Tras regresar a Moscú desde su exilio en Aleksándrov, el zar Iván (Nikolai Cherkasov) se enfrenta de nuevo a los boyardos que desean deponerle debido a la pérdida de muchos de sus privilegios e influencia. Estos se han aliado con la tía del zar, Efrosinia Staritskaya (Serafima Birman), cuya ambición es ver en el trono moscovita a su hijo Vladimir (Pavel Kadochnikov), un hombre apocado y débil mental que únicamente desea que le dejen vivir tranquilamente y no está de acuerdo con las ansias de poder de su madre.
Iván está cada día más paranoico, convencido de que la conjura contra su persona es, en realidad, un ataque a la unidad de Rusia. Para debilitar del todo el poder de los boyardos, decreta la Opríchnina, mediante la cual se reserva algunos territorios que se deberán a la absoluta autoridad del zar, en ellos tiene derecho incluso a disponer de la vida y muerte de sus habitantes. Además de los boyardos, ésto le traerá la enemistad de la iglesia, que tenía derecho a recaudar tributos y se ve privada del mismo.
Comienza un periodo en el que la mano de hierro del zar golpeará con dureza llevándose por delante a todos los que considera sus enemigos y, por ende, enemigos de Rusia.
Segunda entrega de Iván el Terrible que debido a los problemas con las autoridades soviéticas, no verá la luz hasta 1958, con su director y guionista Sergei M. Eisenstein muerto y enterrado. Eisenstein pretendía completar la saga con una tercera película que jamás llegó a rodarse íntegramente y lo poco que de ella pudo llevar a cabo, se ha perdido irremisiblemente.
Esta segunda parte se centra en el episodio que llevó a la tía del zar, Efrosinia, a intentar hacerse con el poder para su hijo Vladimir, aliada con la poderosa nobleza terrateniente que veía peligrar sus priviliegios.
Con un Iván al que se nos presenta presa de terribles obsesiones, acentuadas tras la muerte de su esposa, que le han convertido en un ser egocéntrico, despótico, cruel y paranoico.
Las actuaciones todavía conservan muchos de los tics del cine mudo, con un estilo declamatorio y una gestualidad exagerada de la que, sin embargo, el realizador sabe sacar partido convirtiendo estos excesos en una de las virtudes del film. Excesos que se extienden a los decorados y puesta en escena en general del film, tremendamente recargados, contribuyendo a remarcar la imagen opresiva que se nos desea transmitir.
En el apartado técnico, la película es una verdadera delicia, con una fotografía magistralmente planificada por el colaborador habitual de Eisenstein, Eduard Tisse y una maravillosa banda sonora del maestro Serguei Prokofiev, que tiene aún más relevancia en este film en el que muchos ven una estructura similar a la de la ópera, con algunos momentos que nos recuerdan a este tipo de espectáculos musicales.
Quien quiera ver en la película una crítica a Stalin y a su régimen de purgas y mano férrea, no tiene que esforzarse mucho: Iván es Stalin. Esto debió verlo bien claro el dictador y como quiera que la figura de Iván no es ensalzada, como ocurría en el primer film, sino retratada como la de una persona obsesiva que cree firmemente en su destino mesiánico, la película fue prohibida en la URSS.
Hay una escena en la que se ve cláramente el paralelismo, cuando Iván está hablando de que se ha quedado sin amigos, los que tenía le han traicionado (¿Trotsky, Zinoviev y Kamenev?) y que él no teme a sus enemigos por serlo, sino porque lo son de la unidad de Rusia y que ante eso, está dispuesto a actuar a sangre y fuego (¿las purgas?)
Como curiosidad, señalar que una parte del film, la que corresponde al final, desde la fiesta que va a suponer el fin de Vladimir y de sus posibilidades de acceder al trono, está rodada en color. Los rusos se hicieron con unos rollos de película procedentes de la productora alemana UFA, de los que se incautaron como botín de guerra y Eisensntein los aprovechó para llevar a cabo esta mezcolanza de blanco y negro y color que convierten a esta película en un film más extraño aún de lo que ya era por sí.
+++ Que maravilla de primeros planos. +++
ResponderEliminarHasta sobrando, como sobran muchos de ellos, son de una belleza y una expresividad que todo se perdona.
EliminarNo la he visto, pero desde luego muy curioso eso que cuentas de la parte que está rodada en color.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Sí, un dato curioso.
EliminarEisensntein utiliza muy bien la fotografía para transmitir la grandiosidad de la historia. Buena crítica.
ResponderEliminarLa fotografía de Tisse está magníficamente planificada y ejecutada.
Eliminar¿De qué me suena eso de que los ataques que recibe el gobernante se interpretan como ataques al país que se gobierna?
ResponderEliminarSí, pobrecitos.
EliminarSi no fuera porque las consecuencias las pagamos los demás, darían pena.
Son un tanto patéticos.