martes, 11 de junio de 2013

EL HOMBRE QUE FUE JUEVES

Gabriel Syme, un peculiar policía con aficiones poéticas, se infiltra en una organización anarquista de la que, por ironías del destino llega a formar parte de su cúpula directiva, integrada por siete hombres que llevan como nombre clave el de un día de la semana. El Domingo, jefe de la organización, un hombre envuelto en el misterio, va probando a los miembros de esta especie de consejo supremo involucrándoles en peligros inexistentes que parecen muy reales y que les van desenmascarando y revelando la verdadera personalidad que se esconde bajo la fachada que oculta a cada uno.
Bajo la apariencia de una novela de misterio, el británico G. K. Chesterton nos plantea una serie de paradojas que se acercan más a la filosofía. Desde el mismo argumento global, en el que un grupo anarquista que pretende acabar con el orden establecido y sin embargo está perfectamente estructurado desde su cúpula, las paradojas se van sucediendo a través de las situaciones y personajes, simbólicos de los que nos encontramos en la vida misma.
La crítica contra el anarquismo, doctrina muy en boga en la época, es evidente, y Chesterton lo hace con su peculiar estilo cargado de ironía, identifica la anarquía como un medio para satisfacer a las clases altas, no con la búsqueda de las necesidades del pueblo. Los ricos se quejan por el mero hecho de ser gobernados, no quieren que nadie les mande, en cambio los pobres se quejan simplemente por el mal gobierno, deseando un gobierno justo que pueda solucionar sus problemas.
Pero además de esto, incluye aspectos filosóficos y metafísicos con un peculiar enfoque psicológico y unos maravillosos diálogos.



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