martes, 31 de agosto de 2010

CRIMEN PERFECTO

Otra de las consideradas películas menores de Hitchcock. En fin, un sarcasmo cuando uno ve algunos films que circulan y han circulado por ahí.
Muchas veces decimos que cuando vamos al cine, vamos a ver un guión escenificado, que no interesan tanto los detalles técnicos o puramente cinematográficos, si el guión es bueno. Esta peli, bajo mi particularísimo punto de vista, es todo lo contrario, quizá lo menos bueno sea el guión, al que parece que la falta algo, no acaba de transmitir, en ningún momento el espectador (yo, al menos) se siente enganchado, las explicaciones que vienen tras el asesinato (o intento de asesinato), muchas veces son inverosímiles, incluso el propio final, a pesar de reconciliarnos bastante con el director, que hasta ese momento parece que nos está tomando el pelo con algunos circunloquios bastante rebuscados e increíbles, como si careciéramos de la más mínima inteligencia, incluso con él, que como digo es bastante bueno (incluso muy bueno, no me duelen prendas), la peli en general nos deja un tanto defraudados en cuanto a la historia se refiere.


Pero si somos capaces de olvidarnos del guión, algo tan importante en una película, amigos, estamos ante cine de alta calidad. Aquí es donde entra el maestro para darnos su particular lección magistral.
Planificación al dedillo, tomas desde cuantos lugares, rincones y ángulos se le puedan a uno ocurrir, pero todas ellas dignas de cualquier antología. Magistral ilumininación, con apabullantes juegos de luces y sombras. Aprovechamiento de todos los detalles "superfluos", como si fueran verdaderos personajes (tijeras, gabardinas, llaves, escalera, costurero, medias, bebidas...).
El jugo que le saca al decorado es máximo, prácticamente toda la peli, que se basa en una obra teatral escrita para la televisión, se rueda en un apartamento, más concretamente en el salón del mismo, pues bien, en cada secuencia descubrimos algo nuevo, en ningún momento se nos hace pesado estar en el mismo lugar. Todo ello a base de eso que he mencionado, de sacar partido al atrezzo, de cambiar la cámara de lugar, para ofrecernos planos desde arriba, primeros planos, planos audaces, como aquel en el que los dos personajes que están dialogando sentados, tienen omnipresente en medio de ellos una lámpara de mesa y que a mí me encantó. Todo esto requiere de esa planificación de la que sólo algunos son capaces.


Los actores están bien, en general, pero se llevan la palma Ray Milland, interprentando al marido (Tony Wendice) y John Williams, que interpreta a un sagaz detective, alejado de eso que se ha dicho siempre de Hitch, que odiaba tanto a los polis que los ridiculizaba. Aquí este hombre se nos presenta como un eficiente y tenaz funcionario, algo engolado y muy capaz.
Flojea un tanto Robert Cummings, pero es que quizá su papel de amante, no da para mucho más y Grace Kelly, que estaba empezando, cumple y sobre todo presenta esa belleza sofisticada que creo que es lo que buscaba el director, que eligió personalmente el vestuario de su estrella, para ir pasando del impresionante rojo (el que se ve en el primer fotograma reproducido), por otro lado tan actual (con esa "torerita" de encaje que lleva, por si quedara duda de que las modas se repiten), a colores más apagados que van denotando su cambio de situación a medida que transcurre la historia.
Acompaña muy bien la música, no podía ser menos, al estar bajo la batuta de Dimitri Tiomkin y señalar, como curiosidad, ahora que está tan de moda, aunque el sistema empleado se parezca como un huevo a una castaña, que fue la única peli rodada por Hitchcock en 3D, eso sí en contra de su voluntad, ello le dio, al parecer bastantes quebraderos de cabeza.
En definitiva, no estamos ante una de las mejores películas de Hitchcock, pero es una delicia por muchos motivos.




sábado, 28 de agosto de 2010

LA SOBERBIA DEL PODER

Un defecto que "adorna" a muchas de las personas que han estado al frente de naciones y pueblos a lo largo de la historia (sigue ocurriendo en la actualidad, por desgracia), es la soberbia, creerse enviados de Dios que están por encima del bien y del mal. Es conocido el dicho de "Sólo la historia me juzgará", que nos sueltan de vez en cuando, que en román paladino viene a ser algo así como: "Tú te aguantas mis gilipolleces, mis tonterías, mis ideas iluminadas y mis injusticias, porque tú no las vas a juzgar, lo harán otros y cuando me declaren culpable e incompentente, tú y yo estaremos bajo tierra"
Hay gente sensata, a pesar de todo, que sabe rodearse de buenos consejeros, porque un gobernante no puede ocuparse de todas las tareas de gobierno y cada vez menos, pues los asuntos van siendo mucho más complejos y dispares.
Uno de estos personajes fue Napoleón, que tuvo un gran sentido de la realidad y supo distinguir los colaboradores honestos y capaces que le decían lo que debían decirle, no lo que él quería oír. Sin embargo, el emperador fue arrinconandolos y prescindiendo de estos hombres valiosos y se rodeó de aduladores incapaces, sus modos dictatoriales iban en aumento y no admitía opiniones contrarias (vaya, esto me suena). Cuando los dioses quieren condenar a un mortal le dan la soberbia para que le nuble la vista y le lleve al fracaso. Napoleón, que siempre cuidó de forma rigurosa el que no se le diera una pompa personal excesiva, fue sucumbiendo a la tentación del fasto (esto también me suena a actual). Es conocida la anécdota sobre una estatua que le iban a erigir para situarla en una plaza de Paris. Los aduladores, conocedores de sus modelos romanos, propusieron representarle al modo de los escultores de esa época, con corona de laurel, túnica, etc. También pensaron en representarle desnudo, como los atletas griegos. Estaban debatiendo sobre este asunto, y pensaron consultarlo con gente de armas que conocía mejor al emperador. Fueron a ver al almirante Bruix con este problema. Éste, soldado íntegro, les indicó: "Mejor desnudo, así será más fácil besarle el culo, y despidió a la cuadrilla de cortesanos".

