Richard Martin (Sam Neill), lleva a su casa un regalo, se trata del nuevo robot NDR-114, al que la pequeña de la familia pone el nombre de Andrew (Robin Williams). Desafortunadamente, la hija mayor de la familia no lo acepta, y le ordena saltar por la ventana, dañando severamente sus mecanismos. El padre celebra una reunión familiar y estipula que Andrew debe ser tratado como un ser humano, y como un miembro de la familia, en lugar de un electrodoméstico. Poco a poco, Andrew es aceptado como un miembro más de la unidad familiar.
Pero cuando Andrew, accidentalmente, rompe una estatuilla de vidrio perteneciente a Amanda (Hallie Kate Eisenberg), talla una estatuilla similar de madera. La familia se asombra de este signo de la creatividad original en un robot y Richard lleva a Andrew a su fabricante, NorthAm Robotics, para preguntar si todos los robots son como él. El responsable de la compañía ve este desarrollo como un problema y desea desechar a Andrew o, como él dice, "arreglarlo", ya que para la Compañía aquello supone una anomalía.
Profundamente enojado, Martin se opone a que manipulen al robot y lleva a Andrew de regreso a casa, donde le permite seguir su propio desarrollo: crear relojes de pared y otros artículos de madera. También anima a Andrew a educarse en las humanidades, le proporciona libros y le ayuda a entender los conceptos abstractos.
El guión se basa en un relato de Isaac Asimov escrito originalmente por encargo para una antología de relatos conmemorativa del bicentenario de la independencia de Estados Unidos que nunca se publicó, El hombre bicentenario es un clásico de la ciencia ficción.
Asimov dedica estas palabras a su relato en la introducción que escribió en 1990 para la antología Visiones de Robot: «Esta historia, que apareció por primera vez en 1976, fue mi exposición más clarividente del desarrollo de los robots. Trataba del deseo de un robot de convertirse en hombre y la forma en que realizaba este deseo, paso a paso. No tenía intención de escribir esta historia cuando la empecé, se escribió sola, y se trazó y entrelazó en la máquina de escribir. Acabó siendo la tercera de mis historias favoritas, entre todas las escritas.»
La película es ante todo, una original manera de acercarse a la figura de los androides y a una posible evolución hacia un tipo de seres que vaya más allá de la inteligencia artificial, es decir, que estén capacitados para evolucionar por sí mismos.
La meta de Andrew es humanizarse, adquirir sentimientos y emociones, algo similar a lo que ocurre en el Blade Runner con los replicantes. Chris Columbus opta por un relato que resulta melodramático en muchos momentos, para algunos un poco largo, pero a mí me ha gustado, tanto la manera de enfocarlo, como la duración del film, ya que, además de no hacerse pesado, cuenta con cierto detalle los pasos en la evolución interna y externa de Andrew.
La banda sonora es de James Horner y, aunque pueda sonar a otros trabajos ya escuchados del autor, cuenta con una canción final, Then You Look at Me, interpretada por la maravillosa voz de Celine Dion.
Una buena reflexión sobre el significado del ser humano, su naturaleza y condición.