jueves, 31 de octubre de 2013

ANTONIO Y CLEOPATRA (COLLEEN McCULLOUGH

Tras el asesinato de Julio César, Marco Antonio, Octavio y Lépido toman las riendas del poder en lo que se conoció como el segundo triunvirato. Apartado Lépido por Octavio y obligado a abandonar la vida pública, el asunto es cosa de dos, sus enfrentamientos y sus anhelos por detentar el poder en solitario, parecen conducir, de manera inevitable, a un nuevo enfrentamiento fratricida entre romanos. Octavio, que nos es presentado como un hábil, paciente e inteligente hombre de estado, sabe que la ciudadanía está harta de guerras civiles y procura encauzar la animadversión del pueblo hacia Cleopatra, una reina extranjera de quien sus enemigos dicen que tiene hechizado a Marco Antonio y es que Octavio, consciente de la popularidad que aún conserva su rival, tanto en el senado como entre las clases populares, hace ver que es Cleopatra y no Marco Antonio quien toma las decisiones.
Tras la batalla naval de Accio, en la que la flota de Octaviano dirigida por Marco Vipsanio Agripa, derrota ampliamente a Marco Antonio, este huye, junto con la reina egipcia hacia lo que será su último viaje.
Con su habitual maestría, Colleen McCullough da vida a algunos de los acontecimientos más conocidos de la antigua Roma, transformándolos en páginas llenas de emoción e intriga; una novela en la que el heroísmo y el coraje, se mezclan con la envidia y la conspiración, para acercarnos de forma novela a esta época tan mítica como cruel.
La historia misma, viva y convulsa, respira en estas páginas a través de las voces de los grandes hombres y mujeres de la antigüedad, que llegan a ser figuras humanas, frágiles y apasionadas.



miércoles, 30 de octubre de 2013

CALÍGULA

Año 37 de nuestra era, el emperador Tiberio (Peter O'Toole), se ha trasladado a Capri, allí han de acudir quienes desean una entrevista. El emperador está viviendo el final de sus días y ha decidido que el Imperio sea gobernado conjuntamente por Calígula (Malcolm McDowell) y Tiberio Gemelo (Bruno Brive). Calígula, que se cree todo un dios, no está dispuesto a compartir el poder, y ordena el asesinato de Gemelo acusándole de traición y, aunque al principio su gobierno estuvo marcado por la prosperidad, la enfermedad del emperador que le lleva a cometer todo tipo de excesos, será lo que acabe dominando su mandato.
Detenciones arbitrarias, espectáculos sangrientos, orgías y desenfreno, decisiones extravagantes como nombrarse heredero de todos los senadores, establecer el burdel imperial o nombrar senador a su caballo Incitatus, acabarán creando un estado de pánico ante las imprevisibles decisiones del emperador.



Partiendo de una idea que no estaba nada mal, la película fue tomando una deriva un tanto particular, pues los productores, ante la falta de fondos, hubieron de recurrir a la productora de Penthouse, la famosa revista erótica. Así que Bob Guccione, factotum de la revista, decidió entrar en el proyecto, pero de su intervención saldrían algunas controvertidas decisiones.
De entrada, la peli tiene varias versiones y la más larga, contiene las escenas que rodó por su cuenta Guccione, puramente pornográficas, plagadas de sexo explícito y que nada aportan al conjunto de la cinta que ya tiene suficientes escenas eróticas para quedar patente la depravación de Calígula en ese aspecto.


Toda esa deriva a la que hemos aludido originó problemas entre los integrantes del rodaje, el guionista, el escritor Gore Vidal, el director, Tinto Brass (a quien no se podrá acusar precisamente de pacato) y alguno de los intérpretes, si por ellos hubiera sido, se hubieran borrado de los títulos de crédito.
Intérpretes, por otro lado, entre los que figuran gente del prestigio de Malcolm McDowell (genial en su papel de Calígula), John Gielgud, Peter O'Toole o Helen Mirren.
Un apartado reseñable es el correspondiente a la banda sonora, de Paul Clemente, habitual colaborador de Morricone, que toma prestados pasajes de Khachaturian y Prokoffiev y que tiene momentos de auténtica belleza.


Por lo demás, ya digo, una buena idea, estropeada por la inclusión de tantas escenas de sexo, bastante mal rodadas y montadas con pésimo gusto y que lo único que consiguen es aburrir, entre otras cosas por el excesivo aumento del metraje que suponen y por lo aburridas que resultan.