jueves, 26 de agosto de 2010

YO CONFIESO

Otra de las pelis "olvidadas" de Hitchcock, y van... No me extraña, es que este tipo nos dejó tantas maravillas, que dentro de ese mosaico de grandes películas, algunas han sido dejadas como secundarias cuando son de primera.
Antes de entrar en más detalles, dejar constancia de que el maestro estaba bastante disconforme con esta película, al parecer pretendió darle una forma bastante más dramática, tanto a la historia, como al final de la misma, pero la productora no tragó, seguramente eso fue lo que le hizo quedar insatisfecho.
En el mundo anglosajón (léase básicamente EE.UU.), no tuvo una gran acogida, pero hay que ponerse en el lugar de ese público, de sus creencias religiosas, ya que el film está repleto de claves que los católicos entienden perfectamente, que están presentes en su vida, para bien o para mal y no así en las confesiones protestantes.
Hitch hace aquí un ejercicio alrededor del falso culpable, sí, pero la película es mucho más que eso, ya que toda la trama se desarrolla así y no de otra manera por mor del secreto de confesión. Pero las reflexiones alrededor de las creencias católicas no paran ahí, la indisolubidad del matrimonío, el celibato, el perdón..., todo ello está presente a lo largo del film.
En cuanto a la peli en si, de lo poco que entiendo, me ha llamado poderosamente la atención la fotografía de Robert Burks. Ya al comenzar la peli, mientras salen los títulos de crédito, nos muestra la casa rectoral donde vive el protagonista, con un cielo lleno de nubes que se mueven sobre ella, que es impresionante. Lo mismo que los planos de las torres de iglesia cuando la poli está buscando sospechosos, que sirven de elipsis para decirnos lo que están haciendo. Algunos de los primeros planos, son igualmente dignos de enmarcar. Muy bonita y técnicamente muy conseguida.
Otro tanto se puede decir de la música, bajo la inmejorable batuta de Dimitri Tiomkim, con adaptaciones de algunas piezas muy conocidas de música sacra, incluso utilizando el órgano en alguna de las melodías y que acompaña magníficamente a las imágenes.


Los actores están, en general, bastante bien, incluído el matrimonio alemán que trabaja en la rectoría, a pesar de que el papel de ella, es muy breve.
En cuanto a los más conocidos, Karl Malden, en su línea, muy bien transmitida la idea de que parece disfrutar con que sea un cura el posible culpable. Anne Baxter, muy bien. Pero todo queda eclipsado por la actuación de Montgomery Clift, a mí me ha cautivado. Está muy guapo, incluso la sotana (que es un elemento clave en la peli), le queda de maravilla, pero es que cuando descendemos a lo que es la interpretación en sí, está majestuoso, ni un aspaviento, ni un gesto de más, todo muy natural, excelente.
El planteamiento de la intriga que hace Hitchcock, es sencillísimo, nos muestra todas las cartas al principio y toda la tensión se mantendrá a base de saber si el sacerdote sabrá mantener la presión de guardar el secreto y también de la historia, que se nos va contando por medio de "flashbacks", de la relación amorosa entre los dos protagonistas, que él ha superado ayudado por sus fuertes convicciones, pero no ella que sigue enamorada.
Buena peli y magnífica actuación de Monty que se nos muestra en todo su esplendor.




lunes, 23 de agosto de 2010

EL MARY CELESTE

El 4 de noviembre de 1872, salía del puerto de Nueva York, con destino a Génova, el bergantín Mary Celeste, al mando del capitán Benjamín S. Briggs (en la foto), junto a dos contramaestres y cinco marineros, con dos pasajeros de excepción a bordo, su esposa y su pequeña hija de dos años, embarcadas porque pensaban pasar una temporada en familia en Italia. La carga del barco eran 1700 barriles de alcohol para uso industrial y, de hecho, tenía más valor que el bergantín en sí.
El 4 de diciembre de ese mismo año, la goleta Dei Gratia, al mando del capitán David R. Morehouse, amigo de Brigss, avistó al Mary Celeste a 600 millas de la costa de las Azores. En el barco no había nadie, el chinchorro de proa, único bote que había a bordo del barco cuando partió de Nueva York, no estaba y había en el barco algunos desperfectos. La única documentación encontrada, fue el diario de a bordo y de él nada se desprendía.
El Mary Celeste fue conducido a Gibraltar y el almirantazgo inglés abrió una investigación que tomó la hipótesis del motín, pues fue hallada una espada con la Cruz de Saboya, propiedad del capitán Briggs, en el camarote de este, con manchas rojizas. Sin duda, la necesidad de buscar una rápida explicación, les llevó a dar por buena la teoría del motín de la tripulación que habría asesinado al capitán y a su familia, para después darse a la fuga en el bote.
El caso es que la espada fue sometida a un examen científico que determinó que las manchas no eran de sangre, tal vez fuera óxido, pero el resultado había llegado cuando la investigación había sido dada por concluída. Ahí se abrio todo un abanico de conjeturas, ninguna de las cuales ha podido ser probada, hasta convertir el caso del Mary Celeste en uno de los grandes misterios sin resolver de la navegación de todos los tiempos.


