Tras derrotar a Pompeyo, Julio César (Louis Calhern) es elegido nuevamente cónsul de Roma, en tanto sus tropas le proclaman dictador del Imperio de por vida.
Sin embargo, todas estas muestras de poder, inducen a un grupo de patricios, con Cayo Casio (John Gielgud) a la cabeza, a conspirar para acabar con César, acusándole de querer proclamarse rey y acabar con la república, cuando en realidad, al menos de manera pública, César rehusa los ofrecimientos que se le hacen en tal sentido.
El partido de los conspiradores trata de convencer a Bruto (James Mason), hijo adoptivo de César, para que se alíe con ellos. Bruto acaba cediendo, pero sus acciones van guiadas por el sentido del deber y por el respeto a sus antepasado que, en su momento, se opusieron a Tarquino cuando era rey de Roma. El resto de los conjurados obran por venganza, por intereses personales o por viejas y nunca olvidadas rencillas contra César.
Cuando se produce el asesinato de César, a los pies de la estatua de Pompeyo, sus amigos y aliados se disponen para tomar venganza.
Joseph L. Mankiewicz dirige la que para muchos es la mejor adaptación que se ha hecho jamás de la obra teatral de William Shakespeare que, con el mismo nombre, recrea la conspiración contra el dictador romano que, a la postre, acabó con su vida.
Mankiewicz opta por respetar el texto del autor inglés y, no sólo eso, sino que toda la película tiene una estructura teatral, rodada en decorados, salvo una pequeña parte que corresponde con la batalla de Filipos, donde Bruto y los otros conjurados son derrotados definitivamente por Octavio (Douglass Watson) y Marco Antonio (Marlon Brando). Así pues, la película se convierte en un film donde los actores y el texto, priman sobre lo demás.
Magníficas interpretaciones, todas ellas, con momentos sublimes cuando se producen los discursos de Bruto, primero y Marco Antonio después, en los funerales de César y con la aparición Brando portando el cadáver de Julio César en brazos, como uno de los momentos más emotivos del film.
Siguiendo el camino marcado por Shakespeare, el film impone sobre el rigor histórico, la exploración sobre algunas de las pasiones humanas que rodean el poder y su ejercicio: La vanidad, la venganza, la envidia, los celos, el resentimiento..., estudiando los comportamientos individuales y colectivos ante estas complejas situaciones.
Todo un thriller político que sigue teniendo vigencia, donde la manipulación de las masas y la demagogia interesada encuentran sus contrapuntos en los dos personajes principales y antagónicos: Bruto y Marco Antonio. El primero actúa por sentido del deber y sin ambiciones personales, el segundo sueña con ocupar el puesto de César. Quién salió triunfador del duelo, la Historia nos lo dice, como casi siempre, el ambicioso supo jugar mejor sus cartas.
Un clásico imperecedero.
ResponderEliminarY muy bien adaptado al cine.
EliminarDesde luego la interpretación de los artistas es muy buena.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Es una gozada verlos interpretar.
EliminarGran película y de actualidad hoy en día. Le dieron el Oscar a la mejor dirección artística. Buena explicación.
ResponderEliminarComo tantas obras del genio inglés, sus personajes se han convertido en arquetipos de las pasiones humanas.
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