miércoles, 5 de marzo de 2014

LA INGLESA Y EL DUQUE

Grace Elliott (Lucy Russell), es una dama inglesa que abandonó a su marido para convertirse en amante del rey Jorge IV de Inglaterra, con el que tuvo una hija. Acabada esa relación, también fue amante del príncipe Felipe de Orléans (Jean-Claude Dreyfus) -primo del Luis XVI-. Aunque la relación amorosa con el duque de Orléans ha concluído, ambos mantienen una ferviente amistad, no exenta de mutua admiración.
En 1790, cuando se va a cumplir el primer aniversario de la Revolución, el Duque regresa a París desde Inglaterra, donde se encontraba hasta esos momentos, no desea que sus enemigos consigan hacerle pasar por un desafecto a la causa revolucionaria, ya que él, desde posiciones moderadas, es de los que se han puesto del lado de las reformas.
Ante la peligrosa deriva que, para los partidarios de la monarquía, han tomado los acontecimientos, Orléans sugiere a lady Elliott que regrese a Inglaterra por su seguridad, sin embargo, ella lo único que hace es abandonar su casa parisina para irse a la residencia campestre que posee. En 1792, Madame Meyler (Héléna Dubiel) le pide que regrese a París por un importante asunto, aún sabiendo los riegos que ello conlleva, lady Elliott consigue un pasaporte y se entrevista con su amiga, que le pide ayuda para sacar de la capital a Champcenetz (Léonard Cobiant), antiguo gobernador de las Tullerías.


El guión se basa en las memorias de una testigo de la Revolución: la aristócrata británica Grace Elliott, contenidas en el libro que escribió, titulado Ma vie sous la Révolution.
Estamos, por tanto, ante una película de reconstrucción histórica, que evoca toda una época a través del testimonio coetáneo de Madame Elliott, leído por la cámara de Éric Rohmer. Los actores elegidos, son poco conocidos, pero el trabajo es brillante, consiguiendo los dos protagonistas interpretaciones más que convincentes.
La película fue rechazada a concurso en el Festival de Cannes 2001 por considerarla "políticamente incorrecta", mientras que en este mismo año sería invitada por la Mostra de Venecia, donde su autor recibiría el "León de Oro" en reconocimiento a toda su carrera.


El film presenta una mirada polémica sobre la Revolución Francesa. Acusada de revisionista y conservadora, por unos y otros, lo que no deja de ser paradójico para quien es considerado como ideólogo de la Nouvelle Vague y fue antiguo redactor-jefe de Cahiers du Cinéma. Sin entrar en quién tiene o deja de tener razón (como casi siempre, cada cual tiene las suyas), lo cierto es que Éric Rohmer, siempre a contracorriente -ética y estéticamente- va más allá de la historiografía, reivindicando la historia oral, a veces minusvalorada como fuente histórica, y que en esta realización cobra enorme importancia, retratando con suma agudeza las mentalidades aristocráticas de ese período.


De lo más interesante y original son los escenarios, Rohmer, inspirado en la pintura de la época, digitaliza paisajes en los que incluye a los actores reales. En secuencias de gran belleza plástica, se fusionan los personajes con los cuadros de las calles del París del siglo XVIII pintados para aquella ocasión.
Con predominio de los diálogos, para más de uno aburrida por su falta de acción y porque muchos de esos diálogos, la verdad es que tampoco contienen grandes frases, ni nada por el estilo, lo cierto es que Rohmer consigue un film que brilla por una sensibilidad estética que delata su gusto por la belleza.
Un Éric Rohmer, insolente y sincero por esta re-lectura crítica de la Revolución Francesa, que, como queda dicho, le acarreó más de una crítica. A sus 81 años (la peli es del 2001), el tristemente desaparecido autor galo, se muestra innovador y apuesta claramente y sin sonrojo alguno, por el cine digital, en un momento en que se escandalizan o rasgan las vestiduras los más puristas del Séptimo Arte.




4 comentarios:

  1. Muy interesante la radiografía que haces de esa pelicula y del libro. Y curioso que los autodenominados "progres" siempre son los primeros en rechazar las realidades históricas.

    Saludos

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    1. Algunos son "progres" cuando interesa y tienen que venir los "viejos" para demostrar que ciertos avances son imparables. Al fin y al cabo, muchos de los clásicos fueron innovadores en su momento.

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  2. Soy admirador del cine de Eric Rohmer (Maurice Scherer). De sus Seis Cuentos morales, tanto los escritos como los llevados al cine, de sus trabajos en Cahiers, de su libro sobre Hitch, de sus dos maravillas La marquesa de O y Mi noche con Maud, por todo ésta reseñada por Trecce me dejó perplejo.

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    1. Perplejo para bien, perplejo para mal, o simplemente perplejo?

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