domingo, 22 de agosto de 2010

EXTRAÑOS EN UN TREN

Siempre, en cuanto a la historia que cuenta se refiere, preferí la novela de Patricia Highsmith, a la película de Hitchcock. En los títulos de crédito figura, nada menos, que Raymond Chandler como co-guionista y reiteradamente se alude a la "moral" hollywoodiendse para justificar la notabilísma diferencia que hay entre novela y guión. Yo no sé si eso es cierto, cuando menos lo pongo entre interrogantes, no hay que olvidar que Hitchcock gustaba de intervenir en todos y cada uno de los apartados de sus películas y puede que fuera él quien decidiera que la historia fuera tal como nos la cuenta en su film y no como aparece en el libro. El caso es que del guión de Chandler poco quedó y fue el escrito por Czenzi Ormonde el que se llevó a la pantalla, insisto, tal vez a Hitc esta era la historia que le interesaba y no la otra. Al final la aportación de la novela de Patricia Highsmith, queda reducida a la idea desde el momento en que los derroteros del desenlace van por un camino, no distinto, pero sí paralelo.



Así que yo, cuando veo esta película, confieso que estoy más pendiente del apartado visual que de lo que se nos va contando en los diálogos.
Esta es la primera peli de esa serie de grandes películas de Hitchcock que todo el mundo recita de memoria cuando habla de él, salvo la excepción de "Rebecca", pero es verdad que tras una etapa de pelis no del todo bien recibidas por el público, aquí se abre lo que podríamos llamar su época dorada en cuanto al éxito de espectadores y crítica al unísono.



Pocas películas tienen un acúmulo de efectos visuales, de escenas singulares, de recursos para mantener atento al espectador, de detalles técnicos, como esta. Es de esos filmes en los que corres el peligro de ponerte a analizar cosas y no acabar nunca, porque hay innumerables detalles que dan pie a ello y a mí como no entiendo mucho de tecnicismos, me da miedo meterme en jardines frondosos donde pueda empezar a decir cosas que no sé explicar muy bien y que me pueden quedar un poco ridículas.
Además, hay tanto escrito sobre esta película, que quien tenga interés tiene fuentes sobradas donde beber un agua mucho más depurada de la que pueda salir de estos pobre renglones de aficionado sin preparación.



Así que me limito a enumerar algunas de esas cosillas que, como ya he dicho, podéis encontrar ampliadas por ahí, sin demasiado esfuerzo en buscar.
Hitchcock, en lo que a la parte de psicología de los personajes se refiere, vuelve a darle vueltas al asunto del falso culpable; juega con nosotros a la hora de presentarnos al "malo", haciéndonos tomarle cierta simpatía, pues se libra de una persona (la esposa del otro protagonista), a la que se nos presenta como un ser despreciable; siembra la peli con detalles que van dejando muestra de sus particulares "manías": la madre un poco "tocada del ala", la homosexualidad que late constante en el personaje de Bruno...
En cuanto a otro tipo de efectos y recursos, más visuales, por así decirlo, han pasado a la historia la escena del asesinato, que nos muestra reflejado en unas gafas; la tensión que nos transmite cuando Bruno quiere recuperar el encendedor que se le ha caído en una alcantarilla; el perro (el perrazo mejor dicho), en lo alto de la escalera cuando Guy Haines entra subrepticiamente en la casa de Bruno, supuestamente para asesinar al padre de este, una escena magnífica de suspense, sin duda, que alarga la sensación de incertidumbre hasta el extremo; la escena del tiovivo, al final de la peli. Algunas de ellas, son de esas típicas que salen en las antologías del cine y que a uno le suenan cuando ve la peli por primera vez, porque ya las ha visto antes en algún sitio.



Los actores, creo que están muy bien, pero quiero hacer especial mención de Patricia Hitchcock, que a mí me parece que supera la prueba con nota, como Bárbara, la hermana menor de la familia Morton.
Y por destacar alguna escena, voy a hacerlo con dos (hay muchas sobre las que hablar), una es la del principio, en que nos presenta a los protagonistas a través de sus zapatos, en esos zapatos es capaz Hitchcock de transmitirnos ya algunos datos de la personalidad de cada uno de ellos. Otra es la del público que presencia el partido de tenis, con todas las cabezas moviéndose de un lado a otro, siguiendo la trayectoria de la pelota y la cara de Bruno, que no se mueve y está mirando fíjamente a Guy.
Añadiré una tercera, que es la típica gracieta de Sir Alfred. Cuando Bruno está en la feria, un niño le dispara repetidamente con una pistola de juguete, cuando el crío pasa delante de él, acerca el cigarrillo al globo que lleva el muchacho y se lo explota.
A mí no es de las pelis que más me gustan, pero he de reconocer todos esos grandes detalles técnicos y ese montón de escenas innovadoras que nos muestran al Hitchcock que figura en la historia del cine como uno de los grandes.




