Fray Agustín Leyre, inquisidor dominico, que forma parte de Betania, una especie de red de espías y confidentes que les mantienen al tanto de cualquier cosa sospecha que ocurre en el orbe cristiano, teóricamente adscrita a la Secretaría de Claves de los Estados Pontificios, es experto en la interpretación de mensajes cifrados. Será enviado a Milán para supervisar los trabajos que el maestro Leonardo da Vinci está realizando y en concreto una obra La Última Cena, que está pintando en el refectorio de un convento dominico bajo el patrocinio de Ludovico el Moro.
La culpa la tienen una serie de cartas anónimas recibidas en la corte papal de Alejandro VI, en las que se denuncia que Da Vinci no sólo ha pintado a los Doce sin su preceptivo halo de santidad, sino que el propio artista se ha retratado en la sagrada escena, dando la espalda a Jesucristo y otra serie de detalles que no aparecen en las Sagradas Escrituras. El remitente, al que en la Secretaría de Claves de los Estados Pontificios conocen como “El Agorero”, pues así firma sus mensajes, conoce a la perfección lo que está ocurriendo en el convento de Santa Maria delle Grazie y, desesperado por la pasividad de Roma, decide tomarse la justicia por su cuenta y acabar con los cómplices herejes que sostienen la labor de Leonardo.
Cátaros, mensajes ocultos, personajes históricos mezclados con otros ficticios y una trama oculta por descubrir, conforman el best seller de Javier Sierra, que se ha documentado bien para escribir un libro que acaba sumergiendo al lector en una especie de conspiración que busca la transmisión del mensaje de los cátaros a las generaciones venideras, mediante un lenguaje visual sujeto a interpretaciones que solo los iniciados serán capaces de descifrar.
El libro incluye una crítica a la Iglesia y a su empeño en mantener el poder del papado a toda costa, acabando con quienes se desvíen de la doctrina oficial que pondría en peligro los privilegios que mantiene el clero sobre sus fieles y la jerarquía vaticana sobre otros competidores potenciales.
Quizá el relato resulta un poco complicado, con tantos monjes implicados en la trama, cuyos nombres puede uno acabar confundiendo y liándose con ellos. Algo parecido ocurre con la Santa Cena de Leonardo, tanto personaje que ha servido de modelo de este o aquel apóstol, hace que cuando la novela va avanzando, estés deseando que aquella intriga acabe de una vez y los nombres, símbolos, mensajes escondidos, etc., te dan un poco igual porque se siente uno un poco saturado.
A mí, ese tufillo al Código Da Vinci, la verdad es que me desalentó un poco, ya desde el inicio, pero el libro resulta entretenido.
Est tipo de argumentos novelados m suele gustar porque, si el autor está documentado, aportan conocimientos de esa época tan de intrigas vaticanas y de conventos. Pero el SIERRA no me gusta nada porque suele aburrir con exceso de detalles.
ResponderEliminarEsa es la impresión que me ha quedado. Se le puede aplicar aquello de que lo poco gusta y lo mucho cansa.
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