martes, 29 de octubre de 2013

GRANDEZA Y DECADENCIA DE CÉSAR BIROTTEAU

Balzac quería dejar plasmada la figura del tendero parisino, en sus palabras, un hombre bastante torpe, bastante mediocre, con desgracias vulgares, que simboliza aquello de lo que nos burlamos enormemente, pero que para el escritor tenía mucha importancia en la vida y el desarrollo de la ciudad. Así pues, deció transfigurarlo y hacer de él la imagen de la honradez.
En la primera parte de la obra se relata el ascenso de Birotteau, su éxito en la perfumería y su intervención en una especulación que se augura afortunada y que le obliga a una inversión que está por encima de sus posibilidades, pero que, de salir bien, le hará rico. 
El gran baile que ofrece el protagonista en su nueva y lujosa casa para celebrar la liberación del territorio nacional y su nombramiento como caballero de la La Legión e Honor, supone el punto de inflexión en su vida. Su cáculo equivocado de lo que van a suponer en su economía los nuevos negocios en los que se embarca, junto con la huida del notario en el que había depositado su dinero y las malas artes del maquiavélico Tillet, un antiguo empleado resentido, le llevarán a la quiebra; a partir de ahí el único pensamiento de César Birotteau es su rehabilitación, algo que sólo conseguirá después de haber pagado sus deudas.
A través de su protagonista, Balzac convierte en sublime la mediocridad de la vida y confiere a un hombre común la grandeza de los héroes épicos. Birotteau es en el universo de Balzac el símbolo del honor comercial y su aventura en los negocios, narrada como epopeya, es trasunto de los nuevos tiempos, que exigen otros títulos de gloria, que habrá que conquistar después de difíciles travesías por las turbulentas aguas de una sociedad y una economía que aún no se han consolidado.



lunes, 28 de octubre de 2013

UN PUENTE LEJANO

Tras el desembarco en Normandía de las tropas aliadas y de los primeros avances que supusieron la expulsión de los alemanes de Bélgica y la liberación de París en agosto del 44, el frente se hallaba estancado, los suministros cada vez habían de recorrer una distancia mayor y las tropas avanzadas se fueron quedando sin combustible, recambios y productos básicos o estos tardaban mucho en llegar.
El afán del alto mando era llegar cuanto antes a Berlín, ya que por el frente oriental avanzaba el ejército soviético, pero las disensiones entre los generales de las distintas potencias y, en especial la animadversión entre Montgomery y Patton, dificultaban la toma de decisiones. Aunque había desechado otros planes anteriores, Eisenhower, comandante en jefe de las tropas aliadas se vio presionado para aceptar el último plan presentado por Montgomery, la llamada operación Market Garden.



Al parecer, el plan era visto con escepticismo, pero, como digo, presiones políticas y el ataque a Londres con cohetes V2, hicieron que el plan de Monty fuera aceptado, a pesar de ser considerado poco realista. Se pretendía tomar una serie de puentes, de su defensa se encargarían los paracaidistas que eran lanzados tras las líneas enemigas, mientras tropas terrestres tratarían de abrir un pasillo en territorio enemigo para avanzar a través del mismo y consolidar las conquistas de las fuerzas aerotransportadas.


El guión del film se basa en una novela homónima de Cornelius Ryan, un libro de lectura recomendable para los aficionados a la Historia en general y, por supuesto, a los que estén particularmente interesados en la Segunda Guerra Mundial y narra la historia de una derrota aliada, cuyas tropas fueron obligadas a retirarse cuando estaban a poco más de un kilómetro de su objetivo final en la ciudad holandesa de Arnhem, a orillas del Rin.


Con un plantel de actores difícil de igualar, nombres de los más conocidos y reconocidos del momento (Sean Connery, Edward Fox, James Caan, Dirk Bogarde, Michael Caine, Robert Redford, Anthony Hopkins, Liv Ullmann, Maximilian Schell, Gene Hackman, Ryan O'Neal, Laurence Olivier, Elliott Gould, Hardy Kruger...) y que no se limitan a ser figuras decorativas como ocurre en otras superproducciones, sino que, con más o menos minutos, todos tienen su intervención justificada.


Magnífica puesta en escena y reconstrucción, a veces incluso minuciosa, de los detalles que los aficionados saben apreciar, incluso los sonidos de los disparos o las cadenas de los tanques avanzando, están reproducidos con la mayor fidelidad. Con detalles que se agradecen, como toda la escena que reproduce el ensamblaje de piezas del puente Bailey por los ingenieros militares. Todo ello acompañado de una banda sonora, aparte de muy bonita, pegadiza, de esas que te quedan en la cabeza cuando acaba el film.


A mí me han gustado siempre, en este film, de manera especial, todas las escenas en las que se muestra el transporte de las tropas en los aviones, desde su embarque, hasta las maravillosas escenas en las que vemos las formaciones de los aviones o las magníficas tomas de los paracaidistas surcando el cielo. Sencillamente impresionantes.


La película no oculta lo que de decepcionante tuvo la operación, apuntando alguna de las causas del fracaso. Bien relatado ese distanciamiento que existe, en ocasiones, entre el diseño de las tácticas sobre el plano y la realidad que muchas veces se convierte en triste precisamente por no haber tenido en cuenta que enfrente hay hombres que también saben luchar.