sábado, 21 de agosto de 2010

MÁS CRISIS

Nuestros atareados gobernantes, tras arduas sesiones de trabajo, después de consultar a los miles de asesores y expertos que les "ayudan" en sus complicadas tareas y que, dicho sea de paso, pagamos entre todos, han tomado una serie de brillantes y originales medidas para sacarnos de la crisis. Meter la tijera en las obras públicas, bajar el sueldo de los funcionarios, poner a 0ºC las pensiones de los jubilados, subir los impuestos... Originales medidas que antes que ellos ya tomaron otros desde que el mundo es mundo. Leed cualquier manual de historia económica y mirad lo que hacían los reyes, los tiranos, los señores feudales y otros jefes y jefecillos cada vez que se quedaban sin pasta: Subir los impuestos.
Pero tranquilos, sus mentes siguen trabajando, esto no ha hecho más que empezar y nos seguirán sorprendiendo.


viernes, 20 de agosto de 2010

PÁNICO EN LA ESCENA

Hasta la saciedad queda dicho, pero no me cansaré de repetirlo, porque es una realidad de lo más evidente: Cuando uno ve a Hitchcock, siempre espera un plus, ese algo diferente que le hace estar en lo alto de la escalera, por encima de tantos otros. Eso ocurre con muchos artistas de todo tipo que, en ocasiones, no voy a decir que nos defraudan, pero nos quedamos esperando el toque de genialidad, la peli acaba y no ha llegado el tan ansiado momento.
También va en estados de ánimos, lo reconozco, hay veces que un pequeño detalle te vale para dar por bueno el rato que has estado contemplando aquello; otras veces no es así, tal vez está uno más exigente que de costumbre.
En cualquier caso, esto sólo ocurre con los genios. Cualquier peli de Hitchcock (bueno, casi cualquiera), podía haber puesto en órbita a otros directores de quienes apenas se acuerda nadie, pero esa misma película, es considerada de segunda cuando la dirige uno de los grandes.




"Pánico en la escena" no pasará a la historia entre las mejores obras del director inglés, pero él siempre nos deja algo, aunque "sólo" sea que la peli es técnicamente irreprochable, algo que cuando la historia no acaba de llenarnos, a veces nos pasa desapercibido, pero el cine es algo más que guión.


En este caso, como en tantos otros, la planificación, la puesta en escena, la definición de los carácteres de los personajes, la iluminación, los encuadres, el ritmo narrativo, los diálogos... Todo ello, como digo, impecable.
Hitchcock aprovecha su regreso a Inglaterra para irnos dejando postales de su querido Londres. Con las secuelas de la guerra aún visibles y bien remarcadas por el director, mediante edificios derruídos, nos irá mostrando algunos de los lugares emblemáticos de la ciudad.


Hay cosas que a uno se le pueden escapar, depende de qué es lo que te llame más la atención. A mí, por señalar algo de las varias cosas que se podrían apuntar, hay dos detalles que me llamaron poderosamente la atención. Mucho se ha hablado de la "debilidad" de Hitch por mostrar avances técnicos de su tiempo en las escenas de sus pelis, en esta, se permite el lujo de dedicar todo un primer plano a un cristal de seguridad de la ventanilla de un automóvil.
Y todo el tiempo de la película que dedica a enseñarnos los entresijos del teatro, los camerinos, las bambalinas, las tramoyas, los ensayos... Todo un homenaje al mundo de la escena.
Añadiría una tercera, ese maravilloso plano que se reproduce en la foto de más abajo. Una maravilla de composición.


Las dos actrices protagonistas, al parecer tuvieron sus celillos, por mejor decir Jane Wyman (hay que recordar que venía de recoger el Óscar por su interpretación en "Belinda"), los tuvo de Marlene Dietrich, pues aunque esta le sacaba unos añitos, salía más favorecida que ella. Marlene está muy bien en su papel, el que mejor se le daba: Altiva, distante, fría, manipuladora y con los hombres humillados a sus píes. Y la futura Angela Channing televisiva, no está menos acertada en su interpretación de la chica discreta, inteligente y buena persona que va a salvar por iniciativa propia al amigo del que está secretamente enamorada.


La historia, en algunos puntos, resulta poco creíble y Hitchcock da demasiadas vueltas de tuerca a la hora de ofrecernos información manipulada. Sin embargo, el final, hace que demos por bueno, o que nos olvidemos del resto. Un final, por cierto, que en su momento fue objeto de críticas y que sin embargo hoy es de lo más reconocido de la película. Un caso más (y van...) de que alguien, en este caso Mr. Alfred, tal vez se adelantó a su tiempo.




jueves, 19 de agosto de 2010

RINCONES DE ZAMORA (LAS TRES CRUCES)

