Karen (Merle Oberon) y Marta (Miriam Hopkins), compañeras de la universidad y ya graduadas, convierten una granja que ha heredado Karen de su abuela en un colegio para chicas. Pero un día las dos profesoras y el doctor Joe Cardin (Joel McCrea), el médico que las animó a construir la escuela, se ven envueltos en un escándalo cuando una alumna perversa se dedica a difamarlos.
El guion, de la dramaturga norteamericana Lillian Hellman, adapta su propia obra teatral The Children's Hour, estrenada en 1934, dos años antes de la película.
El film introduce un cambio muy importante en la historia respecto a la obra de teatro por motivos de censura: en vez de ser una mujer que se enamora de la otra, en esta película se enamora del prometido de su amiga.
El propio William Wyler la llevaría de nuevo a la gran pantalla en 1961 como La calumnia, con Audrey Hepburn y Shirley MacLaine, esta vez manteniendo la historia original de la obra de teatro.
La propia Lillian Hellman manifestó que no estaba contrariada por los cambios que hubo de introducir en el guion, es cierto que el tema del lesbianismo hubiera resultado más provocador (estamos hablando de un film de hace casi cien años), pero al fin y al cabo, el fondo, incluso la forma del relato se mantienen tal cual, pues no es otro que la calumnia tejida por una jovencita perversa y malcriada que piensa que en cuanto alguien no atiende a sus caprichos la está menospreciando y por ello se siente castigada, viéndose empujada a devolver el golpe y lo hace de la manera más retorcida.
Si inventamos una mentira sobre alguien, es más que posible que acabe siendo descubierta, pero si tejemos un relato plagado de medias verdades, de comentarios tendenciosos, de sugerencias mal intencionadas, cogiendo la parte real que nos conviene y aderezándola con infundios de nuestra invención, es casi seguro que llegado a los oídos de la gente que solo escucha la parte morbosa, sea tenido por auténtico y más viniendo de una niña: "Los niños nunca mienten". Al menos esa es la extendida creencia.
Mary Tilford (una espléndida Bonita Granville), fabrica una historia que acabará con el crédito moral de los acusados y, aunque, como ocurre en la vida real, la verdad llegue a saberse, el daño ya está hecho y la honorabilidad jamás será devuelta en su totalidad a las víctimas, pues siempre habrá quien siga creyendo en el infundio como algo real o quien mantenga aquello de "algo habrán hecho".
Muy avanzada para su tiempo. Tal vez demasiado, de ahí los cambios respecto a la historia original.
ResponderEliminarSeguramente.
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