El 21 de febrero de 1431, Juana de Arco comparece ante el tribunal que la juzga por hereje y bruja.
El proceso había comenzado el 9 de enero del mismo año, si bien a las sesiones preliminares no asistió la acusada.
Había sido puesta en manos de la Inquisición tras su apresamiento por las tropas inglesas y los miembros del tribunal tratan de hacer caer en contradicciones a la joven a través de preguntas tramposas y del lenguaje rebuscado de las mismas, en busca de una respuesta que pueda interpretarse como prueba de su culpabilidad.
Juana, a pesar de su origen humilde y de su juventud, deja en evidencia en más de una ocasión a sus doctos interrogadores que, a pesar de que alguno de ellos está plenamente convencido de su inocencia, acaban condenándola a morir en la hoguera.
El guión se basa en las actas del proceso, que se conservan y que recogen de manera casi literal las declaraciones.
La película respeta bastante bien los hechos históricos, incluso en detalles que al espectador se le pueden pasar, o le pueden parecer parte del imaginario de los guionistas y, sin embargo, reproducen hechos, situaciones, circunstancias o escenarios que están recogidos en los textos históricos.
Por ejemplo, en más de una ocasión, tenemos la sensación de estar en espacios circulares y sabemos que Juana estuvo custodiada en una torre (que ahora lleva su nombre) en Rouen, que tiene planta redonda; la cruz que un religioso inclina hacia la mártir en la escena final, que penetra hacia las llamas, parece un recurso visual, pero refleja algo que aparece en las crónicas: Juana reclamó que los sacerdotes alzasen una cruz delante de sus ojos hasta que ella muriese, el hermano Isambard de la Pierre fue a buscarla a San Salvador, la iglesia más cercana y volvió bajo las risas de los ingleses, de la Pierre subió a la plataforma y alzó la cruz, y ya entre las llamas, ella todavía le pidió que bajara para que no se llevara ningún disgusto, pero siempre con la cruz alzada, para que fuese lo último que ella viera. De estos detalles hay muchos más en la peli, pero no quiero ser prolijo.
Sin embargo, aún respetando hasta en lo pequeño la historia (o la leyenda, a veces), lo que Carl Theodor Dreyer pretende y, a mi juicio, consigue, es transmitirnos el drama de una muchacha de 19 años que se enfrenta a un juicio parcial, sin ninguna defensa, ante un tribunal de sádicos prepotentes que se creen el brazo ejecutor de un Dios vengativo y sometida a la vigilancia de carceleros crueles que la someten a vejaciones, incluidos intentos de violación y toda una serie de maltratos físicos y psicológicos.
Lo que vemos en la película es la tragedia de una chica sencilla y humilde, no a la heroína guerrera enfundada en su coraza y exhibiendo la espada y la lanza. Una chica que dentro de su fragilidad, demuestra una capacidad casi sobrehumana para sobreponerse a lo que se le ha venido encima, sin que acabe de comprender por qué le tiene que ocurrir eso a ella.
Dreyer fue un tipo incomprendido en su época, aquellos experimentos que tanto le gustaban y que contribuyeron a cambiar el cine como tal, eran demasiado arriesgados. De hecho los productores se cogieron un cabreo fenomenal porque después de gastarse una pasta en decorados, estos apenas se aprecian en unas pocas secuencias del film, ya que el realizador danés se decidió por montar el film a base de una sobreabundancia de primeros planos que casi se hace asfixiante y con los que nos mete hasta el mismo alma de los personajes.
Dreyer mismo decía: Nada es comparable al rostro humano. Es una tierra que uno nunca se cansa de explorar.
En sus primeros planos se revela el carácter de los personajes que actúan, se ven sus reacciones, se captan sus pensamientos. Consigue desnudarlos y para ello no duda en presentarlos ante nuestros ojos sin maquillaje e incluso resaltando sus imperfecciones físicas.
Y aquí hay que hacer especial referencia al trabajo protagonista de Renée Jeanne Falconetti, una Juana de Arco que es todo expresividad, impresionante, sin dejar de lado al resto del reparto, que lo hace de maravilla, lo de esta mujer, en manos de este director, es inolvidable.
La sinfonía de los primeros planos, como ha sido apellidada esta película, que yo no he tenido ocasión de ver en pantalla grande donde me imagino que el rostro de Renée Falconeti tiene que impactar llenando todo el encuadre.
Uno de los ultimos films de la época muda y una auténtica obra maestra que te deja una sensación entre la fascinación y la inquietud.