Después de un embolado en el que me metieron a propósito del antiguo cauce del Valderaduey, me dije que nunca más volvería a meterme en investigaciones de este tipo, pierde uno un montón de tiempo, para después quedar todo resumido a unas pocas líneas.
Sin embargo, mi amigo Eduardo, me preguntó hace poco por el origen de Las Tres Cruces, sí esas de piedra que están al final de la avenida del mismo nombre en Zamora. Él vivió allí, allí nació y allí creció, allí jugó cuando niño y cuando joven y encima es mi amigo.
Me ha llevado un tiempo, al final he tenido que recurrir a lo de siempre, porque mucho internet y todo eso, pero tuve que ir a beber a los archivos oficiales, a los de toda la vida.
En cuanto al tiempo, ¿quién pierde el tiempo cuando se trata de un amigo? Yo no, desde luego, yo lo gano.
El calvario de piedra, Las Tres Cruces, es un testimonio vivo que nos recuerda la existencia de lo que fuera un humilladero levantado extramuros de la ciudad, más allá de la Puerta de San Torcuato, en la primera mitad del Siglo XVI, por los patronos de la cercana Casa de Jerusalén.
Tuvo, al menos, seis "pasos", unas capillitas cubiertas que albergaban alguna escena de la pasión y, además, una ermita llamada de la Cruz del Calvario, un modesto oratorio o humilladero, situado próximo al lugar que hoy ocupan Las Tres Cruces.
Cumpliendo un mandato que figura en sus estatutos, hasta allí procesiona en la madrugada del Viernes Santo, la cofradía de Jesús Nazareno. El humilladero permaneció allí hasta 1779, en ese año se ordenó su demolición por su estado de ruina y abandono.
En 1814, se construyeron, de nueva planta, todas sus estaciones, que pasaron a estar representadas por simples cruces de piedra, con peana y gradas. Las cruces llegaron, eso sí muy maltrechas, hasta los años 40. Al parecer, la cruz que se conserva en la calle Víctor Gallego, a la entrada de la reconstruída iglesia del Carmen del Camino, pertenece a una de las estaciones de ese antiguo vía crucis.
En 1942, la Dirección General de Arquitectura, acometió el proyecto de ordenación de esta zona, para mejorar los accesos a la estación de ferrocarril. El paseo, hasta entonces polvoriento, fue urbanizado, se colocaron adoquines en la calzada y en su extremo final se construyó una especie de placita, con suelo enlosado y un remozado calvario, proyectado por Enrique Crespo Álvarez en 1944, tal como se puede ver en la foto inmediata de debajo, algunos aún recordamos aquella estampa, aunque las casas que la rodean, son un poco más antiguas que nuestros recuerdos. El también proyectado nuevo humilladero que había de completar las estaciones del vía crucis, nunca se hizo.
Con motivo de las obras de la autovía de Cardenal Cisneros, allá a principios de los años 90, las Tres Cruces, fueron desplazadas ligeramente hasta el lugar que hoy ocupan.

Para los que conozcan un poco la zona y tengan ganas, la foto siguiente, es una vista aérea de 1981, en la que se puede ver, a media altura y a la izquierda, la ubicación de las Tres Cruces que conocimos de niños. Por supuesto, la zona de Las Viñas, continuaba sin edificar.





martes, 17 de agosto de 2010

ATORMENTADA

Una peli de Hitchcock que, si a priori no sabemos nada, sería difícil atribuírsela a él, porque difiere algo (bastante en ocasiones) del cine que estamos acostumbrados a ver bajo la firma del genial director. Película de las llamadas de época, con lo cual ya estamos fuera de ese ámbito de actualidad en el que suele moverse normalmente, ambientada en la Australia del XIX, por entonces colonia británica. Rodada en color, con un encantador tono pastel que la hace realmente eso, encantadora. Con un reparto encabezado por Ingrid Bergman, Joseph Cotten y Michael Wilding, en principio todo eran buenas mimbres para que la película adquiriera cierto éxito. No fue así y la razón no es una, sino varias. Hitchcock se empecina en seguir con su experimento de los largos planos secuencia que tan bien habían quedado en su anterior film, pero que aquí, no dan el mismo resultado. La peli se hace un poco larga (no pesada, larga), a ello contribuyen algunos de los largos diálogos que acompañan a esas secuencias, yo creo que la historia hubiera quedado mejor con media horita menos.

Ingrid Bergman está superbién en algunos momentos de la peli, hay un monólogo hacia el final, acompañado de gestos dramáticos, realmente apoteósico, pero a pesar de todo ello, ni de lejos es su mejor papel, a veces parece como si ese personaje no le fuera bien, vamos como si su elección hubiera sido un error. Ni que decir que el de Cotten se ve bastante ensombrecido por el rol de Michael Wilding, que quizá sea el que más provecho saca a su actuación. Y todo esto no es achacable a los actores (al menos no del todo), sino al planteamiento de la película.

El recuerdo de Rebeca, está presente durante toda la película y claro, eso contribuye a que, al compararlas, "Atormentada" salga perdiendo. Muy bien la ambientación y unos magníficos decorados. Lo secundario del guión es quizá lo mejor. Los diálogos en la cena frustrada en la casa de Sam Flusky (Joseph Cotten), son mordaces, ingeniosos e irónicos. El sentimiento de hipocresía social que se nos transmite está también muy logrado.

