Hay cosas que están tan arraigadas en nuestra sociedad que ni siquiera se nos ocurre pensar que no siempre fueron así y que han sufrido mil y un avatares hasta llegar a ser lo que conocemos.
Una de ellas es la celebración de los cumpleaños, nuestros propios aniversarios.
Esta costumbre se remonta, como tantas, al origen de los tiempos y a la creencia, en algunas culturas antiguas, de que cuando nacemos hay alguna especie de fuerza o espítiru que nace con nosotros y que nos protege durante toda nuestra existencia. Algo que también ha sido adoptado por nuestra civilización judeo cristiana en la figura del ángel de la guarda.
Los egipcios celebraban los cumpleaños, pero sólo de sus faraones. Y en el mundo griego y, posteriormente, en Roma, se hacía algo que ha llegado hasta nosotros: Encender lamparitas sobre una especie de pastelillos que eran sopladas, en la creencia de que el humo que desprenden al ser apagadas, asciende hasta la divinidad y le transmite el deseo que hemos formulado de manera íntima.
Durante siglos, la Iglesia veía mal estas celebraciones, pues eran de tradición pagana, y más si tenemos en cuenta que, según la doctrina entrábamos en el mundo manchados por el pecado original, así que no había nada que celebrar. Hasta que en el siglo IV, la Iglesia empezó a modificar su actitud respecto a las celebraciones de los cumpleaños, a lo que ayudó, sin duda, el inicio de serios estudios para determinar la fecha del nacimiento de Cristo. Con la celebración de la natividad de Jesús, el mundo occidental recuperó la celebración de los cumpleaños, si bien quienes lo celebraban eran reyes y gentes principales, no creo que las clases humildes tuvieran demasiado que celebrar, quizá de ahí provenga la costumbre de colocar coronas en la cabeza del niño agasajado.
La costumbre del pastel, resurgió entre los campesinos alemanes en la Edad Media, a través de un nuevo tipo de celebración, una Kinderfeste, ofrecida específicamente a un niño o niña (Kind). Es de estos festejos de donde viene, practicamente, toda la parafernalia que rodea ahora a los cumpleaños, pues en ellos se encendía una vela por cada año del niño (más una que representaba toda la vida), se le hacía al niño la comida que más le gustaba, se le entregaban regalos y, al final de la celebración, justo antes de dar cuenta del pastel, se soplaban todas las velas mientras formulaba un deseo.
¿Hay alguna tradición, que sea totalmente, cristiana?
ResponderEliminarTodas las que conozco, tienen sus orígenes en tradiciones paganas, y cuanto más cerca están de ellas, más bonitas y entrañables son.
Más que paganas o no paganas, yo creo que lo que demuestran cosas como esta es que son tan antiguas que acompañan al hombre por otros motivos diferentes a las creencias religiosas, aunque se les acompañe de esta envoltura.
ResponderEliminarNada nuevo hay bajo el sol.
ResponderEliminarCuando era niña mi madre llenaba la casa de globos y dibujos en nuestros cumpleaños y eso me hacía sentir de un modo muy especial; ahora la cosa va teniendo cada vez menos gracia jeje
Es cierto que cuando de veras se disfrutan estas cosas es de crío.
ResponderEliminarLo pagano es tan sumamente variopinto, variado y disperso, que siempre vamos a encontrar algo que se le parezca.
ResponderEliminarCreo que lo importante es que cuando se haga algo no tengamos en mente estar adorando o reverenciando a alguna deidad pagana, porque si no, no podríamos hacer prácticamente nada.
Creo que en estos momentos ya no está unido a la religión, es una más de nuestras tradiciones, otra cosa es el origen que tenga, pero eso, ahora, sólo es una curiosidad.
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