Otro de esos films que te llevan a pensar por qué el público pone en un pedestal a ciertas pelis y a otras les vuelve la espalda. Un puente lejano lo tiene todo, a priori, para conseguir el éxito, pero supuso un fracaso en taquilla.
Desde esta humilde página, no me queda sino recomendarla vivamente, la disfrutarán.




viernes, 25 de octubre de 2013

EL CURA DE TOURS

El abate Birotteau cree vivir en el mejor de los mundos posibles, al menos en la medida de sus modestas pretensiones. Realiza las tareas de su apostolado como algo rutinario y ocupa una espaciosa y bien amueblada habitación en casa de la señora Gamard, donde su existencia es muy cómoda, ya que su anfitriona se ocupa de que no le falte de nada. Su mayor ambición es obtener una canonjía, dejando que transcurra el tiempo para que dicho bien le caiga como fruto maduro.
Sin embargo, su patrona, apenas pasado un año desde que Birotteau vive en su casa, se da cuenta de que este es un ser anodino y que no le va a traer el prestigio social que ella esperaba, así que traza un plan para que el abate deje la casa, circunstancia que el astuto Troubert, que también vive en la casa, un ser de una doblez auténticamente perversa, aprovecha para conquistar mezquinamente el cuarto que ocupa el abate, mucho más lujoso que el que él ocupa.
Cuando quiere darse cuenta, el pobre Birotteau ha sido atrapado por la trampa de su misma inocencia, despojado de una vida que él creía inamovible. El asunto de Birotteau se convierte en la comidilla de Tours, una forma de llenar el vacío de la vida provinciana, de estimular las rivalidades nacidas de años de convivencia. Incluso se proponen emprender pleitos que se antojan interminables. El protagonista asiste perplejo a unas intrigas que él mismo inició de manera inconsciente, intrigas nacidas en gran parte de la institución del celibato, que según el estudio naturalista del autor a sus personajes, desata pasiones malignas:
"El celibato tiene el defecto capital de que, poniendo todas las cualidades del hombre al servicio de una sola pasión, el egoísmo, hace a los solterones inútiles o nocivos."
Al tiempo, Balzac aprovecha para lanzar sus dardos contra los oscuros poderes que la Iglesia mantiene a base de sus lazos con personas e instituciones de relevancia, cuyos resortes mueven algunos elegidos dentro de la institución religiosa, personajes que no siempre se guian por principios morales.




jueves, 24 de octubre de 2013

TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE

Bob Woodward (Robert Redford), recibe la llamada del redactor jefe del Washington Post, donde trabaja como reportero, para que se interese por un episodio ocurrido durante la noche del sábado 17 de junio de 1972, en el hotel Watergate, sede del cuartel general del Partido Demócrata, donde un grupo de cubanos ha sido sorprendido, aparentemente por haber intentado llevar a cabo un robo e instalar sistemas de escucha en dicho lugar.
Al acudir a la vista previa que tiene lugar en la mañana siguiente, a Woodward le llama la atención la presencia de un importante abogado que se interesa por los demandados, cuando estos tienen asignados abogados de oficio. Además hay otras cosas llamativas, como los sofisticados equipos de los iban provistos y el hallazgo en su poder de una cuantiosa cantidad de dinero.
El periódico le asignará como compañero a otro redactor, el reportero Carl Bernstein (Dustin Hoffman).



El guión se basa en el libro del mismo título escrito por Woodward y Bernstein que ganó el premio Pulitzer y en el que cuenta el tortuoso camino que recorrieron tratando de desenredar toda la trama conocida como caso Watergate que, a la postre, acabó con la dimisión del presidente Richard Nixon el 8 de agosto de 1974; hasta la fecha, el único en dimitir del cargo


El realizador, Alan J. Pakula, parece querer quedarse al margen y dejar que los hechos se desarrollen por sí mismos, así que imprime al film un cierto aire documental, algo que remarca en las imágenes del principio de la película, tomadas de los noticiarios de la época.


Como quiera que el guión describe los hechos de manera minuciosa, en ocasiones da la impresión de que aquello no marcha de una manera muy fluida, perdiéndose en un marasmo de nombres y cargos que van apareciendo de forma dosificada, algo que ocurrió así en la realidad, pero que hace que el film no funcione del todo bien por lo complicado que puede llegar a ser seguir tal enredo.


Muy bien las interpretaciones de Redford y Hoffman, dotando de mucha credibilidad a sus personajes y rodeados por un buen elenco de secundarios encabezados por Jason Robards que se llevó el Oscar al mejor actor de reparto, uno de los cuatro con los que fue galardonado el film.


Me queda la duda de si la gente que no conoce la historia que se cuenta puede disfrutar de la película igual que los que, a veces por una mera cuestión de edad, la conocemos.
De todos modos, mi consejo es que se vea no tanto como una peli de crítica política (que también lo es), sino como un relato de investigación periodística, de la constancia de dos hombres que, con el apoyo de su periódico, no siempre incondicional, como se ve muy bien en el film, sacaron a la luz, contra viento y marea, este turbio asunto.
Y una escena que siempre me ha gustado de esta película: Redacción del Washington Post, pantalla de televisión en primer plano, con Nixon tomando posesión al inicio de su segundo mandato, mientras en el fondo del plano se ve a los dos protagonistas tecleando, casi apasionadamente, en sus máquinas de escribir. Todos sabemos lo que están trasladando al papel.