A pesar de todos los pesares, Hitchcock siempre nos deleita con algo. De toda la película, me quedo con un plano en el que se nos muestran las manos de Joseph Cotten que sostienen un collar. Pues bien, a través de las manos y de lo que va haciendo con el collar sujeto por ellas, se nos transmiten los cambios de humor del protagonista. Una maravilla. A Hitchcock le dolió el fracaso comercial de esta película. Encima por otra serie de problemas, disolvió su sociedad con Sidney Berstein y la productora Transatlantic Pictures, pasó a mejor vida.

lunes, 16 de agosto de 2010

HERENCIA CURIOSA

En el mundo romano hubo antecesores de nuestros modernos esteticistas fueron los apipalarius, esclavos expertos en eliminar el vello corporal. En vez de la cera, ellos usaban unas cataplasmas de resina caliente.
Además si un ciudadano del imperio sentía el impulso de mantener relaciones carnales, lo del sexo seguro, no era algo extraño para él, porque en la antigua Roma ya se conocían los preservativos. Estos condones primitivos eran de fabricación artesanal, hechos con tripas de cordero, aunque los legionarios (mucho más machotes) se hacían los suyos propios con los tejidos musculares de los guerreros enemigos muertos en combate.


domingo, 15 de agosto de 2010

LA SOGA

Estamos ante un film que, comercialmente hablando, seguramente sería un fracaso. De no ser por ir firmada por quien va firmada, estoy seguro de que esta película la ponen hoy en cartel y dura una semana. Y sin embargo, como sucede de vez en cuando, estamos ante una gran película, ante un gran ejercicio cinematográfico, pero hecho sólo para bocas que sepan apreciarlo. Hitch, como de costumbre inquieto por las novedades técnicas, por los desafíos que él mismo se marcaba para no hacer una peli convencional, decide que va a rodarla en un sólo plano. No pudo, porque las cámaras móviles de la época soportaban únicamente rollos que filmaban ocho minutos. Eso lo solucionó con fundidos sobre la vestimenta de los actores para que no se notaran los cortes, porque seguía en su idea de prescindir del montaje. La peli, por tanto se rueda en tiempo real y quien conozca los entresijos de este arte, sabe de la dificultad de esta técnica, sobre todo porque obliga a los actores a hacer la escena entera, a permanecer todo ese tiempo con la tensión y la concentración necesaria para no estropear la toma.
La peli está basada en una obra de teatro de Patrick Hamilton estrenada en 1929 y para algunos es teatro filmado. Algo que no es cierto, pues la cámara se mueve por el escenario, no sólo siguiendo la evolución de los intérpretes, sino tomando primeros planos de objetos que subrayan aquello que el director quiere que atraiga la atención del espectador, o llevándonos a un lado diferente de donde se está desarrollando el diálogo. A todo ello hay que añadir que la película comienza con un plano de una calle cualquiera, se podría prescindir de él, se dirá, pero está así concebida a conciencia, ya que el film comienza en una calle tranquila, para colarse, a través de una ventana en un apartamento, donde transcurre ya toda la acción y de donde no saldremos. Pero al final de la película, James Stewart, abre la ventana (por primera y única vez), para disparar al aire, a través de ella nos llegan los comentarios de los transeúntes y las sirenas de la policía, estamos de nuevo, bien que a través del sonido, de nuevo en la calle, donde empezamos y libres ya de la tensión que hemos vivido. Toda una maravilla, una de tantas de las que tiene la película. En la novela, los dos estudiantes que ocupan el apartamento son homosexuales, en la peli, desde luego esta palabra no se emplea (tabú para la época) y si se puede sospechar su condición, es muy de lejos, pues no se pone el acento en ello. Por el contrario, se centra toda en un estudio sobre la teoría del superhombre de Nietzsche, argumento que se emplea en la novela para divagar sobre el asunto de crimen perfecto y el "derecho" de los seres superiores a eliminar a los inferiores. Hitchcock lo traslada con veladas alusiones al Holocausto judío por parte de los nazis, cosa que en la novela no aparece, pues no se había producido, ni se podía imaginar. Quizá estas disquisiciones sean la parte (para mi gusto, claro) más floja del film, demasiada pedagogía por un lado y encima con moralina, cuando es un asunto tan deplorable, que sobra cualquier reiteración sobre la crueldad de los que se consideran superiores. Son crueles y ya está, no tiene que convencernos con argumentos. Los protagonistas son los dos estudiantes, interpretados por dos actores de teatro llamados John Dall y Farley Granger, que están a buena altura. James Stewart, es en realidad un secundario de superlujo, con un extenso papel, que le va muy bien y un excelente reclamo para encabezar los títulos de crédito. Era la primera ocasión en que Hitch utilizaba el color y hay que hacer notar el esmero puesto en la fotografía, obra de Joseph Valentine. Otra dato curioso, es que no está la tan cacareada rubia de todas las pelis de Hitchcock, aquí las mujeres tienen un papel meramente testimonial, su importancia viene más por lo que representan (la novia del difunto y ex-novia del asesino y la doncella que se dedica a quitar lo que hay sobre el arcón, en el momento de mayor suspense de la peli), que por el protagonismo que tienen en la peli, que es bien poco. Tanto la obra de teatro, como la peli, se titulan "ROPE", no "The Rope", y es que en inglés, además de soga, significa cabo de cuerda. Con ello se hace un juego de palabras entre el arma del crimen y los cabos que va atando el profesor para desenmascarar a los asesinos.
Una peli minusvalorada, cuando no olvidada y para mí, todo un descubrimiento, una obra de arte y un maravilloso ejercicio cinematográfico. Quienes estén predispuestos para saber paladearla, disfrutarán de un auténtico festín.

