"El conflicto", así se conocía en los círculos abertzales la penosa situación que vivió el País Vasco durante los largos años del plomo. Un eufemismo, otro más a los que tan aficionados somos los españoles en los últimos tiempos.
Pero qué había detrás de una simple palabra, cómo todo un pueblo pudo estar sumido durante tanto tiempo en una situación sin sentido, unos víctimas, otros verdugos, otros más cómplices por acción u omisión, pero todos implicados, porque, aunque quisieras, no te dejaban escapar sin que te vieras inmerso en aquella espiral de una forma u otra.
Fernando Aramburu nos cuenta la historia de dos familias, euskaldunes hasta la médula, gente sencilla habitantes de un pueblo cualquiera, amigos de siempre, "El Txato" y Joxian, pareja de mus en la Arrano Taberna, miembros del club cicloturista, con el que se van todos los domingos a pedalear y, por otro lado, las esposas, también amigas de siempre, Bittori y Miren, que a punto estuvieron de ingresar juntas en un convento cuando eran unas jovencitas, tardes de cafetería en sus visitas a Donostia para intercambiar confidencias sobre absolutamente todo lo que concierne a sus vidas.
Aquella intimidad entre familias se pierde cuando al Txato, que regenta una empresa de transportes le empiezan a extorsionar, primero cartas exigiendo el impuesto revolucionario, después pintadas , primero sin mayor intención que amedrentar (Txato chivato...) y luego más directas: ETA mátalo, o la que apareció con su apodo en el centro de una diana.
Joxe Mari, el mayor de los hijos de Miren y Joxian acaba en ETA y Miren se radicaliza, como la gallina que sólo ve por los ojos del polluelo que le ha salido peleón. Al Txato y a Bittori les hacen el vacío en el pueblo, están señalados y no conviene hablar con ellos para que no te señalen a ti también. Para Miren pasan a ser "esos", no vuelve a pronunciar sus nombres y les retiran el saludo y la palabra. Joxian, hombre débil y apocado, sabiendo que es por pura cobardía, pero sin hacer nada para evitarlo: "No puedo saludarte, me traería problemas. Pero aunque no te lo diga de palabra, te saludaré con el pensamiento", le dice Joxian al Txato un día en que le espera en la oscuridad para darle las explicaciones que no se atreve a darle a plena luz. Y el Txato le responde: "¿Alguna vez te han dicho que eres un cobarde?"
Y esa es la historia de ETA y del tiempo en que se adueñó de todo un país, una historia de matones y cobardes. Pero ojo, que tampoco sabemos lo que otros hubiéramos hecho en aquellas circunstancias, estamos hablando de mafiosos, de gente que quema, aísla y mata si no respetas la omertá.
Al Txato lo matan un día de lluvia y los miembros de su familia, su esposa y sus dos hijos, se convierten en víctimas, gente molesta y más a ojos de fanáticos como Miren. ¿Por qué mataron al Txato? Algo habrá hecho, ese es pensamiento de quienes justifican lo injustificable.
Por el libro de Aranguren pasan todos ellos, los que no saldrán en los libros de historia, los que vivieron en sus carnes "el conflicto". Bittori en busca de que le pidan un perdón que cree que merece, más por su marido asesinado que por ella misma y Miren convencida de que a su hijo le han metido en una cárcel, no por matar, sino porque entregó su vida al servicio de una Euskal Herria víctima de un estado opresor, prueba de ello es que lo han llevado a una cárcel alejada de los suyos. También se habla de la vergonzante actuación de la Iglesia Católica, con sus continuos mensajes de buenos y malos, amparando crímenes y a sus ejecutores; habla de aquellos que trataron de escapar del lazo que se les tendía ante la incomprensión, la burla y el acoso de quienes estaban más cercanos; del encargado de la taberna, que señala objetivos, de los hijos de maketos que acabaron siendo parte activa del terrorismo...
Cualquier joven vasco de la época pudo haber caído en las garras de ETA, dice Aramburu. Es cierto, porque eran gente normal, que dan el perfil que Annah Harendt expone en su "La balidad del mal". Ellos rompen, queman, insultan y matan convencidos de que lo hacen por el bien de una patria que consideran oprimida y les importa poco quién es aquel contra el que aprietan el gatillo, es un enemigo porque así se lo han dicho, pero no se han parado a analizarlo y son absolutamente inconscientes del mal que están creando, de la espiral de odio a la que contribuyen. Joxe Mari, el etarra, cuando empieza a reflexionar, es cuando comienza a darse cuenta de qué es lo que ha hecho y las consecuencias sobre las personas que han tenido sus acciones.
Un libro necesario para entender qué es lo que ocurrió (lo que aún ocurre) desde el día a día, a través de una historia de gente sencilla, normal y corriente, como dijo José Carlos Mainer en El País: "Patria" es, sobre todo, una gran y meditada novela. Pero la tradición del género lleva incluida la virtud de explicar a sus contemporáneos algo del mundo que les ha tocado vivir, o que forma parte de su herencia: amalgamar evocación y análisis. Lo hicieron los "Episodios nacionales", de Galdós, justo cuando hacía falta recordar y suturar discordias civiles, y lo hizo "Guerra y paz", de Tolstói, cuando corría riesgo de olvido el origen de la Rusia moderna. Lo mismo están logrando ahora las novelas de Fernando Aramburu.