martes, 22 de octubre de 2013

EL CORONEL CHABERT

El coronel Chabert es tenido por un héroe de las campañas napoleónicas, en la batalla de Eylau que enfrentó a los ejércitos francés y ruso entre el 7 y el 8 de febrero de 1807, su actuación fue decisiva para la victoria final tras la orden de carga del mariscal Murat. Chabert fue dado por muerto, pues había recibido un sablazo en el cráneo que le produjo una tremenda herida que se abría desde la oreja hasta el occipucio, recobró el conocimiento en medio de una pila de cadáveres, poco antes de recibir sepultura, y logró salir del montón de cuerpos, para emprender un perigrinaje que le llevaría desde Centroeuropa hasta París, tras largos periodos de tiempo en los que se recuperaba de sus males gracias a la caridad de las gentes e incluso estuvo recluído en un manicomio, pues la historia que relataba sonaba a la de un demente.
En este tiempo escribió cartas a su esposa que esta jamás contestó. Rose Chapotel, al "morir" su marido, heredó una nada despreciable fortuna y se casó con el conde Ferraud, al que le venían muy bien los esponsales con la viuda de un héroe para hacer olvidar su pasado noble. El matrimonio tiene dos hijos cuando Chabert llega por fin a París y tras recorrer varios bufetes, da con el del señor Derville que, al contrario que otros colegas, está dispuesto a llevar el caso del coronel, pues a pesar de que también gestiona los asuntos de la condesa, considera indignante que este hombre esté en la indigencia pudiendo vivir desahogadamente.
Por supuesto, la condesa, que trabajaba como meretriz cuando fue recogida por Chabert, no quiere ni oír hablar del asunto, pero el abogado, conocedor de todos los resortes de su oficio y de que toda persona tiene algún punto débil, amenaza a la condesa con llevar el caso a los tribunales y la hace ver que, ahora, una vez restaurada la monarquía, el conde Ferraud estaría encantado de poder deshacerse de ella.
La condesa pone objecciones, pero Derville sabe que ha caído en la red y aconseja a Chabert que no se vea con su "viuda" y que no haga nada sin consultarle. A pesar de todas las advertencias, cuando la condesa invita a Chabert a pasar unos días en su casa de campo, este accede, se ve como magnetizado por ella, aunque ahora la ve más como a una hija que como a su esposa. Ella aprovechará la ocasión que se le ofrece para tenderle una trampa, le conoce muy bien y sabe de su honradez y probidad, así que apelando a sentimientos que conoce están muy arraigados en el antiguo militar, como la caballerosidad y el sentido del honor, pero sobre todo haciéndole sentir lástima por el futuro de los hijos que ha tenido con Ferraud, tratará por todos los medios de que Chabert renuncie a todos sus derechos sobre ella y sobre el capital que pudiera corresponderle.
Balzac reflexiona sobre la hipocresía, el poder del dinero, las apariencias, la ingratitud y la ambición, al tiempo que nos ofrece un espléndido testimonio sobre algunos aspectos de la vida en la Francia de la restauración, desde la burocracia, la justicia o el mundo de los pasantes, hasta la ayuda que se prestan en la miseria los antiguos camaradas de los ejércitos imperiales.




lunes, 21 de octubre de 2013

HERMANO SOL, HERMANA LUNA

Francisco (Graham Faulkner) es hijo de un rico comerciante en telas de Asís. Joven alegre, como corresponde a su edad, no pierde ocasión para buscar la diversión con su grupo de amigos. Tras participar en la guerra contra Perugia, Francisco regresa enfermo a casa, pero además de los padecimientos físicos, de los que se repondrá gracias a los cuidados de su familia, algo ha cambiado en el interior del joven, siente la llamada de Dios y, aún cuando esto le supone el enfrentamiento con su propio padre, decide desprenderse de todos los bienes mundanos, entrega a los pobres sus riquezas y hasta su propia ropa y se va, con un pequeño grupo de seguidores a vivir al campo, donde comenzará la reconstrucción de la derruida iglesia de San Damián.



Francisco y sus acompañantes viven en armonía con la naturaleza, cuidan a los leprosos y ayudan a los campesinos en sus diarios quehaceres realizando todo tipo de trabajos.
Su forma de vida y su predicación sobre la vuelta a los orígenes del mensaje de Cristo, les traen la animadversión de los poderosos y Francisco viaja a Roma para entrevistarse con el Papa en busca de consejo.


Franco Zeffirelli logra una película de gran belleza estética apoyándose en una agradable filmación de exteriores y unos interiores bien elegidos, junto a un vestuario en el que lo sencillo y lo barroco alcanzan un delicado equilibrio que subrayan la contraposición entre el oropel y la humildad.


Lo que menos me ha gustado del film es el recurso que emplea el realizador para subrayar la mansedumbre de Francisco, a base de gestos y secuencias lentas que a veces resultan un tanto exasperantes.
Lo mejor el mensaje, el choque frontal con el poder establecido y la sumisión al poder papal que supuso el fin del carácter revolucionario (por llamarlo de un modo que nos entendamos) del grupo de Asís.
Está muy bien rodado el encuentro entre Francisco e Inocencio III, el Papa se postra ante el fraile en un gesto que supuso la aprobación de la jerarquía a la nueva congregación, pero también, como queda dicho, el sometimiento de ésta al poder establecido. El Papa, ante el estupor de los obispos y cardenales, le dice a Francisco: Estamos inscritos en el poder y la riqueza y ver a personas como vosotros, nos hace sentirnos avergonzados. Eso es precisamente lo que molesta al poder, en su mayor parte corrupto y aferrado a los bienes terrenales y la actitud de Francisco y los suyos, que predican la desafección a la riqueza en busca de los tesoros espirituales, es algo que no pueden tolerar porque les deja en evidencia.
Claro que ante la declaración del Papa, la cámara se desvía hasta dos altos dignatarios eclesiales mientras uno cuchichea al oído del otro: Tranquilo, el Papa sabe muy bien lo que hace, a través de estos hombres, la Iglesia podrá atraer de nuevo a los pobres.
Atención a la banda sonora del film, obra de Donovan, que se ha convertido casi en una pieza de culto.