sábado, 14 de agosto de 2010

EL ARTE DE LA SEDUCCIÓN

Esta es la historia de dos amigos míos, bueno dejémoslo en conocidos más bien, a la que asistí como testigo involuntario y que me divierte recordar.
A Diego le habíamos perdido la pista desde hacía años. Había venido a ver a su madre durante unas vacaciones y nos contó que se había separado hacía poco de su esposa y que lo estaba pasando bastante mal. La verdad es que nos extrañó, siempre había sido muy atento con las mujeres, que se rifaban su amistad, por lo detallista que era. Pero además de que no conocíamos a su "ex", las relaciones de pareja, no siempre responden a una lógica.
El caso es que Manuel, el otro protagonista del relato, que no conocía de antes a Diego y que tenía fama de seductor (y de chulillo, todo hay que decirlo) entre nosotros, le dijo: A ti lo que te hace falta es conocer a otras chicas. Cuando "ligues" con alguna, se te olvidarán tus penas.
Diego le daba largas y decía que él nunca había sabido "ligar" con las chicas y ahora menos.
No te preocupes, le decía Manuel, es sencillo, yo te daré algunas lecciones.
Así durante varios días, el pesado de Manuel a lo suyo y Diego con evasivas.
Una tarde en que estábamos los tres juntos, nos dijo (dirigiéndose a Diego, porque él seguía en sus trece): Os voy a llevar a tomar algo a un sitio donde está la camarera más guapa que he visto en mi vida.
Mientras la chica, que era muy linda ciertamente, nos traía las cosas que habíamos pedido, Diego manipulaba su servilleta bajo la mesa y cuando regresó la muchacha, le dijo: "Estoy encantado por la manera en que nos atendiste y por la sonrisa de tus labios. Esta rosa sin espinas es para ti" Y el tío le dio la servilleta convertida en rosa, con lo que ella, quedó totalmente turbada, pero con una sonrisa de oreja a oreja.
Cuando estábamos acabando, llamó a la camarera y le dijo: "Tráenos la cuenta enseguida, que como estemos aquí mucho rato, me voy a acabar enamorando de ti"
La decepción llegó cuando al poco, una compañera suya nos trajo la cuenta.
Pagamos, salimos y Manuel, que siempre habla de más, le comentó que había estado brillante, pero que le faltaba experiencia y que así no lograría nada, ni con esa chica ni con ninguna.
Diego, muy tranquilo, le contestó: "¿No querrás apostar algo?"
Al otro le faltó tiempo para aceptar y añadir: "La cuenta de mañana si consigues invitarla a salir".
Tras tomar unas copas, dejamos a Manuel en su casa y cuando Diego se despedía de mí, me enseñó la cuenta de la hamburguesería donde habíamos estado. En ella, anotado con boli había un número de teléfono móvil. Los dos nos reímos y nos deseamos buenas noches.
La historia, tiene más de una moraleja, pero os dejo que cada cual elijáis la vuestra.




viernes, 13 de agosto de 2010

EL PROCESO PARADINE

Pudo haber sido algo más. Esa es la sensación que me queda después de ver esta película. Quizá el listón de exigencia al ver una película de Hitchcock lo pone uno muy arriba. Tal vez, pero uno recuerda a los grandes clásicos del género judicial, Anatomía de un asesinato, e incluso alguna con actores que intervienen en esta: Testigo de cargo (Charles Laughton) o Matar a un ruiseñor (Gregory Peck) y, aún sabiendo que los derroteros hitchcodianos van por otras sendas, te quedas un poquillo decepcionado.
Sir Alfred se despachó a gusto con esta peli, no le gustaba y puso a parir a más de uno de sus colaboradores en la misma, algo por lo que no me he dejado influír a la hora de verla, porque no siempre hay que fiarse de lo que dice el propio interesado, esta gente del mundo del arte en general y del cine en particular, en ocasiones llevan sus excentricidades hasta el extremo de renegar de obras suyas que el público, incluso la crítica, ensalza (Kubric dejó caer más de una crítica sobre Espartaco).


Quizá sea cierto que el afán del productor (el inefable David O. Selznich), por tenerlo todo bajo control, "descontroló" algo a Hitch. No lo sé, pero el caso es que en algún momento, parece como si el director hubiera tenido dudas sobre el camino a tomar y el resultado fuese que ni para aquí, ni para allá, como los porteros de fútbol cuando hacen una salida en falso.


Hay cosas de la película en las que la coincidencia es total. Por ejemplo, a los entendidos les encanta (a mí también) el giro de cámara, prácticamente circular, que hace al entrar en la sala de juicios el ayuda de cámara del difunto Sr. Paradine (Louis Jourdan), en el que toma como eje a la Sra. Paradine (Alida Valli) y va siguiendo al actor desde su entrada en la sala, hasta la tribuna de testigos.
Hitchcock tenía muchas cosas de estas, auténticas maravillas de concepción, planificación y ejecución, para incluír en cualquier manual de técnica cinematográfica. Igual que el plano cenital de la sala de audiencias, un recurso que cualquier aficionado sabe que remarca sentimientos como soledad, humillación, derrota... Para eso lo utiliza Hitch aquí, para subrayar la derrota y el hundimiento del protagonista y, a pesar de saberlo, nos quedamos boquiabiertos al verlo, porque la composición que hace de la escena, es una obra de arte por sí misma.


