El 13 de diciembre de 1937, las tropas japonesas tomaron la ciudad de Nanking. La ocupación y los hechos que se desencadenaron en la ciudad y sus alrededores constituyen uno de los episodios más negros y más debatidos de la guerra chino-japonesa que precedió a la II Guerra Mundial.
Los comandantes del ejército nacionalista chino habían huido de la ciudad antes de la entrada del ejército nipón, dejando atrás a miles de soldados chinos atrapados en la ciudad amurallada. Muchos de ellos se quitaron sus uniformes y escaparon a la llamada Zona de Seguridad preparada por los residentes extranjeros de Nanjing. Con el pretexto de capturar a los soldados disfrazados de civiles, se desató la barbarie y las tropas comenzaron el pillaje, la violación, y la matanza de civiles y prisioneros de guerra. El alcance de las atrocidades es debatido entre China y Japón, y va desde la afirmación del gobierno chino de una cifra de muertos no combatientes superior a 300.000, hasta la afirmación del ejército japonés en el Tribunal Militar Internacional del Lejano Oriente (conocida como el Tribunal de Guerra de Tokio) después de la Segunda Guerra Mundial, de que las cifras de muertos eran todas de militares y que no hubo masacres organizadas o atrocidades cometidas a los civiles. El caso es que hubo testigos de lo que allí ocurrió: la colonia extranjera.
Al empezar los bombardeos casi todos los occidentales abandonaron la ciudad, excepto 22. Unidos en un improvisado Comité Internacional para la Zona de Seguridad de Nanking, la colonia occidental contribuyó a salvar las vidas de al menos 50.000 chinos que allí encontraron refugio. Las atrocidades ponen los pelos de punta: Niños lanzados al aire para que se ensartaran en las bayonetas; personas que fueron enterradas en el suelo hasta la cintura, para después ser aplastadas por los tanques; prisioneros que fueron utilizados para que los soldados japoneses practicaran en ellos el uso de las bayonetas; decapitaciones a espada limpia; castraciones; violaciones y mutilaciones a mujeres, incluso ancianas, algunas asesinadas después y otras convertidas en esclavas sexuales para el ejército... El ensañamiento fue atroz y las heridas no se han cerrado, constituyendo uno de los asuntos que siguen enfrentando a ambos paises, ya que en Japón, algunos sectores de la sociedad siguen negando que aquello ocurriera y argumentan que es un montaje propagandístico.
En medio de la barbarie, siempre hay personas que sacan a relucir su valentía y se enfrentan a los hechos como pueden en lugar de volver la vista. Hemos hablado ya de la colonia occidental, allí trabajaron codo con codo, desde misioneros, hasta nazis alemanes que hicieron lo que pudieron. Es llamativo el caso de John Rabe, el "Oskar Schindler de Nanking" (1882-1949). Trabajaba para Siemens en China, y era el líder del Partido Nazi local. Fue él quien organizó la zona internacional de seguridad, usando para eso las embajadas, la Universidad de Nanking, y también las propiedades de las cuales era dueño. Asimismo, haciendo valer su calidad de prominente miembro nazi (Alemania y Japón ya eran aliados por ese entonces), se encaró con las autoridades japonesas, pidiéndoles que detuvieran la masacre, aunque sin resultados. Dejó un testimonio de primera mano, en un diario que llevó en aquellos tiempos, y que tiene unas 1.200 páginas. Regresó a Alemania en 1938 e intentó denunciar las atrocidades que había presenciado en Nanking. Pero la Gestapo lo detuvo, porque Japón y Alemania eran aliados, y por lo tanto, Rabe había ayudado a un país enemigo. Después de la Segunda Guerra Mundial no le fue mejor; rusos y británicos lo interrogaron, y John Rabe pidió ser desnazificado. Obtuvo lo que pedía tras un juicio que le dejó en quiebra. Al enterarse de su apretadísima situación económica, los sobrevivientes de Nanking tuvieron un extraordinario gesto humanitario: Organizaron la recolección de dinero y comida para su salvador, y le enviaron una pensión cada mes. Esto duró hasta que en 1949 los comunistas llegaron al poder. De todas maneras, Rabe ya no necesitó más ayuda, falleció un mes después, de un ataque al corazón. John Rabe, uno de los más grandes héroes humanitarios de todo el siglo XX, tenía 66 años.