Uno de esos films que nos hace mirar la religión y la fe desde otra perspectiva, lleno de poesía, en el que la sensibilidad y el buen hacer de Zeffirelli acerca el mensaje de pobreza y amor de Francisco al hombre de nuestro tiempo. Todo un aldabonazo a las conciencias interesadas y apegadas a las posesiones perecederas de este mundo, un mensaje vigente y que continúa siendo molesto y perturbador, por más que no podamos dejar de admirar a quienes son capaces de anteponer lo espiritual a lo material.




sábado, 19 de octubre de 2013

CUENTOS DE SIEMPRE (HERMANOS GRIMM)

No creo que descubra mucho hablando sobre unas historias de todos conocidas (Blancanieves, La Cenicienta, Hänsel y Gretel, La Bella Durmiente, El gato con botas...), alguno, si no todos los cuentos que se contienen en este tipo de recopilaciones como la que he tenido en mis manos, han acompañado nuestros años infantiles, a veces en épocas de las que no guardamos memoria consciente.
Los relatos que pueblan el universo creado por los hermanos Grimm, pertenecen a la tradición oral alemana y, en realidad, el verdadero mérito de Jakob y Wilhelm Grimm, es haber convertido estos relatos que, en ocasiones rozaban el sadismo, en inocentes historias para niños, suavizando el contenido de estos cuentos que originalmente reflejaban la extrema dureza de la vida en la Edad Media, hasta convertirlos en una obra destinada al público infantil y adecuada al gusto de la burguesía del siglo XIX.
Muchos de ellos, tal como los escribieron los Grimm, o en alguna de sus múltiples adaptaciones y versiones posteriores, están plenamente vigentes entre los niños de la actualidad y, presumo, así seguiran, pues se han convertido en clásicos, al menos en los paises occidentales.
 
 
 

viernes, 18 de octubre de 2013

LUDWIG

Luis de Wittelsbach, es rey de Baviera con el nombre de Luis II (Helmut Berger). El rey se gasta los impuestos de sus súbditos en proteger a Richard Wagner (Trevor Howard)  y en construír castillos que nadie habitará, en alguno de ellos se recluirá el propio monarca como si intentara sustraerse a la realidad que le rodea. Se comenta que el rey ha perdido la cordura y una comisión investigadora pone en marcha un proceso para determinar si está en condiciones de gobernar.
Ministros, sirvientes, consejeros y médicos, van haciendo su declaración frente a la cámara, cada una de ellas da paso a un fragmento de las dos décadas de mandato del monarca, desde 1864 a 1866, año en que fue declarado incapaz para gobernar y recluído bajo atención psiquiátrica.


Para algunos estudiosos de la obra de Visconti, esta es su obra más personal y uno de sus más ambiciosos proyectos.
Esa puesta en escena tan del maestro italiano, cercana a la concepción operística, alcanza aquí niveles destacados para acercarnos, a través de la figura atormentada del protagonistas, a reflexiones que se repiten en sus películas: La soledad, la decadencia o la insatisfacción. Incluso la lucha que el personaje de Berger sostiene consigo mismo sobre sus tendencias homosexuales contrapuestas a las firmes convicciones religiosas, son un acercamiento a los propios sentimientos del realizador y coguionista.


Visconti plantea magníficas estampas en escenarios de cuento vistos desde su óptica un tanto barroca; a la esplendidez de los paisajes y de los planos interiores contribuye no poco el que fuera rodada en buena parte en los lugares en los que El Rey Loco plasmó sus fantasías, los palacios de Nymphemburg y Herrenchiemsee y los castillos de Berg, Hohenschwangau, Linderhof y Neuschwanstein, envueltos en la música de Wagner, Schumann y Offenbach.


No quiero dejar de mencionar el acertado planteamiento con el que se acerca a la figura de Wagner y lo que significaba para él: Rechazo a la persona y admiración por el artista. Así, en lo personal, nos retrata a un Wagner interesado, nada escrupuloso, pagado de sí mismo y poco generoso con el monarca que le protegía a quien ocultó su relación adúltera con Cósima von Bülow (Silvana Mangano), situación que puso en un grave aprieto al monarca; mientras la admiración por su obra se patentiza en la utilización, adecuada y continua, de su música a lo largo del film.
Magnífica la interpretación de Helmut Berger, bien acompañado por una maravillosa Romy Schneider, dando vida a una emperatriz Sissi (en una versión diferente a la del papel que le dio fama dos décadas antes); Trevor Howard; Silvana Mangano o Helmut Griem en su papel de conde Duerckheim, entre otros.


