martes, 4 de mayo de 2010

RINCONES DE ZAMORA (MIRADOR DEL PIZARRO)


Zamora y el Duero, el Duero y Zamora. Ambos inseparables, a veces de espaldas, otras codo a codo, más siempre unidos, como un matrimonio que se precie, disputas y amores.
Varios son los balcones desde los que la ciudad se asoma al río, a su río: San Cipriano, el Troncoso, jardines del Castillo... Cualquiera de ellos posee su encanto propio y común a los otros a un tiempo.
Yo me asomo hoy al Mirador del Pizarro. Cuando caminamos por la Rúa, apenas rebasada La Magdalena, al otro lado de la calzada, aparece una calle que nos saluda como escondida, tímida, es la calle de Pizarro, que nos puede pasar hasta desapercibida. Quien se fije en ella lo hará casi de casualidad, porque la atención está absorta en tantas otras cosas que nos sorprenden y acompañan en nuestro caminar, o porque vamos apremiados por la cercanía a la Catedral. Si nuestra mirada tiene la suerte de desviarse hacia esa bocacalle, nos parece atisbar al fondo un paisaje diferente y cuando nos fijamos, nos damos cuenta de que desde allí se ve el lejano campo. Al desviarnos para descubrir más de cerca lo que aquella estrecha callejuela esconde y muestra a la vez, vemos que esta se va abriendo y si siguiéramos su curso serpenteante, allí donde ya toma el nombre de Cuesta del Pizarro, llegaríamos al mismo río, pero no podremos pasar dejando de lado el espléndido mirador, en una especie de plazoleta ajardinada (justo ahí donde se atisba el olivo que se ve en la foto tapando un poco el puente) que hay en lo alto de la cuesta. Desde allí contemplamos el viejo puente medieval, alguno de los barrios de la margen opuesta y la campiña que rodea el Teso del Viso, entre el camino de Salamanca y el Guareña. Todo un remanso sacado de otro tiempo desde el que vemos en posición dominante toda la esplendidez que el río pone a nuestros pies.


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