Para mi gusto, las actrices se meriendan a los actores de la película. Seguramente se pueden encontrar por ahí opiniones y pareceres más que de sobra, referidas a las actuaciones de Ann Todd y Alida Valli, incluso sobre Ethel Barrymore, que está fenomenal interpretando a la sumisa esposa del juez (Charles Laughton), un tipo lascivo, altivo hasta la grosería y con un peculiar sentido del humor. A mí, además de las mencionadas, me llamó la atención especialmente el trabajo de Joan Tetzel, que ejerce de sobrina del abogado de la familia Paradine, no el defensor que es Gregory Peck, sino el papel que encarna Charles Coburn, que es quien contrata a Peck para el juicio, por ser criminalista. Bien, a lo que voy, el papel que interpreta Joan Tetzel, a pesar de ser totalmente secundario, me encantó. Además de sobrina del abogado de la familia Paradine, es amiga de la esposa del abogado defensor, su confidente, una chica joven, inteligente, preparada, muy independiente y, para los conceptos de la época, rebelde e inconformista. Ella es la que ve la realidad del asunto, pues lo hace desde fuera, sin el apasionamiento y las ataduras de estar enamorada de alguno de los implicados en la historia, la única que está fuera de ese juego en el que ellas parece que los manejan a ellos como marionetas. No sé porque me dio la impresión de que Hitchcock trata su papel con cierto mimo, como si le cayera en gracia.
A lo dicho sobre que las actrices (para mi gusto están mejor que los actores), hago la salvedad de Charles Laughton, que ciertamente no hace el papel de su vida, pero es que Laughton es otra cosa, aunque he de reconocer que quizá no soy objetivo, tengo una especial debilidad con este tipo.


He leído por ahí que la peli trata sobre la degradación por amor, quizá la mejor definición del tema que desarrolla, más creo que no profundiza en condiciones, que no le saca todo el jugo y aunque técnicamente (como no podía ser menos) es impecable, me quedó con la sensación de que daba para más.






jueves, 12 de agosto de 2010

CADENAS

Un homenaje a todos aquellos que siguen enviando "cadenas" por e-mail.
Supongo que vosotros, como yo, recibís cosas de estas de vez en cuando.
Yo veo a estas personas, normalmente amigos o conocidos nuestros, como un monumento viviente a la ingenuidad en el mejor sentido de esta palabra.
En estos tiempos de tanto "triunfito", de "soy el mejor", "el más guapo de la clase", estos ingenuos que van por la vida pensando que los milagros existen, se merecen un homenaje, aunque sea chiquitito.




miércoles, 11 de agosto de 2010

ENCADENADOS

Una película que me deja sentimientos encontrados.
Por un lado, después de un comienzo en el que las cosas van con cierto ritmo, la acción se vuelve lenta, a veces hasta el paroxismo. Supongo que es un efecto buscado, esa manera que tenía Hitchcock, a veces, de buscar la tensión y el suspense mediante el alargamiento de la narración. Pero a mí no acabó de convencerme, quizá no he sabido apreciarlo.
Por otro lado, la maestría de quien ya domina en toda su extensión la técnica y los recursos que se ponen a su alcance. Cómo sabe sacarle jugo a las imágenes, que sean ellas las que nos cuenten la historia. Aún teniendo algunas partes en las que los diálogos, no voy a decir brillantes, que tampoco hay que exagerar, pero están bien, yo me quedo con esas otras en las que todo el argumento se nos va desvelando a través de los fotogramas. Hay momentos memorables, como cuando nos narra el envenenamiento de Ingrid Bergman. Ni una sóla palabra, la acción pasa de enfocar la taza en la que se le está suministrando la sustancia, a otra secuencia en la que vemos a la actriz en la cama, cansada, demacrada, fatigada, enferma... Para qué las palabras.


Algunos de los instantes de mayor tensión y suspense, se nos muestran asimismo, a través de imágenes. El plano picado en que la cámara desciende hacia el salón donde se da la fiesta, para acabar centrada en una mano que aprieta una llave, es otro de esos momentos mágicos.
Y con la historia de amor que es el otro gran argumento del film, ocurre tres cuartos de lo mismo. Los primeros planos de los dos protagonistas, por separado o juntos y las escenas en las que la cámara se mueve con ellos cuando están en el apartamento, nos van transmitiendo lo que el director quiere contarnos, sin necesidad de palabras.
Las escenas de amor de la peli, han pasado a la historia del cine, por la magnífica interpretación de ambos (Cary Grant e Ingrid Bergman) y por el erotismo que desprenden. Todo ello, como corresponde a la época, rodado con la mayor elegancia y a base de sugerir más que de mostrar.


El argumento es más que previsible, a pesar de lo cual, por todas esas cosas que he contado y por la magia que sabe trasladarnos el maestro, logra mantener cierto interés hasta el final, a pesar de los pesares que, para mi gusto son unos cuantos.
Desde luego, no es de mis favoritas.
Eso sí, ver a los dos protas, es todo un gustazo.