El sheriff James Averill (Kris Kristofferson), de un condado de Wyoming, se ve inmerso en una lucha fratricida, auspiciada por el gobierno de los Estados Unidos y su mismísimo presidente, entre la Asociación de Ganaderos y los inmigrantes eslavos que huían del hambre en Europa y soñaban con establecerse en América e iniciar una nueva vida. La asociación, harta de que los inmigrantes roben ganado para alimentar a sus familias, declara la guerra al condado y elabora una lista negra con 125 personas a las que hay que ejecutar, para lo que contrata a 50 pistoleros a los que paga 5 dólares por día de trabajo y 50 por la cabeza de cada uno de los integrantes de esa lista. En esa lista se encuentra Ella Watson (Isabelle Huppert), que se debate entre el amor de James y el de Nathan Champion (Christopher Walken), pistolero a sueldo de la asociación que progresivamente toma partido por la causa local. Aunque Ella no es inmigrante, se la acusa de aceptar como pago en el burdel que regenta, ganado robado.
Si algún film merece ser calificado de maldito, es este. Una película que supuso un auténtico fracaso comercial (recaudó apenas el diez por ciento de los 35 millones de dólares que costó), algo que supuso la desaparición de la United Artists y su absorción por la Metro y que condenó al ostracismo durante una década a su realizador, aunque para más de uno, la caída en desgracia de Michael Cimino fue debida a la animadversión que se había ganado a lo largo de su carrera y no por este film en particular.
El film nos relata uno de esos episodios oscuros que las naciones borran de sus libros de historia, en este caso, el episodio que tuvo lugar en 1890 en Wyoming, en el que los adinerados miembros de la Asociación de Criadores de Ganado organizaron, con la aquiesencia de los poderes fácticos (incluido el presidente de los Estados Unidos), una cacería humana dirigida a exterminar, literalmente, a ciento veinticinco emigrantes residentes en el condado de Johnson, a los cuales se acusaba de ladrones y anarquistas porque robaban sus reses para paliar sus hambrunas.
Estos hechos están reconstruidos indirectamente mediante la exposición de las vivencias de una serie de personajes implicados en aquellos acontecimientos por muy diferentes razones.
Por un lado, Jim Averill, marshal de Wyoming y antiguo miembro de la Asociación, que descubre la existencia de la lista negra con los nombres de las ciento veinticinco personas que han de ser ejecutadas «legalmente» y que termina luchando al lado de los ciudadanos de Johnson.
Nathan Champion, que siente escrúpulos a la hora de intervenir en esa carnicería a pesar de trabajar como matón a las órdenes de la Asociación.
Y, por último, otro miembro de la Asociación, amigo de Averill desde su época de estudiantes universitarios, Billy Irvine (John Hurt), cuya cobardía le impide oponerse a la decisión homicida de los ganaderos y busca consuelo refugiándose en la bebida.
Además hay una historia paralela que se entremezcla con el relato más o menos histórico, el triángulo amoroso entre Champion, Averill y Ella Watson, que regenta un prostíbulo y que quizá sea la parte más endeble del relato, pues a pesar del evidente atractivo de Isabelle Huppert, su personaje no acaba de encontrar un sitio definido, en ocasiones da la impresión de que las escenas en que aparece están metidas de manera forzada.
Yo pienso que Cimino le dio a su film un cierto aire intelectualoide que fue una de las razones que le hizo patinar, sobre todo en lo que al público se refiere, lo de estrellarse con la crítica es otra historia, puede que estos se la tuvieran jurada de antemano.
Y es que a pesar de que pueda parece que el film tiene un plantemiento crudo y realista, en el fondo acaba resultando de lo más estilizado. Ahí, en la alternancia entre el tono poético y la crudeza de la situación de los inmigrantes, es donde falla el film, creo que no ha dado con el modo en que estas alternancias no nos hagan perder el interés por la historia que nos narra, que al final, sin que sepas muy bien por qué hasta que lo analizas después de digerir lo que has visto, te sumerge en la sensación de que aquello resulta un tanto confuso.
Si a ello unimos que las escenas de la batalla final entre inmigrantes y ganaderos, que suponen el clímax del film, resultan largas y hasta embarulladas, pues eso, que el resultado final es, como poco, desconcertante.
Todo ello a pesar de que cuenta con una buena banda sonora y con una fotografía que, a la postre, es lo mejor del film. Vilmos Zsigmond aporta unas preciosas composiciones con predominio de los claroscuros, parece como si lograra atrapar en alguna de ellas toda la melancolía de que está cargada la narración.
Me gustaron mucho las escenas de los bailes, tanto el vals que bailan los universitarios (quizá resulte un tanto larga la secuencia), como la danza sobre patines de los inmigrantes; en ambos, Cimino se luce con el movimiento de cámara.
Y otra escena que merece la pena, está al principio del film, cuando nos presenta al personaje que interpreta Christopher Walken, su sombra se proyecta amenazadora detrás de una sábana tendida antes de disparar a quemarropa contra un emigrante, y luego su imagen alejándose de allí, con la cámara encuadrándole a través del agujero que ha abierto en esa misma sábana de un escopetazo.
La verdad es que no puedo opinar porque no la he visto, pero casi todo aquello en lo que esté por medio Kris Kristofferson es malísimo en lo que a mi experiencia se refiere...
ResponderEliminarSaludos y a disfrutar de los festivos
Pues aquí está bastante bien.
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