Hay otra persona, que ha sido llamada "la última víctima de Nanking", se trata de la norteamericana de origen taiwanés Iris Chang. Sus abuelos maternos eran supervivientes de los hechos de Nanking, de ahí le vino su curiosidad por el tema, pero al indagar, se encontró con que apenas había documentación y, desde luego, nada que ver con la abundancia de publicaciones sobre el Holocausto, de manera que inició su propia investigación. En 1997 publicó un libro con el resultado de sus investigaciones que desató una enorme polémica, porque los chinos querían normalizar relaciones con los japoneses, y los japoneses olvidar sus propios crímenes de guerra. Además, Iris Chang lanza la sugerencia de que Estados Unidos contribuyó a crear un manto de impunidad sobre estos crímenes de guerra, a cambio de la información que Japón pudiera proporcionar sobre sus experimentos realizados en el campo de la guerra bacteriológica, con prisioneros de guerra chinos.
Iris Chang se vio envuelta en una vorágine que la llevó lentamente a la depresión. El 9 de Noviembre de 2004, Iris Chang salió de su casa conduciendo su automóvil, y a poca distancia se pegó un tiro en la cabeza. Tenía 36 años. Una de las conclusiones a las que había llegado Chang, era que el general Iwane Matsui, que había sido juzgado, declarado culpable como responsable de las matanzas y ahorcado en 1948 por orden del Tribunal de Guerra de Tokio, estaba enfermo en aquellos días, y que probablemente fuera el Príncipe Asaka, de la Casa Imperial japonesa, quien estuviera a cargo, y por lo tanto fuera el responsable directo. Sin embargo Asaka sólo prestó testimonio ante el Tribunal, y nada más, y eso tan solo para negar los hechos; había un pacto previo entre Hirohito y Douglas McArthur, de que ningún miembro de la Familia Real iba a ser llevado a juicio.
Los japoneses, tan educados ellos...
ResponderEliminarSaludos
Y presumiendo de cultura milenaria.
EliminarEn todos los conflictos bélicos pasa lo mismo. En ambos bandos hacen las que pueden y luego se disculpan. Y el enemigo agranda siempre los crímenes del contrario. Unos y otros suelen dejar pocos documentos de sus fechorías. Y detrás vienen los historiadores, y son incapaces de fijar la realidad de los hechos y jamás coinciden en los datos que dan.
ResponderEliminarSe corre el velo de la ignominia y la vergüenza.
EliminarSi ocurrió tal cual, desde luego menudos cabrones. Cometieron autenticas barbaridades, aunque luego ya sabemos que cada uno cuenta la feria como le va. Incluidos los historiadores que por supuesto según el color que tengan, así te lo cuentan.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
El caso es que al hoyo van los de siempre.
EliminarNo hace mucho vi como un japonés residente en España se negaba a montar en el coche de un español porque era coreano. Al principio nos lo tomamos a broma, pero era totalmente en serio. Alucinados nos quedamos.
ResponderEliminarCreo que aquí no conocemos bien su forma de pensar.
EliminarNo conocía el final de la Historia.Las connivencias entre "enemigos" en la Guerra sulen ser muy curiosas.He estado en China y ésta herida sigue abierta en ellos:Llaman a los japoneses "los enanos de las islas".
ResponderEliminarEs que aunque a alguno le parezcan lejanos, históricamente estamos hablando de cosas de anteayer, como quien dice, así que no me extraña que aún tengan presentes aquellos oscuros días.
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