Tras las muerte de su marido, Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, la reina Victoria (Judi Dench) del Reino Unido, entra en un largo periodo de luto, se aparta de todas las actividades públicas y vive casi recluida en su castillo de Osborne, en la Isla de Wight. El secretario personal de Su Majestad, Henry Ponsonby (Geoffrey Palmer), escribe en una carta a su esposa, que todo el personal que sirve a la reina, está esclavo del estado de ánimo de ésta.
Victoria decide llamar a John Brown (Billy Connolly), un escocés, típico highlander, que había estado al servicio de ella y de su marido cuando adquirieron la propiedad de Balmoral, quiere que sea la persona encargada de cuidar a su caballo.
Brown irá ejerciendo un influjo cada vez más acentuado sobre la reina, a quien acompaña a dar largos paseos a caballo. Hombre sencillo, llama la atención su manera sincera y fuera de todo protocolo de dirigirse a la reina.
En esos años, los partidarios de la opción republicana están cobrando fuerza en el Parlamento y aprovechan cualquier ocasión para tratar de menoscabar el aprecio ciudadano hacia la monarquía, así que no dudan en extender el rumor de que entre la reina y el señor Brown existe algo más que una simple relación de amistad.
El primer ministro, Benjamin Disraeli (Antony Sher), trata de que la reina vuelva a hacer acto de presencia pública, cree que sería la mejor manera de frenar el auge del republicanismo, para conseguirlo, no duda en demandar la ayuda del señor Brown.
Elegante film, en un principio concebido para la televisión. La fotografía de exteriores nos acerca a los paisajes de la campiña inglesa y de las tierras altas de Escocia y en las tomas de interiores, hace un uso correcto de la iluminación y de los cromatismos. Bien ambientada, contiene un buen número de escenas en las que se nota el buen trabajo de planificación y composición.
Desde siempre, ha existido entre los historiadores y los aficionados a la historia, curiosidad por el personaje de John Brown y su relación con la reina Victoria. Seguramente de haberse tratado de otra soberana, la cosa no hubiera despertado tanto interés, pero dada la intransigencia de la reina británica a la hora de enjuiciar la moralidad de los demás, no deja de tener cierto morbo escudriñar en este aspecto de su biografía.
Aparte de relatarnos episodios de la vida de estos dos personajes en el periodo en que estuvieron más cercanos, el film aprovecha para darnos una buena muestra de las relaciones con el personal de servicio; las luchas políticas en el parlamento; las envidias e intrigas cortesanas y un cierto acercamiento a la personalidad de esta mujer, a su manera de relacionarse con los demás y particularmente con los más cercanos y a la forma de afrontar esa lucha que mantienen todos estos personajes de la realeza entre lo que supone cumplir con las obligaciones de una posición que es su medio de vida y lo que desearían hacer como personas privadas, algo que, en muchos casos, no se aviene con lo que de ellos se espera y se exige.
Magníficamente interpretada, con una soberbia Judi Dench y Billy Connolly, un hombre de teatro que con bastante más de 50 años, hacía su debut protagonista en el cine, medio en el que, por otra parte, tampoco se ha prodigado que digamos.
Con ese algo especial que tiene el cine británico, resulta muy agradable de ver, divertida por momentos y, en cualquier caso, es otra manera diferente de acercarnos a la historia de una persona que marcó una época al frente de una nación que, por aquel entonces, aún seguía ostentando la primacía en el concierto internacional.