Tres películas estrenadas, las dos primeras, en 1972 y 1973, respectivamente y la tercera en 1978, pues Bill Douglas esperó a que su protagonista tuviera la edad suficiente para aparentar que estaba en el momento de alistarse en el Ejército Británico, con el que sirvió en Egipto. En ellas asistimos al crecimiento, en distintas etapas de su vida de un niño, Jamie (Stephen Archibald), cuya infancia transcurre en una deprimida población minera de la Escocia de postguerra. Jamie pasará de la infancia a la adolescencia y a su primera juventud en un ambiente hostil en el que deberá aprender a valerse por sí mismo a pesar de las adversidades de un entorno difícil, a veces brutal y otras en las que directamente está prácticamente abandonado.
Su padre no le reconoce, su madre está internada en un sanatorio mental, la abuela materna, con la que viven él y su hermano, fallece cuando apenas es un niño que tiene conciencia de la realidad y su abuela paterna le desprecia porque considera que su madre arruinó la vida de su hijo (el padre de Jamie).
El pequeño parece que anda mendigando amor y comprensión a falta de un hogar que se lo de. Lo encuentra de manera esporádica, primero en un prisionero alemán que trabaja en los campos escoceses y que le enseña alemán mientras Jamie le enseña ingés; en su abuelo paterno, ya viejo y que, como él dice, no tiene fuerzas para defenderle y, más adelante, mientras está en Egipto como soldado, en un compañero del ejército que le abrirá una ventana de esperanza hacia el futuro.
Bill Douglas refleja en estas películas su propia vida, es una especie de autorretrato en el que nos acerca a sus propias experiencias vitales, con una infancia y adolescencia marcada por la pobreza material y las privaciones emocionales.
Al tiempo, en las películas vamos viendo la evolución del propio cineasta que empieza el relato haciéndonos ver a través de las imágenes que, a pesar de relatar sus propias vivencias, aquello es una interpretación de la realidad en la que la ficción tiene su cabida, como ocurre en las novelas autobiográficas.
Sobre todo en la segunda y tercera entrega, esto se observa muy bien, pues en la segunda comienza con escenas de una película sobre la perrita Lassie (por cierto imágenes en color dentro del blanco y negro en que están rodados los tres films) y en la tercera, comienza con unos niños que están llevando a cabo una interpretación teatral. Magistral utilización de lo que se conoce como metalenguaje, con lo que el director se reafirma en esa idea que exponíamos: Esta es mi vida, pero os la estoy contando de manera ficticia.
Las películas tienen un cierto tono poético y están repletas de metáforas que el espectador debe interpretar, para ello requiere de nuestra constante atención que pretende lograr a base de imágenes fijas y primeros planes de rostros y detalles.
Con escasos diálogos y predominio del lenguaje visual, la historia tiene ciertos tintes dickensianos (el hecho de que el libro que lee Jamie sea David Copperfield, no es gratuíto). El primero de los films tuvo buena acogida en festivales y en los circuitos especializados, lo que dio paso al rodaje de los dos siguientes.
Estamos hablando de otro tipo de cine, en el mejor sentido del término, cine intelectual, alejado de los gustos del gran público y sin nada que ver apenas con el llamado cine comercial, lo que no obsta para que sean películas de gran calidad técnica y que se ven con gusto si se saben mirar con los ojos adecuados.
Películas sobre la vida misma, vista con ojos de artista que sabe extraer belleza de los entornos y circunstancias más duros y menos propicios para hacerlo, con imágenes y planos cargados de hermosura, encanto y poesía visual.
Son magníficas las tres. Las vi de una sentada y la verdad es que me impresionaron. Realismo descarnado, pero es verdad que con un tono poético muy atractivo. Muy recomendables.
ResponderEliminarTambién vi las tres de una vez.
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