Película excesiva y desmesurada, de gran belleza plástica, con una sucesión de planos tan maravillos que Visconti casi nos ahoga en ellos. Minuciosa en el retrato y decandencia del rey, con cuya figura consigue que seamos condescendientes y con esa belleza fría tan viscontiana que hará disfrutar a quienes se acerquen a ella y, si no te gusta, como leí en alguna crítica: ánimo, sólo son cuatro horas.





jueves, 17 de octubre de 2013

MOBY DICK

La novela narra el obsesivo afán de venganza del capitán Acab, que desea dar muerte a Moby Dick, la ballena blanca que se comió su pierna. La historia está contada por Ismael, un joven que se alista como tripulante en el ballenero Pequod, matriculado en Nantucket, el barco que manda Acab.
Melville, que en su época fue más conocido por haber vivido un tiempo entre caníbales, no conoció el éxito de su libro, pues la acogida que tuvo entre público y crítica, fue desoladora.
No fue hasta mucho tiempo después, cuando Dos Passos, Faulkner y Dreisser, entre otros, sacuden las conciencias norteamericanas y hacen posible el resurgimiento de Melville y Moby Dick considerándolo como un monumento de las letras universales. La gama de personajes que transitan en esta aventura abarca todo; desde un hombre furioso con la vida y el mundo, como Acab, hasta un Queequeg, hombre rudo que duerme con su arpón, pero en el sueño, involuntariamente, abraza tiernamente a Ismael como si fuera una novia.
La novela tiene un sinfín de lecturas y algunos de los estudiosos que han trabajado sobre ella, ven toda una simbología de la Norteamérica actual: 30 son los tripulantes del Pequod (el mismo número de estados que tenía EE.UU. en vida de Melville); son capaces de dar la vida siguiendo a un líder, aunque a veces no le entiendan y parezca que ha perdido la razón; la internacionalidad de éstos, representa la humanidad, mezcla de razas de la población estadounidense. Sin embargo algunos autores, como Somerset Maugham piensan que Melville no tenía la abstracción intelectual para lograr escribir una alegoría deliberadamente. Además toda la simbología de la ballena y Acab, el bien y el mal (que cada cual lo ponga en el lado que prefiera), esa eterna lucha de la humanidad.
Herman Melville, en su juventud, fue marino y estuvo a bordo, al menos, de dos balleneros, así que lo que retrata son situaciones que conoce de sobra y eso se nota sobre todo en la utilización del lenguaje marinero. Las palabras propias de la navegación son usadas con acierto y variedad.
La belleza del lenguaje, sus vívidas y emocionantes descripciones de acción y por encima de todo, la siniestra figura del capitán Acab, hacen de Moby Dick, una obra maestra, el relato nos atrapa con su capacidad de sugestión y el poder y la fuerza de la aventura que nos envuelve.



miércoles, 16 de octubre de 2013

AGUIRRE, LA CÓLERA DE DIOS

En 1560, una expedición española se dirige a la conquista de El Dorado. Una vez atravesada la cordillera andina, Gonzalo Pizarro (Alejandro Repullés), su jefe, toma conciencia del peligro de seguir adelante y adentrarse en la selva en la que se hallan. Envía a un grupo de soldados y esclavos indios al mando de Pedro de Ursua (Ruy Guerra) para que reconozca el terreno y regrese al cabo de diez días, de lo contrario se les dará por desaparecidos. Como segundo al mando de la avanzadilla figura Lope de Aguirre (Klaus Kinski) que se niega a obedecer a Ursua cuando éste da orden de regresar, se produce una refriega y Ursua es herido y puesto bajo custodia. Aguirre está convencido de que hallarán el mítico reino y proclama su independencida respecto al rey de España.
El viaje por el río en la balsa que ha mandado construír se convertirá en una delirante espiral de desatinos, se ven obligados a enfrentarse con los indios que les acosan desde la orilla y las disensiones entre el grupo son constantes, además, es demasiado tarde para volver.


La película es de esas que no deja indiferente y yo tampoco me voy a meter en demasiadas honduras, porque las opiniones sobre ella son, a menudo, tan apasionadas como contrapuestas, nunca mejor dicho aquello de que o te gusta o la consideras un bodrio total y el caso es que cada cual, aún con criterios tan dispares, tiene sus razones fundadas.


El alemán Werner Herzog adaptó a su manera y bastante libremente la crónica de Fray Gaspar de Carbajal (Del Negro) fusionando acontecimientos y personajes reales de dos expediciones diferentes, la de Francisco de Orellana a través del río Napo y la de Ursua y Lope de Aguirre por el Marañón. Fray Gaspar estuvo en la primera, pero aquí se le sitúa en la segunda.
La película se rodó con un presupuesto muy bajo y esto, junto a la conocida relación de amor/odio entre realizador y protagonista, fue origen de no pocos problemas durante el rodaje.
Herzog, un hombre acostumbrado a las filmaciones no comerciales, se recrea en el entorno paisajístico y en la figura central del protagonista para ofrecernos un film diferente, dejémoslo ahí para no entrar en debates que no me apetecen demasiado.


