jueves, 6 de julio de 2017

TAMBIÉN SOMOS SERES HUMANOS

Ernie Pyle (Burgess Meredith), fue un corresponsal de prensa que se hizo muy popular durante la Segunda Guerra Mundial, donde cubrió el avance de las tropas norteamericanas en el Norte de África y la posterior campaña europea. En Túnez, acompañó a la compañía C del décimo octavo de infantería. Aunque luego acompañó a otras unidades, la "C Company" fue la primera con la que entró en combate y él la consideraba su compañía.
En el Norte de África conoció a sus hombres y escribió sobre ellos en sus columnas periodísticas, mencionándolos por su nombre, algo que ellos mismos y sus familias apreciaron especialmente.
Muchos de ellos murieron pero Pyle había puesto cara y nombre a los soldados anónimos con los que se volvió a reunir en la campaña de Italia.
Allí acompaña a su querida unidad en las batallas de San Vittorio y Cassino. Aprende, sobre todo del su oficial al mando, el teniente (luego capitán) Bill Walker (Robert Mitchum), cómo siente su soledad el mando y la capacidad humana para sobrevivir a las penalidades, la incomodidad y el terror del combate que ha de soportar el soldado de infantería.


Pyle era un hombre bastante conocido en su país mediada la contienda y la productora quería que la película, basada en sus artículos, contara con el visto bueno del periodista y estuviera a la altura de los escritos de quien acababa de ganar el Pulitzer (se lo concedieron en 1944), por lo que el proyecto se fue dilatando en el tiempo, hasta que fueron conscientes de que corrían el peligro de que la Guerra concluyese y la película no estuviera estrenada, por lo que aceleraron el proceso y consiguieron llevarla a los cines en el 45, el año que concluyó la guerra y el año en que Pyle encontró la muerte en medio de un fuego cruzado entre japones y norteamericanos en la isla de Okinawa.


Diferente del cine de tono propagandístico que se hacía en el momento, algo totalmente entendible, por otro lado, la película parece nadar constantemente en una especie de contradicción entre ese tono de propaganda (¡qué buenos, valientes y esforzados son nuestros muchachos y qué bien lo están haciendo!) y la crudeza de la realidad que sufren cada día los combatientes, nada edificante y poco o nada heróica (La infantería vive de forma miserable y muere miserablemente, se dice en un diálogo del film).
Por eso es un film que, en cierto modo, es muy moderno, ya que se adelanta a un modo de contar la guerra que en aquellos momentos no se llevaba.
En ese y en otros aspectos similares, la película se adecua al tono de los relatos periodísticos de Pyle, que contaba los detalles que puede parecer nimios, pero que son los que acercan a los soldados al gran público que sigue la guerra desde la seguridad y el confort del hogar. Pyle nos habla del muchacho que vende helados en el drugstore de la esquina, del estudiante que complementa su tarea con trabajos para ganarse unos dólares, del padre que jamás oyó la voz de su hijo porque era un bebé cuando él se fue a la guerra... todos esos personajes aparecen en el film y cuando vieran la película los norteamericanos, reconocerían en ellos a su vecino, a su amigo, hijo, novio o hermano, de ahí el éxito que tuvo en taquilla.


William Wellman, un estupendo realizador, quizá menos reconocido que otros grandes del cine, nos ofrece escenas de acción, pero sobre todo, nos mete en ese día a día que no aparece en los libros de historia, prescindiendo, en la medida de lo posible de actores profesionales y empleando en su lugar a veteranos de las campañas de África, Sicilia e Italia, lo que contribuye a dar mayor naturalidad y verismo a la película.
Apenas vemos al enemigo, la muerte aparece casi siempre fuera de plano, pero a unos y otra, los sentimos en las reacciones y los gestos de los soldados y sentimos también su miedo, su cansancio, la miseria que les rodea, el barro y el polvo y cómo va cambiando su forma de ser a medida que se acostumbran a vivir con una compañera que les puede estar esperando a la vuelta de cualquier recodo. Es una guerra real, poco épica, en la que la broma y el compañerismo forman parte del equipo imprescindible para la supervivencia.
No los he visto, dice un soldado tras un ataque aéreo refiriéndose a los aviones. Y así debía ser, pero se veían los resultados de aquel enemigo invisible cuando se miraba alrededor y se contemplaba a los muertos que había dejado regados por la tierra.
A destacar el gran trabajo de Robert Mitchum y Burgess Meredith y también del resto de actores que les acompañan, que contribuyen a dar una credibilidad total a la narración.
Una estupenda película alejada de la grandilocuencia de otras producciones, que nos cuenta una guerra sin héroes, en la que el protagonista es el grupo que se va acostumbrando a la rutina de la muerte y lo hace sin renunciar a la crudeza, pero sin excesivo dramatismo, recurriendo a elegantes elipsis que nos ahorran la sangre a borbotones que tanto gusta en el cine actual, sin perder un ápice de impacto emocional.




6 comentarios:

  1. Muy buena cinta de Wellman (uno de los mejores, en efecto). El personaje de Pyle es similar a aquel que hizo Henry Hull en "Objetivo: Birmania".

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    1. No había visto esta película y me ha sorprendido gratamente.
      Un estupendo film, sin grandes alharacas, directa y al grano.

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  2. Menos mal : una peli yankee que no es habitual en aquellos años en los que todas eran pura PROPAGANDA del ejército americano.
    Lástima no haberla visto.

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  3. Muchos años hace que la vi, y me gustó. Creo que los actores están a un alto nivel, y Robert Mitchum siempre me gustó como trabajó

    Salud Trecce.

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    1. Creo que aquí obtuvo su única nominación al Oscar, aunque pienso que tuvo actuaciones mejores. En esta peli está bastante bien.

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