Martín (Luis Peña) y Antoine (Joaquín Navales) llegan a España para organizar una banda de atracadores. Una vez instalados se ponen en contacto con Román (José Suárez) un viejo camarada que, a su vez, buscará otro colaborador "El Picas" (Carlos Otero) con alguna experiencia en acciones de este tipo y que les puede proporcionar armas. Martín convence a Román para que adelante la cantidad de dinero que necesitan a fin de cometer varios atracos a bancos y grandes empresas en la ciudad de Barcelona. Aunque las acciones que llevan a cabo no salen del todo mal, durante una inspección rutinaria en el puerto, la policía los descubre y en el intento de huida se produce un tiroteo en el que muere un policía.
En medio del panorama del cine español de los sesenta, en el que la mayoría de las producciones eran de consumo rápido y buscando una pronta rentabilidad económica, de vez en cuando, los mismos realizadores y productores que hacían esas otras películas bastante mediocres, nos dejaban muestras de su conocimiento del medio y de que estaban a la altura de cualquiera, quedando claro que si el cine nacional iba por otros derroteros, era por otras razones, pero no por falta de talento.
El guión de Miguel Cussó y el propio realizador, Francisco Pérez-Dolz, desarrolla un relato original de José Mª Recarte y no es sino una recreación muy libre de las andanzas de dos anarquistas, Quico Sabaté y Josep Lluis Facerías que habían sido abatidos poco tiempo antes (en 1960 y 1957 respectivamente).
La película tiene un cierto valor documental y pienso que no es sólo debido al paso de los años, sino a que ya fue concebida así, bebiendo de las fuentes de la nouvelle vague, cuyas influencias comenzaban a llegar, de este modo, tiene muchas escenas rodadas en las calles y edificios públicos de Barcelona que nos muestran a sus gentes tal cual y en el ambiente en el que se movían cada día.
Las interpretaciones son correctas y muy creíbles, destacando sobre todas la de Luis Peña que desarrolla un magnífico trabajo.
La música, tiene pasajes jazzisticos y la fotografía cuenta con algunos planos muy interesantes que ponen de manifiesto una gran tarea de elaboración y un perfecto conocimiento del medio.
Quizá los mayores defectos estén en el montaje. Por contra, en algún lugar he leído que los personajes están poco perfilados y que no se profundiza en ellos. No estoy de acuerdo, creo que los tiempos no estaban para profundizar demasiado dado el tipo de personajes de que se trata o qué se quiere ¿que se desarrollen las inquietudes políticas de los mismos? Bastante hacen que dejan más que claro su pasado político y que se nos deja entrever (más que entrever, diría yo) que la familia de Román malvive al frente de un lavadero público porque es a todo lo que puede aspirar tras haber estado en el bando perdedor de la guerra.
Obviamente, los autores del film sabían de sobra que tenían que enmascarar ciertos aspectos, así, para despistar un poco, los miembros de la banda se nos presentan como antiguos comunistas, para que no se viera tan claro que eran los mencionados Sabaté y Facerías, porque algunas de las cosas que se nos narran están tomadas de hechos reales, como el primer y largo plano-secuencia del atraco al garaje, que se corresponde con un hecho que llevó a cabo en 1956 Facerías o el atraco a la caja de ahorros, igual a otro que perpetró en los mismos lugares en que se ruedan estas escenas (junto al mercado barcelonés del Born) Quico Sabaté a una sucursal del Banco Central. Incluso se toman detalles como la dinamita utilizada para amedrentar a los clientes y que en realidad eran cilindros de madera, o que las armas se transportaron en una cesta.
La película tiene algunos toques de modernidad inusitada para el cine español de la época: La más que insinuada homosexualidad de Martín; la recreación que se nos presenta de los meublés al servicio de la burguesía barcelonesa...
A pesar de todo, de que explícitamente se nos dice que Antoine viene de la escuela de activistas de PC francés en Toulouse (no se dice tal cual, pero sí que viene de esa ciudad y se da una dirección concreta que corresponde a esa escuela); de que todos los diálogos de la señora Quimeta durante las escenas de la masía, son en catalán; sólo intervinieron las tijeras de la censura en dos escenas: El descubrimiento del cuerpo ahorcado de uno de los personajes y un camisón que se deslizaba hasta el suelo en una escena íntima entre Román y su amante (María Asquerino).
No estamos ante un gran guión, ni ante una película deslumbrante, pero sí ante un producto muy digno, una historia bien contada, emocionante y bien planificada.
Pero nació muerta, ya desde el principio se vio que nadie iba a hacer nada por ella. Se estrenó en Barcelona en 1963 en régimen de programa doble, acompañando a una peli austriaca que nadie recuerda (Romance en Venecia) y hubo que esperar casi dos años para verla en Madrid, donde la crítica la masacró. Había que dar crédito a la versión oficial y el submundo del gansterismo y similares sólo se daba en EE.UU., en España no había cosas así ¡sólo faltaba! y claro, dijeron de ella que era una burda copia del cine francés y americano.
no la conocía, gracias por descubrirmela con la mesura y brillantez habituales
ResponderEliminarsaludos blogueros
Gracias a ti, José Antonio, por tus amables comentarios.
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