Diego Ansúrez es un hombre de mar y como todo marino que se precie, no se siente a gusto cuando pasa más tiempo de la cuenta en tierra, así que se enrola en la tripulación de la fragata Numancia como segundo contramestre. Galdós relata las peripecias personales de Ansúrez que busca a su hija Mara después de que esta huyera con su pretendiente, el criollo peruano Belisario Chacón. Pero también viviremos una de esas páginas de la olvidada historia de España, cual es la vuelta al mundo de la Numancia, la joya de la Armada española, el primer acorazado del mundo en circunnavegar la tierra, en contra de las previsiones de los expertos que decían que un barco de estas características no podría dar la vuelta al mundo.
El comandante de la nave era el insigne marino Casto Méndez Núñez que había recibido la orden de unirse a la flota del Pacífico.
La novela es una maravilla en la descripción de la vida a bordo, con todos sus peligros y las pequeñas anécdotas que aderezan el día a día de los marineros.
Asisteremos al bombardeo del puerto chileno de Valparaiso por parte de la flota española, aquel episodio en el que Méndez Núñez pronunció la frase que ha pasado a la Historia: Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra.
Desde allí se dirige al puerto de El Callao, para bombardearlo y cuando se dispone a hacerlo, le llegan las órdenes del gobierno de que la escuadra regrese de inmediato. Méndez Núñez considera una indignidad la retirada y le dice al alférez de navio Álvarez de Toledo, portador del pliego con las órdenes: Usted no ha llegado todavía; llegará pasado mañana, y en cuanto me comunique la orden del Gobierno, me apresuraré a obedecerla.
El caso es que la flota española destruyó las fortalezas defensivas del puerto peruano y, aunque aquello no sirvió de nada, dejó a salvo el honor de las armas españolas.
Algunos personajes de la novela son auténticos símbolos. Por ejemplo, Belisario y su familia, los Chacón, simbolizan a la nobleza criolla, españoles criados en Perú, cuya raza se ha mezclado con los indígenas, símbolo racial y cultural del Perú independiente y republicano tras la emancipación de la metrópli que ellos y otros como ellos han auspiciado o el hijo de Mara Ansúrez y de Belisario Chacón, en el que Galdós quiere simbolizar la reconciliación de ambos pueblos.
Es una de las pocas novelas de ambiente marino y de aventuras de la narrativa española de esos años en los que estaba en pleno auge Verne y, un poco más tarde, Conrad, por ejemplo y un magnífico medio para conocer una página de nuestra Historia contada con la maestría de siempre por uno de nuestros más grandes escritores.
En los episodios uno ya se sorprende de cómo la gente se va encontrando por casualidad por todo el país, pero es que aquí el escenario es todo el globo, y aún así cobra todo su sentido eso de que el mundo es un pañuelo.
ResponderEliminarGaldós crea un universo de personajes imaginados que intercala con los que de verdad existieron y lo hace muy bien, sin duda.
EliminarTrecce si no estoy muy mal encaminado creo que a través de aquella carta contestataria de Méndez Núñez también dijo o al menos se le atribuye aquello de: Más vale honra sin marina que marina sin honra. Buena obra esta de Galdós.
ResponderEliminarSaludos.
No sé lo qué diría, pero me quedo con la gallardía de aquellos hombres que anteponían el honor (eso que llamamos vergüenza) a sus intereses personales. Nada que ver con los altos mandos del ejército de ahora que se bajan los pantalones ante la Chacón de turno por no perder un ascenso. Ellos lo llaman disciplina...
Eliminarno conocía esta obra de Galdós, y la expones e introduces muy bien, Trecce, gracias
ResponderEliminarsaludos blogueros
Gracias a ti, José Antonio.
EliminarHe estado visitando su página, muy interesante y, sobre todo, muy documentada.
ResponderEliminarUn periodo histórico atractivo, como tantos otros y doloroso en la Historia de España, más allá de gestas de sobra conocidas, el paso de las tropas francesas dejó asolado buena parte de nuestro patrimonio, con algún ejemplo concreto muy doloroso en mi caso particular, por haber dejado arruinada una de las joyas más impresionantes de mi querida ciudad natal.