Kinski es otro al que se juzga desde posturas enfrentadas, desde quien lo encuentra memorable hasta quien lo tacha de bufón, compone un papel lleno de gestos exagerados que a mí particularmente, me parecen un tanto fuera de lugar, sobre todo porque no he podido superar esa manera de caminar inclinado hacia atrás y hacia un lado con la que se mueve durante toda la película.
Al film se le han buscado similitudes con Apocalypse Now y, por ende, con la novela de Conrad El corazón de las tinieblas. Lo cierto es que la vida, en el sentido de paso del tiempo, comparada con un río, es una de las metáforas más recurrentes en cualquier manifestación artística. Aquí estamos en un río, con momentos turbulentos y remansos de paz, por ahí si se le quieren encontrar concomitancias con la película de Coppola, se puede y más si los peligros vienen desde la orilla y se ven recluídos en la embarcación. ¿Que el personaje de Kinski tiene que ver con el de Marlon Brando?, eso no lo veo yo tan claro, pero es una opinión.
En cualquiere caso, ya digo, película controvertida, diferente, a la que no se le pueden negar sus méritos y el esfuerzo que supuso su rodaje. Cada cual que saque sus propias conclusiones.





martes, 15 de octubre de 2013

LAS MINAS DEL REY SALOMÓN

El autor, Henry Rider Haggard, un inglés de Norfolk, creció en el seno de una familia acomodada y numerosa, por influencia de su padre, viajó como funcionario, cuando Sir Henry Bulwer (por cierto, sobrino de Edward Bulwer-Lytton, autor de la famosa novela "Los últimos días de Pompeya) fue nombrado gobernador de la provincia de Natal, en la actual República Sudafricana, así que, a diferencia de algunos otros autores de libros llamados de aventuras, conocía el terreno del que hablaba en sus novelas.
Tuvo ocasión de recorrer ampliamente el país para tratar con los reyes nativos, aún independientes. Este conocimiento directo, que incluye desde costumbres de las diversas tribus africanas (especialmente los zulúes) hasta la práctica de la caza mayor, da un sabor especial, sin duda, a sus descripciones novelísticas, donde la imaginación está siempre apoyada en detalles reales.
Tras cuatro años de estancia en África, regresa a Inglaterra, quedando distanciado de su padre, que había recibido con disgusto su abandono de la misión diplomática en El Cabo para dedicarse a negocios más o menos fantásticos e improductivos. En ellos está el origen de su personaje el cazador Allan Quatermain que, como él, no tenía la intuición necesaria para enriquecerse con el comercio como otros traficantes europeos.
Haggard, sin olvidar a los mayores, pensó desde el principio que Las minas del Rey Salomón era un libro para jóvenes, pero que podía leerse a cualquier edad sin salir defraudado. Su propia dedicatoria era suficientemente expresiva: "Este relato, fiel y sin exageraciones, de una aventura notable, es respetuosamente dedicado por el narrador Allan Quatermain a todos los que lo lean, grandes y chicos".
En Las minas del Rey Salomón, como en las demás obras de Rider Haggard, late un atractivo poderoso: la odisea humana a través del peligro y la aventura incesante. No es casual que el autor haya elegido África como escenario de la mayoría de sus novelas más felices: al hecho mismo de su conocimiento directo e imborrable del país, que hacía más auténticas sus descripciones de hechos, personas y costumbres, añadía la fascinación propia del gran continente misterioso. Y en la época de Haggard, África aún tenía casi intactos el misterio y el exotismo que aún hacen soñar a sus lectores. Aunque a veces se mantenga el tufillo racista ("...Todos admiramos la sagacidad del zulú, quien, pese a su condición de nativo, demostraba poseer gran inteligencia"), sus personajes indígenas suelen dar a sus amigos blancos lecciones de valor, sabiduría natural y ética. A la nostalgia del civilizado hombre europeo por la libertad salvaje ("la civilización es solo salvajismo con una capa de plata para despistar", escribe en Allan Quatermain) se une la fascinación por las civilizaciones ya desaparecidas, cuya búsqueda o descubrimiento es una constante en sus mejores novelas. Esto se encuentra en Las minas del Rey Salomón, con las huellas de una antigua cultura y sus tesoros de piedras preciosas.
En la novela, se aprecian todos los componentes de la ideal novela de aventuras; una búsqueda de lo desconocido, para lo cual se prepara un gran viaje; múltiples peligros y por fin, inevitablemente, una lucha con la muerte, que es a la vez concreta y una alegoría última del misterio de la existencia.
Las minas del Rey Salomón es una obra maestra del género, porque equilibra sabiamente el humor y el drama, el misterio de lo desconocido y la experiencia física del peligro, el riesgo de las tierras selváticas y las asechanzas de una naturaleza grandiosa.



lunes, 14 de octubre de 2013

ESCIPIÓN EL AFRICANO

Publio Cornelio Escipión "El Africano" (Marcello Mastroianni), héroe romano, libertador de la ciudad, vencedor de Aníbal a quien derrotó de forma definitiva en la batalla de Zama y su hermano Lucio Cornelio Escipión "El Asiático" (Ruggero Mastroianni), que mandaba nominalmente las legiones en esa batalla, son acusados por Marco Porcio Catón "El Censor" (Vittorio Gassman), de haberse apropiado de manera fraudulenta de quinientos talentos entregados a Roma por el rey de Siria.
De la situación se deriva una batalla política calculada con toda precisión, destinada a dañar el prestigio del vencedor de Cartago. De hecho, si algo hace impopular a Escipión, al menos en el senado, es su aura de integridad, por incongruente que parezca. A medida que lucha por defender el honor de su familia, "El Africano" descubre que el ladrón es su hermano, pero hace recaer toda la culpa sobre sí, consciente de que ahora su estatura moral ya no es un valor añadido, sino un elemento que molesta al resto de patricios.



