martes, 15 de noviembre de 2011

EL PAJE DEL DUQUE DE SABOYA

Lo dijo el presidente francés Jacques Chirac: “…Con Vd. nosotros fuimos D’Artagnan, Monte Cristo o Balsamo; recorrimos las calles de Francia, participamos en batallas, visitamos palacios y castillos; con Vd. nosotros soñamos…”
No hablaba de otro que de Alejandro Dumas, el autor de “Los Tres Mosqueteros”, “El conde de Montecristo”, “El Tulipán Negro”, el escritor viajero y mujeriego, el amigo de Garibaldi, que hizo de su vida una aventura y que por ese mismo camino, por el de la aventura, supo llevar como nadie, a través de sus escritos, publicados hasta el mismo momento de su muerte, a tantos y tantos lectores de entonces y de siempre.
Me llamó poderosamente la atención no encontrar reseñas de esta novela que hoy traemos a este humilde blog, sobre todo porque en ella hay personas y lugares que son parte de la historia española, cuando España era el Imperio en que no se ponía el sol.
El personaje central es Manuel Filiberto de Saboya, que fuera general de los ejércitos imperiales y que continuó al servicio de la corona española durante el reinado de Felipe II, hasta que vio libres de la ocupación francesa sus posesiones.
A los hechos más o menos históricos, acompaña Dumas con una historia paralela, verdadero eje de la novela, en el que narra, por un lado la relación del Duque con su hermano de leche, escudero y amigo, Reinaldo apodado Scianca Ferro (Rompehierro), por su fuerza descomunal y con su paje, León, a quien había salvado la vida, cuando lo encontró en medio de la campiña junto al cadáver de su madre. De otra parte, lo que Dumas llama una compañía de aventureros y que traducido al román paladino y desprovisto de la épica novelesca, llamaríamos una banda de buscavidas, matones que venden su espada al que más pague y que no dudarían es coser a puñaladas a quien se tercie a cambio de algo que rapiñar, pero a los que el autor sabe dar un barniz de pícaros, entre simpáticos y honorables (a su manera, claro) y que le sirven para guiarnos a través de las filas francesas en las diversas batallas y escaramuzas que se relatan y para introducirnos entre la corte parisina para enterarnos por ellos de los planes primero de Francisco I y, más tarde de su hijo Enrique frente a las tropas españolas.
El paje de Manuel Filiberto guarda un secreto que sólo ellos conocen y que nos llevará por las sendas del romanticismo y la tragedia, tan del gusto de una parte de los lectores (y lectoras) de este tipo de literatura, al menos en la época en que fue escrita.
La parte histórica de la novela, se centra entre el final de los reinados de Carlos V y Francisco I, por un lado y el inicio de los de Felipe II y Enrique II, por otro y narra las luchas y disputas tanto armadas como diplomáticas entre España y Francia por conseguir la supremacía en el continente lo que, con permiso de Inglaterra y los otomanos, suponía decir de todo el orbe.
Una buena parte de los capítulos están dedicados al asedio y posterior toma de San Quintín y a la batalla que el 10 de agosto de 1557, libraron las tropas de Enrique II, al mando de los hermanos Montmorency y los tercios españoles, comandados por Manuel Filiberto de Saboya. La derrota puso a Francia contra las cuerdas y según Dumas pudo haber sido peor, pues achaca a la poca decisión de Felipe II (exceso de prudencia del Rey Prudente) que, contra lo deseado por Manuel Filiberto y otros generales del ejército español, decidió no avanzar sobre París que era fruta madura.
Tras esta batalla y la posterior recuperación por los franceses del importante puerto de Calais, cabeza de puente de Inglaterra en Francia, gracias a la acción del Duque de Guisa y cuando cobraban nuevos ánimos y parecía que levantaban cabeza, los franceses volvieron a ser derrotados por los españoles en Gravelinas, lo que obligó a la firma de la Paz de Cateau-Cambrésis que, entre otros acuerdos, establecía el matrimonio del Duque de Saboya con Margarita de Valois, hermana del rey francés y que le fuera restituido su ducado.
Dumas no es para nada chauvinista, al menos en general, al contarnos, a su manera, todos estos episodios y no se porta mal al hacer el retrato de los monarcas españoles, de sus generales y del conjunto de sus tropas.
De Felipe II, no dice nada que no se haya dicho aquí, en su propio país. Poco amante de las armas, inteligente, de carácter adusto, dice de la corte española que es la de etiqueta más rígida de todas las europeas y la pobre Isabel de Valois, con la que va a contraer matrimonio fruto del tratado antes mencionado, se prepara para aguantar como pueda a un hombre mayor que ella, pero también a una corte de la que presume una especie de encierro monacal. El negro será el color que la espera.
Un punto de admiración es lo que denota el autor cuando nos habla del César Carlos, a quien trata de tal, de príncipe poderoso, valiente, excelente guerrero y tiene un capítulo que me pareció de lo más entrañable, en el que después de habernos referido la abdicación del Emperador a favor de Felipe II, nos narra la situación en que queda este y lo hace de una manera casi poética, pues hace ver que Carlos se retira a sus aposentos y cuando llama a la servidumbre para que enciendan las lámparas y aviven el fuego, nadie acude, están celebrándolo con el nuevo rey y el que fuera el hombre más poderoso del mundo hace una serie de reflexiones sobre lo pronto que olvidan los siervos al señor que ha perdido su poder.
Una relato en el que asistimos a una serie de hechos que marcaron el destino de Europa y del mundo a partir de esa segunda mitad del siglo XVI, en los que España fue protagonista y algunos de los cuales se nos narran aquí de forma novelada, con altibajos en la narración, algunas veces un tanto lenta, sobre todo en los capítulos dedicados a los aventureros de los que antes hablé, que a los amantes de la historia les traerá un montón de nombres reconocibles y les permitirá, a través de sus conocimientos, desvelar las licencias narrativas que Dumas utiliza de cuando en cuando y quizá algún error que se deslice en sus páginas.
Al lector, en general, le permitirá acercarse a una obra poco conocida del padre de D’Artagnan y decidir si es de su gusto el estilo narrativo del hombre de quien Marie Cessette, la esclava dominicana que fue su madre dijo, tras hojear un cuaderno de caligrafía de su hijo, en sentencia que la incapacitaba del todo para ejercer de adivinadora: Todos los tontos tienen buena letra.

Esta reseña fue publicada, también, en HISLIBRIS 




1 comentario:

  1. Hola Trece: si le dedicas el mismo fervor que a las películas de cine negro ,a este gran y vasto autor Alenxandre Dumas tienes para finales de siglo ;^) . Esta en concreto que señalas pertenece a esa grupo de Crónicas de la Historia noveladas,me imagino, por ahí andan también Los Borgia y Los Médicis,pero esta novela no lo conozco. No me extraña que hasta hace muy poco ,muchos franceses pensaran que tenía a "negros" escribiéndole (mejor que negros podrían llamarles anónimos,n´est pas?).... Mi acercamiento a Dumas fue con el Conde de Montecristo ,quedé prendada . En fin,este Dumas, el otro Dumas que era hijo natural y escribió "la Dama de las Camelias",hay gente y familias ¿verdad? que son polvorines de creación. Alguien tan prolijo en literatura como Dumas (padre) con esas cantidad de aventuras amorosas ¿cómo le dio tiempo a escribir tanto? alguna esclava oficial tendría,digo yo,porque..Un saludo Trece

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