Lo que me parece a mí que quedó muy claro, es que tanto asesinato y distorsión, no sirvió para nada. Si un asesinato me parece que nunca esta justificado, en esta situación tan difícil y compleja como la que se ha vivido en el País Vasco, todavía mucho peor, porque los fines que pretendían no los han logrado. Por eso creo; que tanta muerte, y tanta gente de ellos en las cárceles "para qué", o yo soy muy corto, o que me lo expliquen, de que ha servido la llamada lucha armada.
ResponderEliminarAbrazo Trecce.
Pues en muchas ocasiones sirvió para saldar cuentas por otros asuntos que nada tenían que ver con esto y, desde luego, para alimentar odios artificiales que aún colean.
EliminarFenomenal, Don Trecce. Describes, conforme a la novela de Aramburu, a la perfección aquel mundo de odios artificiales pero reales que crearon en los años 1970 las gentes del PNV en compañía de curas, obispos y jesuitas de Loyola y Deusto.
ResponderEliminarYo lo he vivido y sé lo que es vivir tratando de pasar desapercibido porque las valentías no servían de nada.
Asesinaron a civiles absolutamente ajenos a la políica y a enfrentameintos idiológicos simplemente por no apoyar publicamente la Euskadi independiente de unos pocos monstruos desnortados.
En aquella época los curas se subian cada domingo al púlpito a hacer su mitin pro independencia y jamás hablaban de terrorismo sino de lucha "por la patria".
Quien más quien menos se acobardaba ante la idea de que le quemaran su coche de ir al trabajo o incluso su casa.
Los jóvenes que entraron en Eta carecían de otra ieología que la del eslogan montado por los nacionalistas del PNV y en especial por los jesuitas. Todos los obispos de las tres provincias sancionaban a los curas que no seguian estas directrices y tenian el apoyo en el Vaticano del cardenal Echegaray.
Hubo gente que se atrevió a ir directamente a jefes locales de Batasuna y decirles : "como a mí me suceda algo, tengo encargado que a tí te vuelen la cabeza". Y a ese lo dejaban en paz. Eso mismo hizo el empresario Olarra anunciando por TV que había contratado mafiosos marselleses y que si a él lo mataban iban a morir diez o doce jefes batasunos importantes de entonces. Y a Olarra no lo tocó nadie.
En ningún bar, taller, quiosco, bus, tren o taxi se podía hablar de nada relacionado con ideas de ningún tipo. Aquello fué la Ley del Silencio más espantosa creada en Occidente y los gobiernos de Madrid no hicieron nada de sustancia contra el terror.
Sé por experiencia personal, con circunstancias que no puedo explicar aquí, que desde Arzalluz hasta los Consejeros de Interior del Gobierno Vasco mantenian HILO DIRECTO con los jefes etarras como Txomin.
Mi enhorabuena por el post de hoy.
Mi admiración y solidaridad más profunda a quienes han tenido que vivir (y aún sigue el asunto en muchos ámbitos) la tragedia en sus carnes y no me refiero solo a las llamadas víctimas, sino a quienes han soportado el odio, el rencor y el peligro real sencillamente por pensar de otro modo.
EliminarCon alguna gente del resto de España acababa discutiendo cuando salía el asunto, porque algunos que habían ido de visita al País Vasco, volvían diciendo que allí no ocurría nada extraño, que todo estaba tranquilo. ¡Ilusos!, pero claro ellos no tenían que vivir el día a día del barrio, el pueblo, la fábrica, la oficina...
Y la enhorabuena a Fernando Aramburu, como él ha dicho "si los novelistas hemos sido los últimos en llegar, somos los destinados a dejar las palabras perdurables sobre lo ocurrido en Euskadi todos estos años". Él lo ha hecho.
Buscaré la novela para comprarla, leerla y luego prestarla a muchos de esos que dicen que en el país vasco no pasa nada, ni nunca ha pasado nada. Tengo unos cuantos amigos, catalanes para más inri, de los que iban al país vasco de vacaciones porque se come bien. Yo he ido algo más por trabajo, y trabajando se veían otras cosas, como te miraban y te trataban en ciertos pueblos, las cosas que te explicaban colaboradores y amigos con pymes, pagando cada mes sus impuestos que no siempre eran con dinero en un sobre. etc. etc.
ResponderEliminarEs que una cosa es ir de pintxos, pasear por La Concha o visitar el Guggenheim, que está muy bien, y otra verse sometido a la presión diaria de quienes te quieren hacer pasar por el aro de sus conveniencias.
EliminarUna novela que se me antoja imprescindible, me haré con ella.
ResponderEliminarSaludos.
Pienso que ayuda a comprender lo que sucedió y sucede en aquella hermosa tierra.
EliminarEs una época muy triste que esperamos no vuelva a suceder. Pero aún habría que mejorar la convivencia en Euskadi. Es verdad que hoy no se mata, pero hay mucha tensión y se aplican otras muchas maneras de amedrentar a los que se consideran españoles.
ResponderEliminarTienes toda la razón, José Luis, la paz, ha llegado, pero con minúsculas.
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