El film resulta un tanto desigual porque por momentos se hace un poco lento (para algunos puede que hasta pesado), por su excesiva dependencia de los diálogos, sin embargo, para quien sepa apreciarlos y conozca algo de la historia de aquel momento, resultará de lo más divertido, pues esos diálogos son ingeniosos, y muy inteligentes, trufados de frases magníficas y de momentos grandiosos. Por ejemplo, cuando Escipión habla de los senadores y dice aquello de "aquí el más limpio, tiene la sarna".
Y es que Luigi Magni, su realizador, trata de hacer una comparativa con la Italia contemporánea, quizá aquí la cosa falle un tanto, no hacía falta hacer hincapié en ello, el espectador inteligente sabe sacar sus propias conclusiones, no deja de ser una historia universal, la corrupción del poder y lo que molesta que haya una persona íntegra entre tanto bribón, tratarán de acabar con su prestigio por todos los medios.
Escipión recibe el perdón del senado, no hace falta rogárselo, se lo otorgan tan encantados después de que él ha reconocido ser un ladrón, eso les llena de tranquilidad, es humano, como ellos, también trinca cuando tiene ocasión.
Tenemos la ocasión de contemplar a dos grandes de la escena italiana (y universal, dos auténticos mitos como son Marcello Mastroianni y Vittorio Gassman, es una delicia contemplar sus actuaciones, sus movimientos en el paisaje en ruinas de Villa Adriana en Tívoli, toda la gestualidad, en fin, una auténtica maravilla. Además están acompañados de un magnífico elenco, entre todos destacar a la siempre notable y bella Silvana Mangano, a Ruggero Mastroianni, a Turi Ferro interpretando a un impagable Júpiter desalentado y casi amargado y a Woody Strode, el actor de color a quien todos recordamos por sus papeles en "El sargento negro" o " Espartaco" entre otros muchos.


Un film ambientado en una determinada época histórica, pero con muchas lecturas aplicables al presente (por desgracia) en clave de comedia, que narra el final de un mito, la moralidad de la república romana y su emblema, Escipión que, decepcionado, elegirá el exilio a pesar del perdón ("Ingrata patria, no eres digna de poseer mis huesos"). Con un humor irreverente, poniendo voz a los vicios y virtudes de una humanidad ingenua y simplista, pero tal vez no muy diferente de lo que realmente anima la vida diaria de todos nosotros.




sábado, 12 de octubre de 2013

WASHINGTON SQUARE

Narra la historia de Catherine, hija del doctor Sloper, una joven a quien el autor pinta como poco agraciada y no muy inteligente, en palabras del propio padre de la muchacha. En la casa, vive también la tía de la muchacha, Lavinia Penniman, viuda de un predicador.
Catherine se enamora de Morris Townsend, un vividor sin oficio ni beneficio que, claramente para nosotros, lectores y para el padre de la chica, va en busca de la cuantiosa dote de la muchacha, que entre el legado que se madre le dejó al morir para uso exclusivo de su hija y lo que pueda heredar de su padre, asciende a una cantidad nada despreciable.
Sin embargo, Catherine, no ve, o no quiere ver en Mr. Townsend sino al caballero de buenos modales, exquisito trato y amena conversación con que éste aparece a sus ojos, lo de que no tenga trabajo o se haya gastado en su viaje por Europa su exiguo capital, le parecen cosas de menor importancia.
James realiza un excelente estudio psicológico de sus personajes, la ingenua Catherine; el doctor Sloper, de carácter fuerte e ideas claras e irrenunciables, poco dado a los sentimentalismos; la tía Lavinia, entrometida donde las haya, con una mente donde el romanticismo todo lo enturbia hasta el punto de ser peligrosa; y el pretendiente, Morris Townsend, un cazadotes profesional al que poco le importan los cadáveres que queden en el camino con tal de conseguir sus objetivos, un verdadero encantador de serpientes.
En los primeros capítulos, vemos a Morris como una especie de alter ego del autor, no en sentido general, sino que se nos presenta como un tipo que ha estado ausente de Nueva York durante mucho tiempo y encuentra la ciudad cambiada, algo que le permite a James hacer sus propias reflexiones sobre el asunto, tema del que ya se ha hablado aquí al tratar sobre alguna de sus novelas. Veinticinco años después de haber abandonado la ciudad, surgen sus reacciones desde lo más profundo de su ser ante el Nueva York que ha reemplazado al que había conocido, ante las emociones que despertaba en él la ciudad y que no se parecen a las que le provoca ninguna otra: tan pronto le conmueve, como le saca de sus casillas.
Es de esas novelas que, independientemente de lo interesante que pueda resultar a cada lector, te apetece leer hasta el final, entre otras razones, por lo deliciosamente escrita que está. Fue publicada por vez primera por entregas en la prestiogiosa revista literaria británica Cornhill y en castellano también se la puede encontrar bajo el título de "La heredera".