aguas de la bahía de Vigo, sigue concitando el interés de los buscadores, incluso de instituciones oficiales, pero de momento, nadie lo ha encontrado, lo cual, con los medios que hay ahora, no deja de ser llamativo, lo que hace dudar de su existencia, pero buscarlo lo están buscando.
EliminarNo recordaba esa última parte que cuentas pero es muy interesante; debe ser una de las obras más versionadas en el cine de hace unas décadas, cuando éramos pequeños la cosa andaba entre Nemo, los mosqueteros y el Conde de Montecristo.
ResponderEliminarEs cierto, Maribel, con ellos crecimos.
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